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La hegemonía según el Gute Opinión

La hegemonía según el Gute

Pablo Torche
Por : Pablo Torche Escritor y consultor en políticas educacionales.
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Más allá de una necesidad de contexto y actualización –que a las ideas de Gutenberg Martínez le hacen mucha falta–, lo que resulta inaceptable son las conclusiones que extrae de esta tesis. En la práctica, a partir de esta tesis sería legítimo para la DC oponerse a cualquier intento de transformación o cambio social, bajo la excusa de que se trata de un intento hegemónico por parte de la izquierda. De esta forma, en vez de prevenir la hegemonía que pretende denunciar, la tesis de Gutenberg parece querer ejercer su propia hegemonía, sobre la base de una especie de poder de “veto ideológico”.


Hace poco más de un año, el histórico dirigente democratacristiano, Gutenberg Martínez, irrumpió en el debate público para defender el rol de su partido en el conglomerado de Gobierno. Su tesis era bastante simple, se reducía a lo siguiente: la condición básica de existencia de la anterior Concertación, y de la actual Nueva Mayoría, es que ninguno de los partidos o corrientes que la componen intentara ejercer una hegemonía sobre los demás. De esta forma, las principales corrientes que convergen en la Nueva Mayoría, llámense la socialista, la socialdemócrata y la humanista cristiana de la DC, están obligadas a equilibrarse mutuamente, sin que ninguna intente imponer sus puntos de vista sobre otra.

Esta idea parece lógica y se ajusta a la definición convencional de cualquier negociación, especialmente en el ámbito político: ninguna de las partes se impondrá a priori sobre las demás, es necesario buscar acuerdos. Hay que decir, sin embargo, que ya en su formulación la tesis de Gutenberg tenía un resabio a “Guerra Fría”: trasunta una visión “defensiva”, de corrientes ideológicas mutuamente excluyentes y potencialmente peligrosas (dos “mundos” distintos los llama Martínez), entre las cuales, más que aspirar a zonas de integración, lo que conviene es vigilarse, y mantenerse a raya.

Más allá de una necesidad de contexto y actualización –que a las ideas de Gutenberg Martínez le hacen mucha falta–, lo que resulta inaceptable son las conclusiones que extrae de esta tesis. En la práctica, a partir de esta tesis sería legítimo para la DC oponerse a cualquier intento de transformación o cambio social, bajo la excusa de que se trata de un intento hegemónico por parte de la izquierda. De esta forma, en vez de prevenir la hegemonía que pretende denunciar, la tesis de Gutenberg parece querer ejercer su propia hegemonía, sobre la base de una especie de poder de “veto ideológico”.

La realidad histórica y política del Chile actual es muy distinta a la que quiere ver Gutenberg. En vez de corrientes ideológicas mutuamente excluyentes, lo que existe en la coalición de gobierno es, a pesar de sus diferencias y énfasis, una síntesis ideológica bastante amplia en torno a algunas áreas básicas, la cual se ha expresado claramente en el programa de Gobierno de la Nueva Mayoría. Este programa contiene propuestas claras de transformación político-social (las reformas), y también ideas fuerza que articulan el mensaje en su conjunto, que tienen que ver con la necesidad inaplazable de construir una sociedad más equitativa y más integrada.

[cita] La tesis de Gutenberg ha servido para recubrir de cierta legitimidad ideológica la posición de ciertos sectores conservadores de la DC que simplemente quieren defender el statu quo. En la práctica busca disfrazar de diferencias ideológicas de fondo, lo que en realidad no es más que la defensa de ciertos intereses particulares o de ciertos grupos de poder. Se trata, así, más que de un disenso en el plano de las ideas, de una nueva forma de poder fáctico que, comprometiéndose a una agenda transformadora de Gobierno, ahora actúa en la práctica como freno, una especie de quintacolumnista que parece sentir que su misión es detener los cambios. [/cita]

A la visión que plantea Gutenberg, y en la que se han amparado los sectores conservadores de la DC, creo que es necesario oponer la tesis justamente contraria. Esto es, la de una convergencia ideológica fundamental, que todos los partidos de la Nueva Mayoría han asumido –suponemos con convicción–, y que debería darle solidez y proyección al trabajo del Gobierno frente a la ciudadanía.

