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A tomarse las escuelas, pero en serio

Carlos Vásquez Órdenes
Por : Carlos Vásquez Órdenes Magister en Educación (Universidad de Chile). Ex Dirigente Nacional Colegio de Profesores
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En el debate actual sobre la reforma educacional ha estado ausente una preocupación sincera por lo educativo-pedagógico, tema que no ha sido abordado ni por los adalides de la calidad en la enseñanza ni por aquellos que cuestionan políticamente el sistema educativo.

Durante el proceso de discusión sobre la carrera docente, el Colegio de Profesores tuvo la gran oportunidad de cuestionar un modelo que viene imponiéndose sin contrapeso alguno por parte de los docentes, que es el currículo por competencia, asociado más bien a la eficiencia en la enseñanza basada en la teoría del capital humano.

Cuán lejos está el profesorado de base de comprender e interpretar lo resuelto en su Congreso Pedagógico el año 2005, al remecer fieramente su profesionalismo autoconvocándose a “comprender e interpretar el contexto histórico en el que está inmerso/a, así como también los elementos culturales que influyen en su práctica pedagógica para ser un agente de cambio social y político”.

[cita]En términos simples, estamos reformando la educación para competir mejor en los mercados internacionales y, por tanto, seleccionamos, segregamos y nos quedamos con los mejores o queremos cambiar la educación para convivir en paz, en armonía con nuestro mundo y ser más felices, lo que implica adoptar un currículo emancipador para formar un individuo con capacidad de emprender acciones de manera autónoma, descubriendo cada cual su propia voz. [/cita]

Ello ocurre porque las transformaciones y en parte la lucha social, aparecen desconectadas de un propósito político, que es la construcción de una nueva sociedad, con un nuevo tipo de hombre; por tanto, la discusión es técnica, instrumental y absolutamente ajena a “la redención de los oprimidos”. El paro de los profesores es un gran ejemplo de este fenómeno: exitoso en conseguir prebendas, incluidas las económicas, derrotado ideológicamente porque no desprendió ningún ladrillo de este infranqueable muro neoliberal que todos sostenemos y con una organización carente de cohesión interna, que se mostró incapaz de hacer o ser contrapeso político.

Solo el dirigente Mario Aguilar, en la Comisión de Educación de la Cámara, fue capaz de criticar y hacer un planteamiento educativo de peso al señalar que es inconcebible que el Estado adopte una posición respecto a un modelo curricular por competencias, desechando otros, y lo haga para complacer los dictados de los organismos empresariales que rodean la OCDE. Manifestó su adhesión al modelo educativo pedagógico de Paulo Freire, que tiene como propósito la liberación de los individuos y, por lo mismo, subrayó que jamás pretendería imponérselos a los demás. Dejó una intensa duda sobre qué piensan los otros dirigentes del magisterio al respecto y, sobre todo, ¿qué piensan nuestros parlamentarios?

Lo lamentable es que fue como un paréntesis, después del cual nadie expresó comentario alguno, porque les dio pereza entrar en profundidades o porque el activismo nubla la razón, quedando un debate pendiente: estamos por una escuela que siga reproduciendo los contenidos socioculturales del sistema de dominación y exclusión actual o impulsamos desde ya un currículo emancipador que tienda a la libertad en una serie de niveles, pero ante todo en el nivel de la conciencia.

En términos simples, estamos reformando la educación para competir mejor en los mercados internacionales y, por tanto, seleccionamos, segregamos y nos quedamos con los mejores, o queremos cambiar la educación para convivir en paz, en armonía con nuestro mundo y ser más felices, lo que implica adoptar un currículo emancipador para formar un individuo con capacidad de emprender acciones de manera autónoma, descubriendo cada cual su propia voz. Esto solo puede darse en condiciones de libertad y justicia y permite liberarse de dependencias dogmáticas, del control de la ideología dominante (Shirley Grundy, 1991).

El Colegio de Profesores ha levantado subterráneamente un movimiento pedagógico que aspira a “la legitimación de los docentes como profesionales autónomos”, realizando trabajos de investigación que surgen de procesos de reflexión acerca de su propia práctica. Ese es el camino para tomarse las escuelas y desafiar abiertamente al poder establecido.

La tarea de investigación que emprenden los diversos grupos que conforman el Movimiento Pedagógico está basada en la línea de investigación-acción, la que surge a partir de los problemas que los integrantes de una comunidad perciben en sus prácticas cotidianas.

Al incluir en este análisis las denominadas investigaciones críticas se asume que el fenómeno educativo no es neutro y solo puede ser comprendido considerando las condiciones ideológicas, económicas, políticas e históricas en que está inserto. Por ello, el despertar de los profesores está ligado a asumir que con la apropiación del currículo desafían abiertamente al poder, y repitamos con esa niñita irreverente que es Mafalda: “Los profesores no tienen por qué hacer paros y tomas, si quieren preocupar a los poderosos ‘bastaría que enseñen al revés’”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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