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¡El que no salta es Conicyt!


Al son de ¡El que no salta es Conicyt!, cientos de jóvenes investigadores denunciaron la precariedad a la que están sometidos, manifestando su descontento, frente al palacio de La Moneda y luego en el frontis de las oficinas de Conicyt en calle Moneda hace unos días.

Casi al mismo tiempo, un importante número de legisladores de la nación –de diferentes sensibilidades políticas– primero en la cámara de diputados y luego en el senado, intentaron rechazar en su totalidad la partida presupuestaria 2016 para Conicyt, blandiendo un argumento angular: llegó el momento de discutir el tema estratégico y la mirada a largo plazo de una Política de Estado en ciencia y tecnología para Chile. Procuraron hacer un alto en la rutinaria discusión de asignación de recursos económicos para la ciencia y la tecnología, conminando a las autoridades políticas para que instalen este fundamental debate y, de paso, evitar que una vez más la inmediatez y la improvisación sigan campeando en este ámbito. No fue posible, la comunidad científica quedó transida de frustración y de ahí los jóvenes con la sensación de que: “Nuestros gobiernos han elegido la ignorancia”.

Hoy la nación tiene un deber, un gran deber político, y una deuda histórica con la memoria: ¡A la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, Conicyt, hay que cuidarla! Es el único organismo que el Estado de Chile posee para el cultivo y conservación tanto de nuestro patrimonio científico y tecnológico, como de aspectos intelectuales y culturales de la sociedad chilena, latinoamericana y del mundo. Por lo demás, es la sola institución de ciencia y tecnología del país donde están todos representados y donde todos caben.

Hagamos un poco de memoria. Conicyt es un organismo del Estado creado en 1966 por el Presidente Eduardo Frei Montalva, como institución asesora del Presidente de la República, para definir y conducir la política nacional en ciencia y tecnología. Su órgano colegiado superior es un Consejo dirigido por un Presidente, quien debía oficiar de manera informal con rango de ministro.

[cita tipo=»destaque»]Es imprescindible una reorganización estratégica de Conicyt para la creación de una institucionalidad permanente, altamente profesionalizada y con rango de ministerio. Ello asegurará su liderazgo frente a la comunidad nacional, con credibilidad y con sustento político de largo plazo.[/cita]

El Consejo Asesor fue suspendido en 1974 por la dictadura cívico-militar, a través del Decreto Ley número 668 del año 1974, rebajándolo a una oficina sin ningún peso político. Todos los poderes recayeron en el Presidente, quien pasó a ser depositario de las facultades del Consejo y de las atribuciones de las autoridades unipersonales, y en la práctica un administrador más del aparato del Estado. Durante el periodo 1990-2014, no hubo atención a este punto y continuó operando con la estructuración de la dictadura.

Una vez que nuestro país enfrenta el salto a la modernidad, se pone en el debate la necesidad de una Política de Estado en ciencia y tecnología, y por añadidura de una institucionalidad acorde a los desafíos del quehacer actual en este ámbito. Las sociedades científicas –muy desatendidas por el poder político, pero dónde radica el mayor porcentaje y potencial de la ciencia chilena–, universidades, centros de excelencia, entre otras organizaciones doctas, se preocupan e insisten en progresar en este ámbito. En particular, claman por avanzar hacia una estructura estatal definitiva, sea un ministerio, consejo asesor u otra estructura, pero que tenga nuevamente rango ministerial.

Muestra de aquello fue el reclamo insistente e incesante producto de que la presidencia de Conicyt estuviera vacía entre septiembre 2013 y septiembre de 2014. Es en esta última fecha, cuando asume el académico de la Universidad de Chile, ex decano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, Dr. Francisco Brieva.

En febrero de 2015, el gobierno hace uso de una facultad contenida en el Decreto Ley de 1974 y restablece el Consejo de Conicyt, nombrando miembros que son en su mayoría científicos. Además, se retoma la vigencia de todo el estatuto orgánico de antaño, sin hacerle revisión alguna. En particular, la mayor parte de las atribuciones de Conicyt, hasta entonces ejercidas por un académico –el Presidente de Conicyt–, pasan a ser resorte de su Director Ejecutivo, ya que este último es el jefe del servicio.

El viernes 30 de octubre de 2015, el profesor Brieva renuncia a la presidencia, pues –según se deduce de su visión– se producen desde marzo roces de competencia y desinteligencias al interior de Conicyt por falta de voluntad de coordinación en el nivel ejecutivo, evidenciado en que completaba seis meses sin recibir remuneración por su desempeño. Como es natural, la comunidad científica y tecnológica se siente afectada por el alejamiento del profesor Brieva, a quien considera un par y apreciaba como garante de un necesario equilibrio para la gobernanza de Conicyt.

Por otro lado, se palpa en las voces de los jóvenes las ganas de avanzar y contribuir, retomando una senda de futuro en ciencia y tecnología. Están presentes las ansias de los jóvenes, la alegría de buscar nuevo conocimiento y las ambiciones de contribuir a inventar nuevos horizontes para la humanidad. Con este preámbulo, intentemos buscar un contexto adecuado de propuestas y desafíos para Conicyt.

Como la principal propuesta para el futuro de Conicyt está el nombrar un presidente con legitimidad académica y fuerte respaldo político, a quien se encomiende la elaboración de una estrategia nacional de desarrollo científico y tecnológico, con participación de toda la comunidad académica.

Parece razonable buscar una composición más representativa del Consejo de Conicyt, el cual como órgano legalmente comisionado para asesorar al Presidente de la República, debe ser un espejo de la realidad nacional ligada con ciencia y tecnología. Para modificar su composición, debe contarse con un informe jurídico que determine cómo hacerlo sin necesidad de una Ley que reforme el estatuto orgánico. La implementación de lo que proponga el informe será un acto político de gran envergadura porque establecerá un grupo con amplio respaldo en la comunidad científica, sus organismos afines y los sectores políticos representativos con visión estratégica de la nación.

La implementación de la proposición no debiera tomar más de tres meses y asegurará, no sólo una correcta gobernanza de la institución, sino de todo el sistema nacional de desarrollo científico y tecnológico que, desde 1974, ha carecido de una autoridad representativa que genere políticas integrales en el sector.

Demás está decir que es imprescindible una reorganización estratégica de Conicyt para la creación de una institucionalidad permanente, altamente profesionalizada y con rango de ministerio. Ello asegurará su liderazgo frente a la comunidad nacional, con credibilidad y con sustento político de largo plazo. Así será posible una nueva organización, que planifique y realice labores de inteligencia en investigación científica y negocios tecnológicos, que coordine a las agencias de financiamiento, implemente tareas de control de gestión y sea la responsable de entregar información sistemática de los recursos utilizados y de sus impactos reales.

La aprobación de la estrategia y la reorganización de Conicyt por la Presidenta de la República abrirá nuevos horizontes a la esperanza, renovará la confianza en este, nuestro Conicyt, y devolverá definitivamente al firmamento de la inteligencia chilena el arcoíris de la sabiduría y de la generosidad que, casi sin darnos cuenta, se liberó en febrero último al derogarse la espuria ley número 668.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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