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Las lecciones del Sínodo

José Antonio Rosas
Por : José Antonio Rosas Director ejecutivo de la Academia de Líderes Católicos Miembro de la Comisión Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal
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Hace días concluyó el Sínodo de la Iglesia Católica dedicado a analizar la vocación de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo, en el cual participaron casi 400 personas, entre cardenales, obispos, matrimonios, expertos y delegados de otras confesiones religiosas. Es importante señalar que el documento final del Sínodo no tiene un carácter resolutivo, y tampoco busca dar todas las respuestas, sino más bien presentar direcciones pastorales. Será el Papa quien posteriormente tomará decisiones, las cuales se podrían publicar a través de una exhortación apostólica, como lo hicieron sus predecesores.

Sin embargo, por el momento podemos afirmar que el Sínodo fue una experiencia que nos deja varias lecciones:

En primer lugar, como lo señaló el Papa Francisco en el mensaje final, ha mostrado que “la Iglesia no tiene miedo de ensuciarse las manos discutiendo con franqueza sobre la familia”. Durante estas tres semanas, a través de la prensa hemos sabido que los padres sinodales han discutido los desafíos que enfrenta la familia, sin ninguna censura; han sido discusiones acaloradas, abiertas pero sobre todo buscando responder a los problemas actuales como el divorcio, la migración o la homosexualidad.

Y al mismo tiempo, el Sínodo nos ha mostrado que la Iglesia no renuncia a anunciar la verdad sobre la familia, sobre el hombre y sobre el amor, porque no se trata de ver la realidad asépticamente sino de leerla “con los ojos de Dios para iluminarla con la fe, en un momento histórico de desaliento y crisis”. En el documento final cuyos 94 numerales fueron aprobados cada uno con por lo menos la mayoría de dos tercera partes de los votos, se reafirma el carácter indisoluble del matrimonio porque “el objetivo de la vida conyugal no solo es vivir juntos, sino también amarse para siempre”, pues es “Dios quien sostiene esta alianza con su fuerza”; así como también la participación en la obra de creación divina, donde “el amor conyugal entre un hombre y una mujer y la transmisión de la vida están ordenados el uno a la otra”.

[cita tipo=»destaque»] El Sínodo nos ha mostrado que la Iglesia no renuncia a anunciar la verdad sobre la familia, sobre el hombre y sobre el amor, porque no se trata de ver la realidad asépticamente sino de leerla “con los ojos de Dios para iluminarla con la fe, en un momento histórico de desaliento y crisis”.[/cita]

Otra lección, y sin duda el mensaje central del Sínodo es que nadie debe sentirse excluido de la Iglesia, por ello invita al acompañamiento y al discernimiento sobre formas de integración litúrgica, pastoral, educativa e institucional de las personas divorciadas. Todos somos llamados y considerados con nuestras historias personales, con nuestros sufrimientos y contradicciones a la misericordia de Dios. Por ello, este sínodo ha tenido palabras para los migrantes, los prófugos, los perseguidos o las familias donde alguno de sus miembros tiene la tendencia homosexual.

El Papa argentino nos ha mostrado con hechos que la Iglesia no ignora el conflicto ni lo disimula, sino que lo asume, lo acepta no sin sufrimiento, lo resuelve y lo transforma en un eslabón de un nuevo proceso; “de este modo se desarrolla una comunión en las diferencias”1. Esta ha sido la principal experiencia que nos ha mostrado este Sínodo, el poder caminar juntos a pesar de diferencias llegando a consensos sin renunciar al Evangelio.

1 Evangelii Gaudium. N.° 228.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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