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Elecciones argentinas: alerta amarilla

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Bet Gerber
Por : Bet Gerber Directora del Programa de Comunicación Política, Chile 21.
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El domingo 25 de octubre pasado Argentina debía elegir presidente y vicepresidente, renovar 130 escaños de la Cámara de Diputados, 24 de la de Senadores y 43 del Parlamento del MERCOSUR. El voto obligatorio involucra a 32 millones de argentinos y argentinas, que también votan desde el exterior. La participación electoral fue del 80,86% con una marcada movilización de jóvenes a las urnas. A partir de las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) realizadas en agosto, se definieron seis candidaturas presidenciales. El sistema electoral argentino dispone que el candidato que obtenga más del 45% de la votación o, bien, quien supere el 40% y tenga más de 10 puntos de diferencia con el segundo, gana la elección en primera vuelta; si esto no sucede, se realiza una segunda vuelta.

Según las encuestas, la gran incógnita del domingo anterior era si habría o no balotaje, ya que no cabían dudas sobre el primer puesto de Scioli. Aunque esto último se cumplió, en general los pronósticos electorales fallaron en niveles inéditos.

En Argentina son varias las encuestadoras que realizan sondeos de notable calidad, con cifras muy cercanas a los resultados, como quedó demostrado en las elecciones PASO. Sin embargo, en esta oportunidad, sobre trece encuestas publicadas por diarios porteños, seis dieron ganador a Scioli en primera vuelta, siete apostaron al balotaje, pero prácticamente todas estimaron una diferencia de 8 puntos entre ambos candidatos, situando a Scioli alrededor del 40% y a Macri en el 31%-32%.

Las razones de semejantes yerros aún no están claras, aunque se menciona que la afluencia de votantes inesperados explicaría parte de la brecha entre pronóstico y realidad: Daniel Scioli, 36,8%; Mauricio Macri, 34,3%; Sergio Massa, 21,3%. Ante semejantes resultados, el domingo por la noche los propios candidatos perdieron el libreto a tal punto que Scioli, quien –según las cifras– había triunfado, habló como perdedor y Massa, desde el tercer puesto, dio un extenso discurso de ganador mientras Macri y Cía. desbordaban de euforia.

¿Quiénes son estos tres candidatos y qué representan?

Scioli y Macri tienen varios elementos comunes en sus biografías. Ambos provienen de mundos más bien ligados a la farándula y el deporte: Macri es hijo de un conocido y millonario empresario, tuvo altos cargos en el mundo empresarial, fue presidente del club Boca Juniors y desde esas plataformas llegó a la política, logrando convertirse en Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires desde 2007 hasta 2015. Scioli, hijo de un famoso empresario de electrodomésticos, fue campeón mundial de motonáutica y llega a la política de la mano del menemismo, resultando electo diputado en 1997. Fue Vicepresidente con Néstor Kirchner (2003-2007) y es Gobernador de la Provincia de Buenos Aires desde 2007. No es un candidato del riñón kirchnerista, sino el que sobrevivió tras disputas internas que no lograron consensuar un nombre mejor. Porque es un secreto a voces que Scioli nunca ha sido un político brillante y que el principal talento que se le reconoce es saber mantenerse a flote, virtud que de poco vale en la batalla que se libera en estos días.

Sergio Massa, por su parte, también es hijo de un empresario de clase media-alta, se vincula desde su juventud con el mundo político en la conservadora UceDé, luego se acerca al peronismo resultando electo intendente de Tigre. Aunque llega a ser jefe del gabinete presidencial de Cristina Fernández, termina rompiendo con el kirchnerismo y constituye el Frente Renovador.

