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El Oficialismo se olvidó de gobernar

Giovanni Semeria
Por : Giovanni Semeria Estudiante de Derecho, militante PS.
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A poco tiempo de terminar el segundo año del nuevo mandato de la Presidenta Bachelet, afloran sin parar los análisis políticos y de gestión, los que en su mayoría redundan en críticas al manejo que ha tenido esta administración y los llamados “errores no forzados”. Sin embargo, pocos son los que abiertamente hablan de los otros grandes responsables de la baja popularidad de este gobierno; los propios partidos de la Nueva Mayoría, que en muchas ocasiones, han buscado pequeñas ventajas personales dejando de asumir las responsabilidades que les apareja ser la coalición de la presidenta.

El oficialismo debe hacer un mea culpa sincero, franco y duro, pero luego de eso, debe enmendar el rumbo y evitar cualquier intento por caer en las lógicas de poder de crepúsculos partidarios o peor aún, de caudillos. Han errado, y lo han hecho por ejemplo en materia de probidad, haciendo defensas corporativas o guardando silencio en aquellos casos en que sus militantes se han visto envueltos en casos de corrupción o incluso peor, moderando los proyectos que buscan terminar con los vicios en el poder, pues parece ser que quisieran repetir las malas prácticas. Adecuado es aquí el refrán “el que nada hace, nada teme”.

La Nueva Mayoría no puede ni debe tomar por propias las acciones de la derecha, que, de manera inmoral pretende justificar lo injustificable. La Nueva Mayoría debe recordar que el pueblo eligió a este gobierno para que realice cambios transformadores y que éste, clama por ellos.

Por otro lado, también han errado en algo fundamental; han dejado de ser leales. Es inaudito que algunas personalidades partidarias (por muy minoritarias que sean) amenacen con abandonar la coalición cada vez que existe alguna diferencia importante; es de toda lógica que en un pacto donde convergen desde marxistas hasta liberales de mercado haya diferencias importantes, pero al parecer, la “unidad en la diversidad” ya pasó de moda.

Las bases de la Nueva Mayoría, esos que votaron por Bachelet y sus reformas, al parecer piensan muy distinto a los dirigentes políticos, toda vez que las críticas se dirigen inequívocamente a cómo desde el parlamento y los partidos han enfrentado el desafío de ejecutar las reformas. De muestra un botón: el pasado 5 de octubre en el Teatro Caupolicán, los adherentes del gobierno, desde el PC a la DC aplaudieron de pie a la Presidenta y abuchearon a sus políticos y parlamentarios. ¿Se habrán preguntado los dirigentes cuál es el origen de esta disociación? ¿Habrán hecho un mea culpa? Si lo hicieron, fue solo de manera testimonial, porque el comportamiento hoy no es muy diferente.

[cita tipo=»destaque»] El ser gobierno no solo consiste en aparecer en la foto de campaña y ganar votos a costa del presidenciable, significa también poner su capital político al servicio del bien común, ese bien común está representado por el Estado y la jefa de él es una sola, Michelle Bachelet. La palabra clave es lealtad, y de esa, falta mucho.[/cita]

El llamado es uno y simple: si existen diferencias, plantéenlas, y luego de ello, propongan soluciones. El ser gobierno no solo consiste en aparecer en la foto de campaña y ganar votos a costa del presidenciable, significa también poner su capital político al servicio del bien común, ese bien común está representado por el Estado y la jefa de él es una sola, Michelle Bachelet. La palabra clave es lealtad, y de esa, falta mucho.

El gobierno ha cometido errores, es cierto, pero sigue impulsando los cambios necesarios para que este país deje de ser el más desigual de todos, pero lamentablemente, no siempre lo ha hecho gracias a los partidos, algunas veces, esos cambios los ha hecho a pesar de ellos. El tiempo dirá y juzgará, más allá de los acuerdos coyunturales para aprobar proyectos prioritarios, si los partidos se comportaron a la altura del desafío, y si acompañaron o no a un gobierno que pretende ser el más transformador en 40 años.

La izquierda y el centro tienen un doble desafío, uno moral y otro político. El primero, obedece a erradicar cualquier intento por blindar a los militantes que están siendo investigados, aún a pretexto de esperar la justicia, pues en un contexto como el actual, eso no basta. El segundo, junto con reconciliarse con la palabra lealtad, es reencontrar el camino que nos hizo volver al gobierno, eso que como políticos nos mueve y nos hace permanecer aquí; el saber que la gente se puede beneficiar por los cambios que entre todos propiciamos; volvamos a la calle, volvamos a la gente y recuperemos la mística que nunca se debió perder.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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