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La contradicción del Papa

Francisco Javier Vera Malhue
Por : Francisco Javier Vera Malhue Ex-presidente Centro de estudiantes de teología 2014, egresado de teología
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Durante las semanas pasadas hemos visto en la opinión pública un creciente interés en materias que afectan a la Iglesia. Frente a diversos sucesos han sido muchos los que han opinado, laicos comprometidos con el trabajo eclesial, religiosos, sacerdotes, e incluso un alto número de declaraciones provienen de personas que no profesan la fe católica. Esto a simple vista nos habla de la importancia social que tiene la Iglesia, aunque las encuestas parecieran decir otra cosa, el hecho es que lo que pase con la Iglesia sí le importa a la opinión pública de nuestro país.

Lo anterior es el marco que justifica que durante los últimos días se haya expuesto un fenómeno del todo particular, al que al parecer no se le ha prestado la debida atención y tiene que ver con la utilización que diversos actores públicos hacen de la imagen del Papa Francisco.

Es curioso cómo en diversas columnas se alaba y promueve el supuesto progresismo y puesta al día del Santo Padre en temas de moral (cosa que en sus escritos magisteriales, en sus homilías y mensajes, no se asoma o no se distingue con la claridad que algunos pretenden). Pero al mismo tiempo, se ataca con dureza al Papa cuando alguna de sus opiniones no se encuadra con lo que la opinión común esperaría, o con lo que algunos consideran que es el bien de la Iglesia. Es así que se rechazaron sus opiniones respecto a la situación de Osorno. Ahí es donde se produce la contradicción, por un lado el Papa parece estar perfectamente al tanto de los cambios que la vida actual exige a la moral católica, o en materias de política internacional, pero por el otro, en materias de gobierno ejecutivo, como es el nombramiento de obispos, parece equivocarse del todo. Es decir, conoce al mundo pero no a la Iglesia; yo no creo que sea así.

[cita] Más bien el Papa encarna la imagen paradigmática del profeta, que siempre es incomprendido y perseguido, o sus palabras son sacadas de contexto y utilizadas contra su propia intención. Lo bueno es que el Santo Padre está acostumbrado, por años sufrió el rechazo y el exilio, por parte de sus propios hermanos, y fue luego duramente atacado por el gobierno, en su cargo como arzobispo de Buenos Aires.[/cita]

Cualquiera que haya leído alguna de las múltiples biografías que se han escrito sobre el Papa, puede decir que no parece ser un hombre que actúe movido por la búsqueda de simpatías, por ansias de popularidad, ni tampoco parece ser alguien fácilmente influenciable, ni fácil de engañar. Pero la cosa parece estar así, el mismo Papa que comprende los cambios necesarios en materias de moral y costumbres, no es capaz de tomar decisiones adecuadas para el cuidado pastoral de su propia grey. Estas personas que critican la forma y el contenido de las declaraciones del Papa, lo alabaron previamente cuando con las mismas formas condenó la discriminación, la hipocresía o la corrupción o la avaricia. El discurso en forma y en contenido es el mismo, el problema, parece, son los intérpretes.

La contradicción entonces no es del Papa, claramente es un hombre que actúa con libertad, consciente de la misión que se le ha encomendado, asumiendo la responsabilidad de sus decisiones. El problema propiamente está en quienes se quieren servir del Papa para imponer en la opinión pública lecturas ideológicas de la verdad moral del Evangelio, o influir con sus puntos de vista en el gobierno eclesial, causando escándalo y confusión en la comunidad de los fieles.

Más bien el Papa encarna la imagen paradigmática del profeta, que siempre es incomprendido y perseguido, o sus palabras son sacadas de contexto y utilizadas contra su propia intención. Lo bueno es que el Santo Padre está acostumbrado, por años sufrió el rechazo y el exilio, por parte de sus propios hermanos, y fue luego duramente atacado por el gobierno, en su cargo como arzobispo de Buenos Aires, así estas confusiones respecto a su imagen y palabras responden a su vivencia radical del Evangelio.

Es tiempo de terminar con la simplificación y utilización del ministerio apostólico del Papa, más bien quien quiera saber qué piensa el Santo Padre que estudie su obra magisterial, sus homilías y declaraciones, que compare cuál ha sido su proceder en casos de pederastia o abuso, y que luego saque sus propias conclusiones.

Lo grave es la utilización de su persona en pos de interpretaciones ideológicas de la Iglesia o la moral cristiana, es tiempo de clarificar públicamente las diversas opiniones que existen sobre la Iglesia, la moral. De este modo se puede tener un debate abierto sobre los temas de fondo y con argumentos verdaderamente teológicos, que se hagan cargo de la naturaleza de la Iglesia y de la experiencia cristiana, más allá de la consigna y la cuña.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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