[cita] Sea cual sea el derrotero del desconcertante proceso electoral argentino en las próximas semanas, una pregunta se mantiene constante: ¿habrá un giro en la política y, más específicamente, en la política económica? Daniel Scioli representa al oficialismo, sin embargo, nunca ha resultado fácil identificar su domicilio político. Por su parte, Mauricio Macri, quien le disputará la presidencia en la segunda vuelta del 22 de noviembre, no abunda en definiciones y más bien surfea en un discurso en donde todos caben.[/cita]

Si la pregunta central de estas elecciones se centra en la alternativa entre continuidad y cambio, las respuestas resultan resbalosas. Mientras Scioli habla de la “continuidad con cambios”, la coalición de Macri se llama “Cambiemos”, aunque promete mantener algunos ejes de la política K como ciertos programas sociales y las nacionalizaciones. Sucede que, pese a la caricatura que difunden algunos medios respecto del devenir político-económico argentino, las cifras obligan a un análisis más cuidadoso sobre lo que ha sido esta era kirchnerista.

Desde comienzos del 2002 no solo mejoraron el PIB y disminuyeron los niveles de pobreza –más del 50% en 2002; 25% en 2014–, sino también la desigualdad, según se desprende de un índice Gini que bajó del 0,54 en 2001 a 0,42 en 2013. A su vez, aumentó en forma considerable la inversión en ciencia y tecnología y se amplió el sistema previsional. Entre los aspectos críticos se destacan la inflación, la inseguridad y la corrupción.

Los candidatos intentan, cada uno a su manera, combinar estos ingredientes y distinguirse del actual gobierno… pero no tanto. Y si en Argentina nunca resulta sencillo ordenar en categorías claras el escenario político-electoral, en esta oportunidad el panorama se complica aún más si se intentara recurrir a un clivaje peronismo-no peronismo:

Scioli y Massa representan a distintos sectores del peronismo, sin embargo Macri no escatimó coqueteos en los últimos tiempos hacia un mundo que tradicionalmente él y sus seguidores han despreciado. La guinda de la torta fue la inauguración de un monumento a Juan Domingo Perón a comienzos de octubre.

Así las cosas, es probable que el contraste más evidente desde las propuestas Scioli/Macri sea la opción Estado/mercado, respectivamente. A su vez, el candidato del kirchnerismo arrastra el desgaste propio de una fuerza política que lleva doce años en el Gobierno. Por contraste, Macri goza del cheque en blanco de lo relativamente nuevo al representar una esperanza de cambio solo por ser otra cosa que lo conocido, aunque esté tan salpicado por casos de corrupción como aquellos que condena. El macrismo, además, mostró una notable capacidad para aprender las mañas de la política, al dedicarse a agitar fantasmas de fraude en las semanas previas a las elecciones y olvidar estos reclamos en cuanto los resultados fueron beneficiosos.

A todo esto, la clave está en descifrar quiénes son y qué querrán los cinco millones de argentinos que votaron por Massa. ¿Votaron contra el kirchnerismo o se trata más bien de independientes que no quisieron sumarle a Macri? ¿Qué inspira su voto? ¿Una promesa de garantía contra la inseguridad, contra la inflación, o a favor de algo inescrutable?

El votante de Massa se convirtió en la vedette de la segunda vuelta, y sería iluso imaginar que se moverá según lo indique su candidato. Se trata de un electorado heterogéneo y rebelde, en donde se mezclan liderazgos de intendentes y dirigentes provinciales pero también votantes independientes. Y aunque muchos quieran una alternativa diferente al kirchnerismo, el panorama de tanto amarillo con posibles gobiernos macristas en la Nación, en Provincia de Buenos Aires y en la Capital Federal, alarma.

Ahora bien, más allá de la incertidumbre reinante, algunos indicios sugieren procesos interesantes: la autonomía creciente de electores que parecen alejarse de los aparatos partidarios; la alta participación ciudadana en la votación –de hecho, 7 puntos mayor que en las PASO de agosto–; la fuerte participación de jóvenes, tanto votando como colaborando como fiscales. Sumado a esto, los altos porcentajes de corte de boleta, especialmente en la provincia de Buenos Aires –que concentra a 1/3 de los electores del país– pueden ser indicios de una madurez cívica que refuta la subestimación respecto de la capacidad de decisión de las capas populares, actitud frecuente tanto en opinólogos nacionales como extranjeros.

En todo caso, los temas que importan en estos tiempos a los argentinos y mueven la campaña se pondrán sobre la mesa en el debate presidencial del próximo 15 de noviembre a las 21 horas, transmisión abierta que podrán seguir canales, radios y portales de todo el mundo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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