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Primer ministro

Rodolfo Fortunatti
Por : Rodolfo Fortunatti Doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Autor del libro "La Democracia Cristiana y el Crepúsculo del Chile Popular".
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«Una cosa es segura, si ha de buscarse la causa del prematuro desgaste presidencial, la competencia desatada por el sillón de O´Higgins, los sucesivos ajustes de gabinete, los ministros súper empoderados, las demostraciones de fuerza, los parlamentarios que mezquinan su apoyo, los comportamientos tránsfugas y díscolos, y los partidos mayoritarios desplazados de la formación del gobierno, ella se encuentra en el presidencialismo».


No existe consenso en Chile en torno a la figura de un Primer Ministro, si bien desde los tiempos de la dictadura se vienen oyendo voces que proponen reemplazar el actual régimen presidencial.

La idea de un jefe del Ejecutivo, cuya investidura dependa del Congreso, y de un jefe de Estado situado por encima de la contingencia —verbigracia el Rey de España o el Presidente de la República Italiana—, entraña avanzar hacia un sistema parlamentario que sólo puede instaurarse mediante una reforma de la Constitución.

Por estos días se ha hecho pública la propuesta «Lo que nos une: Las ideas de la DC para una Nueva Constitución», una moción que es clara en promover la moderación de las facultades del Presidente de la República, pero ambigua a la hora de perfilar la estructura institucional que vendrá a sustituirlas. Mucho más explícita es al elevar al rango de derechos fundamentales los derechos patrimoniales que, a diferencia de los de salud y educación, no son indisponibles, inalienables, inviolables, intransmisibles y personalísimos. De hecho la propuesta postula un Jefe de Gobierno con funciones distintas de las del Presidente o, en subsidio, fortalecer las facultades del Parlamento a fin de equilibrar el peso de la autoridad presidencial, sin precisar cómo esta última fórmula podría evitar una pugna de poderes semejante a la que derivó en el golpe de Estado de 1973.

Una cosa es segura, si ha de buscarse la causa del prematuro desgaste presidencial, la competencia desatada por el sillón de O´Higgins, los sucesivos ajustes de gabinete, los ministros súper empoderados, las demostraciones de fuerza, los parlamentarios que mezquinan su apoyo, los comportamientos tránsfugas y díscolos, y los partidos mayoritarios desplazados de la formación del gobierno, ella se encuentra en el presidencialismo.

La institución del Presidente del Gobierno aseguraría, lo mismo que la estabilidad democrática, el respeto a la voluntad mayoritaria y el derecho de las minorías a convertirse en mayoría. Nuestro presidencialismo no los garantiza. Por el contrario, como lo demostrará la entrada en vigencia del sistema proporcional, hará imposible la proyección de las actuales coaliciones y la formación de otras nuevas.

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