Este proceso de convergencia ideológica se ha producido, a mi juicio, por dos razones principales. En primer lugar, desde luego, a partir de un proceso de fondo de reflexión y actualización de los principios ideológicos fundamentales desde los cuales se concibe la vida social, y en particular la interacción entre el Estado, el individuo y los mecanismos del mercado. A través de este proceso, es evidente que las distintas corrientes del centro y la izquierda han aceptado el rol del mercado en algunas esferas de la vida social, y así también han reforzado la necesidad ineludible de la regulación e intervención estatal para garantizar derechos sociales básicos, y asegurar niveles crecientes de equidad e integración sociales, sin los cuales una sociedad no puede sustentarse.

En segundo lugar, la convergencia ideológica básica de la Nueva Mayoría ha sido ayudada por procesos contingentes, propios del desarrollo del país en las últimas dos décadas. En efecto, a partir del nivel de ingresos alcanzado por Chile en la actualidad, resulta crecientemente intolerable no poner el foco en la equidad y la inclusión como prioridades políticas e imperativos éticos. No resulta lógico –y tampoco ético–, con más de 15 mil dólares per cápita, seguir privilegiando un modelo de desarrollo basado solo en el crecimiento, a cualquier costo. Por esta razón, impulsados por una presión ciudadana creciente, sectores políticos cada vez más amplios se dan cuenta de que simplemente no tiene sentido seguir creciendo si es a costa de aumentar una sociedad violentamente amorfa y desigual.

El nuevo pacto ideológico que expresa la Nueva Mayoría –por más precaria e inestablemente que sea–, no hace sino reflejar esta preocupación: el imperativo moral, social y político de priorizar la construcción de una sociedad más justa, más equitativa y más integrada, donde el monumental aumento de riqueza que hemos obtenido deje de concentrarse en los grupos de poder económico, y beneficie a toda la sociedad.

En este escenario, la necesidad de avanzar hacia un Estado más fuerte, que permita un modelo de desarrollo más equitativo e integrador, no constituye en verdad un intento hegemónico de una corriente ideológica en particular, sino un acuerdo básico, dadas las necesidades del Chile actual, ante lo cual todos los partidos políticos se comprometieron. Asimismo, la necesidad de disminuir y poner coto a la privatización excesiva de Chile, en ámbitos claves como la educación, la salud, o varios otros, no constituye un ataque ideológico a la propiedad privada ni un intento de avasallar a la “persona humana” (expresión predilecta del pensamiento democratacristiano), ni nada por el estilo, sino simplemente la necesidad de conjurar un país extremadamente privatizado, que no solo era incapaz de avanzar hacia una mayor equidad e integración sino que promovía la segregación y la discriminación (el caso del sistema educacional era el más claro).

La tesis de Gutenberg ha servido para recubrir de cierta legitimidad ideológica la posición de ciertos sectores conservadores de la DC que simplemente quieren defender el statu quo. En la práctica busca disfrazar de diferencias ideológicas de fondo, lo que en realidad no es más que la defensa de ciertos intereses particulares o de ciertos grupos de poder. Se trata, así, más que de un disenso en el plano de las ideas, de una nueva forma de poder fáctico que, comprometiéndose a una agenda transformadora de Gobierno, ahora actúa en la práctica como freno, una especie de quintacolumnista que parece sentir que su misión es detener los cambios.

La mejor forma de garantizar que nadie en una coalición de Gobierno ejerza un poder hegemónico, es remitirse a la agenda de programa, y en este test me parece que son ciertos sectores de la DC los que no pasan la prueba, no la izquierda. Más aún, es importante revisar la convicción con que se asumen las principales ideas fuerza del programa, es decir, el horizonte de sociedad que se quiere construir. Nuevamente, medida contra la vara del ideal de construir un Chile más equitativo, más justo, con menos privilegios y segregaciones, nuevamente es la DC la que parece quedar en deuda, no la izquierda.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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