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Chile y ¿la Nueva Bolivia?

José Orellana Yáñez
Por : José Orellana Yáñez Doctor en Estudios Americanos Instituto IDEA-USACH, Magister en Ciencia Política de la Universidad de Chile, Geógrafo y Licenciado en Geografía por la PUC de Chile. Académico de la Carrera de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Academia Humanismo Cristiano
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«Sin perjuicio de superar los anteriores problemas y otros al interior de la Política Exterior de Chile respecto de la relación con Bolivia, debe reconocerse que el país altiplánico viene evidenciando una serie de circunstancias que son nuevas y que no han sido lo suficientemente bien asumidas por nuestra política exterior».


La política exterior chilena, como lo vienen comentado analistas políticos y académicos, se encuentra interpelada por la de Bolivia desde hace un tiempo a esta parte. Desde una dimensión evaluativa, donde siempre es fácil identificar los defectos, son múltiples los que se pueden pesquisar desde la chilena hacia la de Bolivia. Entre ellos: a.- que hay un diagnóstico errado (legalista – intangibilidad de los tratados); b.- que la implementación de medidas es poco consistente y c.- que el Ministerio de Relaciones Exteriores no ha logrado los estándares suficientes cuando de reforma y modernización del estado se refiere, entre otros.

Sin perjuicio de superar los anteriores problemas y otros al interior de la Política Exterior de Chile respecto de la relación con Bolivia, debe reconocerse que el país altiplánico viene evidenciando una serie de circunstancias que son nuevas y que no han sido lo suficientemente bien asumidas por nuestra política exterior.

Hasta antes de los 2000, Bolivia era una expresión geopolítica que respondía política, social, cultural y económicamente, a una circunstancia de  ingobernabilidad permanente, a propósito de amenazas de separatismo, narcotráfico, corrupción, entre otros elementos propios de su conflictividad interna, cuestión que permitió una política exterior boliviana previsible, hecho que entroncaba con las políticas exteriores de los otros países de la región y también con la chilena (sin tener relaciones diplomáticas, por cierto).

Pero desde los 2000 en adelante, comienza a nuclear en los imaginarios bolivianos una síntesis de hechos políticos, étnicos, económicos y sociales que generan una circunstancia de cohesión social y política que al parecer, según somero análisis histórico, no se había dado. Además, en una contradicción más que interesante, ya que en este periodo, lo antes dicho, se dio con más intensidad (tensiones políticas internas y profundas). De hecho, aún se recuerda cuando las autoridades chilenas, con preocupación afirmaban, que era muy difícil establecer diálogo con Bolivia producto del “dinamismo presidencial”. La crisis de gobernabilidad permitía uno y otro presidente en muy corto tiempo.

Pero con Evo Morales en el gobierno, se generó un giro significativo. Junto con la implementación del modelo económico, exitoso para algunos, producto de las nacionalizaciones de sus recursos naturales, repactación de los contratos con otros países, cuando de gas natural se refiere,  se constata, además, una circunstancia de cohesión social y política en el imaginario nacional, que es capaz de convivir con separatismo departamental, con dificultades del tráfico de drogas, con desigualdades socioeconómicas, entre otros.

A modo de hipótesis se podría indicar que ello ocurre, dado a que se vive una coyuntura histórica donde Bolivia ha logrado una síntesis que puede resumirse en cuatro elementosla puesta en valor de una gran mayoría de postergados históricos en componente étnico y campesino, siendo el estado plurinacional y la idea del buen vivir sus mejores amalgamas; b.- una política de nacionalización de recursos naturales, consagrados en la constitución política del Estado, que permite crecimiento económico y ¿desarrollo?; c.- un régimen interior que entrega garantías, cuando de descentralización y autonomías políticas a los departamentos que integran la Media Luna boliviana se refiere  (siempre escasas para los interesados) y; finalmente, una pragmática política exterior, centrada en la Diplomacia de Los Pueblos, la que mezcla el vínculo entre las organizaciones de la sociedad civil de los estados y los Estados nacionales en forma, sea en relaciones bilaterales o multilaterales, como es el MERCOSUR, la CELAC, UNASUR, ALBA, entre otros.

Estos cuatro elementos logran, en este tiempo histórico, una imbricación ¿virtuosa?, a propósito, de la Voluntad de una Salida Soberana al Mar, circunstancia convocante al interior como al exterior de Bolivia, pero no cómo históricamente se le caracterizó desde la Política Exterior Chilena, esto es, “ante la ingobernabilidad boliviana, acudir al tema del mar respecto de Chile, es lo natural y ya reconocido”. Ahora, en este tiempo, existe una cuestión armónica que sostiene un Proyecto Estratégico de Desarrollo Nacional Boliviano, que justifica, en parte, el porqué, la política exterior nacional opera a destiempo.

Ante lo anterior cabe preguntarse ¿cómo reaccionará Chile ante esta Nueva Bolivia, que busca proyectarse en la comunidad internacional como lo realizan clásicamente los Estados nacionales?, ¿continuará, Chile, con su atávica definición legalista o avanzará a visiones más integrales que permitan otro diseño institucional en el logro de la relación bilateral con Bolivia?

Todo indica, que debe existir un cambio en las definiciones de Chile, no significando per sé la entrega de mar, sino que haciendo más integral la comprensión de la relación bilateral con Bolivia en un contexto sudamericano y latinoamericano en general.

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