Publicidad

La reforma y el gatopardismo tributario

Tomás Aylwin Arregui
Por : Tomás Aylwin Arregui Abogado. Socio del estudio Prado & Aylwin
Ver Más


Durante 2014, vimos al gobierno cumplir una de sus promesas angulares de campaña: llevar a cabo la mayor reforma tributaria de los últimos 30 años. Esta, tenía el objeto de financiar prestaciones sociales de carácter universal y de generar una política redistributiva, en armonía con el programa de reformas.

Y es que, en dicha oportunidad, se constató que en Chile no tributan más los que ganan más, y ello empeoraba un sistema que ya era suficientemente desigual y poco equitativo, lo que con el pasar de los años se hizo intolerable.

En consecuencia, se estructuró una reforma cuyo eje principal radicó en modificar la tributación de las empresas y sus dueños.

Expliquemos en simple cómo funcionaba el sistema.

Usted, como empresario, debía pagar un 20% sobre las utilidades que haya tenido su empresa. Luego, solo si hizo retiros, pagaría el Impuesto final, el cual llegaba hasta un 40% en su tramo más alto, pudiendo utilizar como adelanto ese monto que ya había pagado la empresa antes.

El truco, es que si usted no hacía retiros, nunca iba a pagar el impuesto final. El sistema era injusto, ya que las Pymes y sus dueños viven de sus utilidades, mientras que los empresarios más grandes no lo hacen, sino que las reinvierten.

Este sistema de tributación sobre la base de retiro, tenía como piedra angular el Fondo de Utilidades Tributarias o FUT. Mientras más recursos y utilidades tenga, más facilidades para decidir cuándo y cómo paga sus impuestos. El mundo al revés.

Así las cosas, el gobierno culpó al FUT de todos los males de la política tributaria del país, y se propuso eliminarlo.

[cita tipo=»destaque»] El gobierno ya está preparando un proyecto para “aclarar la reforma” y hacerle “ajustes técnicos”, que limitan aún más la aplicación del sistema de renta atribuida, el que a estas alturas pareciera que va a quedar como una franquicia para las Pymes, que nunca tuvieron muchas utilidades, por lo que el nuevo sistema no recaudará más.[/cita}

Para ello, inventó un sistema al que llamó “Renta Atribuida”, que debía remplazar al FUT, cuyo sustrato era acelerar el pago de los impuestos finales, sin importar si se retiraban utilidades de la empresa. Teóricamente era el mundo ideal, todos pagarían según lo que ganan, en cuanto registren la ganancia.

El ministro de Hacienda lo llamó “el corazón de la reforma”, dijo que era lo único que no estaba dispuesto a transar, y lo erigió como la bala de plata a fin de que quienes eran más ricos pagaran efectivamente sus impuestos.

En su versión original, el proyecto buscaba eliminar la posibilidad de no tributar mientras no se retiraran utilidades. Se le llamó Renta Atribuida, porque lo que hace es tomar la renta de una empresa, y atribuírsela a sus dueños, cobrándoles los impuestos correspondientes, sin importar si retiran o no.

Y así, con un Congreso a total merced del gobierno, se tramitó en tiempo récord la reforma tributaria, sin cuestionamientos ni estudios por parte de la Cámara de Diputados.

En el Senado, la clase política se dio cuenta que el sistema estaba muy poco digerido y que tendría problemas graves de implementación, que daban lugar a situaciones irregulares y otras derechamente absurdas, ya que estaba pensado solo para atacar las sociedades de inversión del 0,1% más rico del país, sin pensar en nadie más. Los problemas aparecían –entre otros– en el corretaje de bolsa, y en general en los pequeños accionistas que no controlan las empresas, quienes iban a pagar impuestos por utilidades que nunca iban a percibir, y otra serie de problemas que no dan para una columna.

Finalmente la realidad –y el lobby– pudo más, y apareció el famoso Protocolo de Acuerdo, que dio lugar como alternativa, a un nuevo sistema “parcialmente integrado”, que nuevamente dilataría el pago de los impuestos finales, ahora con un pago mayor, ya que no se podría utilizar como adelanto el impuesto pagado por la empresa, sino solo una parte. En buenas cuentas, después de algunos ajustes y volteretas, se conservó el FUT, que era precisamente lo que se quería eliminar.

El lector debe entender aquí, que la gracia del FUT radica en que uno paga impuestos solo cuando retira dinero de la empresa, por lo que, si no lo hace, nunca pagará. Y el meollo del asunto, es que ese 0,1% más rico jamás va a hacer retiros sobre la totalidad de sus utilidades, porque gana muchísimo más de lo que gasta en vivir.

En vez de eso, reinvierten en rentas pasivas como departamentos, casas, acciones, etc., todo sin pagar impuestos finales. Y luego del protocolo de acuerdo, con este nuevo sistema parcialmente integrado, esta idea se mantiene exactamente igual.

Así, la situación para el 0,1% más rico -que es precisamente a quien la reforma pretendía atacar- quedó igual a como estaba antes de la reforma, aunque sí ahora les saldrá un poco más caro que antes, al haber quedado el nuevo sistema parcialmente integrado con una tasa empresarial del 27%.

Y por si fuera poco, el gobierno ya está preparando un proyecto para “aclarar la reforma” y hacerle “ajustes técnicos”, que limitan aún más la aplicación del sistema de renta atribuida, el que a estas alturas pareciera que va a quedar como una franquicia para las Pymes, que nunca tuvieron muchas utilidades, por lo que el nuevo sistema no recaudará más.

En buenas cuentas, de ser el corazón de la reforma, el sistema de renta atribuida terminó convirtiéndose en un apéndice irrelevante que no molesta ni gusta a nadie, lleno de fallas técnicas, que por impericia y chapucería, terminó por morir antes de siquiera ver la luz.

Al final del día, se modificó el sistema completo, para que las cosas no cambiaran demasiado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias