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Palabras y más palabras, ¿y los actos?

Eduardo Valenzuela Bejas
Por : Eduardo Valenzuela Bejas Músico, Master en Artes y en Fillosofía de la Universidad París 8
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No es sin interés seguir los intercambios a través de los periódicos entre fuerzas políticas y entre personas políticas. Este es el caso de lo que se dicen públicamente, actualmente, Carlos Peña y Carlos Ominami, o lo que se dicen el PDC y el PC a través de sus dirigentes, Walker, Pizarro, Chahin, Teillier. En estos intercambios hay ciertas palabras que aparecen que nos revelan, de alguna manera, lo que estas fuerzas y personas tratan de decirnos, de explicarnos. Al mismo tiempo nos muestran los límites de la lengua. No es un azar si alguna vez dijo, Roland Barthes (1915/1980) esta frase excesiva: “la lengua…no es ni reaccionaria ni progresista; ella es simplemente fascista; ya que el fascismo no es impedir de decir, es obligar a decir”. Es un pensamiento complejo, pero tiene la fuerza y el interés de incitarnos a la reflexión, por ejemplo a reflexionar sobre ¿Quién habla cuando hablamos, nosotros o el lenguaje? ¿Para qué hablamos? Lo que nos queda claro es que “con el lenguaje yo puedo hacerlo todo; incluso y sobre todo no decir nada”. En todo caso no es el objetivo de este artículo entrar en esta discusión.

Han salido a la palestra en los intercambios señalados más arriba, palabras tales como parcial, cerrado, sectario, golpista, corrupto; incluso un dirigente del PDC trajo a nuestra memoria el concepto de Unidad Popular. Este último fue utilizado de una manera un poco peyorativa, pues diciendo que la Nueva Mayoría, sin la DC, sería algo como la UP, se quiso degradar la percepción de lo que fue la UP. La UP significa muchas cosas importantes, nos hace pensar en muchos proyectos y personas, muchas de las cuales están muertas, como Allende, Letelier, Almeyda, Tohá, Barrios, y tantos otros. Al ver estos nombres nos damos cuenta que UP tiene nobleza, tiene alma. Pero además sucede que Unidad Popular, en relación a Concertación o Nueva Mayoría, es mucho más significante. En UP hay dos palabras llenas de sentido, unidad y popular. ¿Qué palabras más dignas se podrían encontrar para nombrar un frente político? Concertación es bastante débil, y Nueva Mayoría no quiere decir nada realmente.

Que hoy se denuncie la corrupción, acusando a los corruptos de corruptos, parece algo justo, que está en resonancia con lo que piensa la ciudadanía en general sobre este tema, con la intuición popular, sobre todo en lo que concierne a la manera de combatir esta peste moderna tan ligada a la globalización y al liberalismo. Partimos de la base que la acusación es fundada, evidentemente. Entonces, esta palabra nos habla, nos dice algo de lo que sucede hoy en el mundo y en Chile, donde cada día aparece un nuevo caso de corrupción, y siempre estamos sorprendidos por lo que leemos, por lo que aprendemos.

La palabra golpista es fuerte, pues nos recuerda la historia de este país y de América Latina, nos trae a la memoria nombres de personas y de colectividades políticas que hicieron posible el golpe de septiembre de 1973. O sea es una palabra llena de sentido, de carga histórica. No todas las fuerzas políticas chilenas fueron o pueden ser acusadas de golpistas, solo algunas. Es una acusación dura, pero que nos hace repensar lo que sucedió, nos permite no olvidar. El olvido es la carta que juegan los que fueron golpistas. Los que no lo fueron tienen pleno derecho a recordar este comportamiento, pues la historia nos muestra cada día lo grave que fue haberlo sido, y la tragedia que el golpe significó para Chile.

La palabra cerrado, bien que se la quiera obsequiar al PC chileno, se puede decir que no es muy significativa, y no individualiza a una sola formación política. Cerrado sigifica “estricto, rígido, terminante”. De esto acusa el PDC al PC, pero qué se puede pensar de un partido que en su nombre lleva la palabra cristiano? Esta ya pone un límite, pone una exigencia, algo preciso le pide al militante, tiene que ser creyente, o sea es una proposición cerrada. Es necesario que el nombre de un partido haga relación a una creencia? No. Podemos imaginar lo que podría ser una democracia cristiana? Podria ésta existir verdaderamente? En realidad, si existe un partido que debería cambiar de nombre, por ser cerrado, es el PDC, pues ser creyente en una sociedad laica, no es una garantía de nada. Ser creyente nos hace mejores? Son menos corruptos los que creeen? Son menos asesinos? A juzgar por lo que vemos hoy, por lo que la historia nos enseña, no es seguro.

Con sectario, que según la definición del diccionario, significa “secuaz, fanático e intransigente, de un partido o de una secta”, pasa algo parecido a lo que sucede con cerrado. Es cierto que el PC tuvo fama por su sectarismo, que a veces fue ridículo, pero era otro período histórico, y de una manera general, todas las fuerzas políticas eran sectarias en los años setenta, con niveles diferentes claro está. La política de bloque contra bloque creaba esta deformación del pensamiento.

[cita tipo=»destaque»]Mientras el intercambio, la discusión entre los partidos políticos o entre los políticos no cobre un nivel más elevado, no avanzaremos. Estaremos siempre como en un pantano, es decir cada movimiento nos hundirá más y más.[/cita]

Entonces es riesgoso acusar a otro partido de cerrado o de sectario, pues es difícil no serlo del todo. Lo contrario es ser abierto, ¿pero abierto a qué? ¿A las ideas de la fuerza antagonista? Entonces qué queda de la idea primera, de la idea de base? Vemos que entre cerrado y abierto, hay un pasaje difícil, del cual podemos salir mal parados. Sea somos cerrados, y entonces podemos devenir sectarios, sea somos abiertos, y podemos devenir la nada misma.

Parcial, que significa “que sigue el partido de alguien, o está siempre de su parte” es interesante, pues nos habla de cómo pueden ser percibidas por los ciudadanos las decisiones de justicia u otras, en las cuales se ve de una manera clara, que el sistema político actual no es igualitario, que siempre hay dos medidas, una para los poderosos y otra para los débiles; una para los políticos y otra para los ciudadanos ordinarios. Esta acusación nos lleva a pensar que hay que ser imparcial, ¿pero quién es o puede ser imparcial de una manera verdadera, creíble? Se necesita una tremenda fuerza moral y ética para ser imparcial, y no todos tenemos esa fibra en nuestro ser.

Finalmente de lo que nos hablan estos intercambios a través de la prensa, es de otra cosa, es de aquello que falta, es de democracia, de régimen político justo, de perspectivas, de futuro, de respeto del otro, de ética, de proyecto político. ¿Cuál es el proyecto político, además de tener, de tomar o de guardar el poder? ¿Un proyecto para hacer qué? ¿Un proyecto de transformación o de permanencia en lo actual? Ya nadie habla de pasar a otra cosa, a otro régimen, a otra democracia. Todos se satisfacen en manterner lo actual, cuando sabemos que lo actual es muy deficiente y sin perspectivas. Entonces nos damos cuenta que estos intercambios no son importantes, no nos dan una nueva perspectiva política, y explican ciertamente el descontento con la política que se instala entre nuestros ciudadanos.

Estos intercambios nos hablan también de otra figura que se llama la “mala fe”. Algunos de los que se expresan, lo hacen con mala fe, en el sentido sartreano, es decir en el sentido de mentirse a sí mismo. Esto quiere decir que es a mí mismo que yo escondo la verdad. El mentiroso es a la vez el engañado. Se trata de un caso en el cual no hay la dualidad engañador/engañado, esto significa que yo debo saber como engañador la verdad que me es escondida como engañado. Este caso es diferente de la mentira que supone mi existencia, la existencia del otro, mi existencia por el otro y la existencia del otro por mí. En fin, este tema daría para una discusión larga, pero me parecía importante señalar esta forma de conducta, sobre la cuál se podrían dar muchos ejemplos.

Podemos concluir, provisoriamente, diciendo que mientras el intercambio, la discusión entre los partidos políticos o entre los políticos no cobre un nivel más elevado, no avanzaremos. Estaremos siempre como en un pantano, es decir cada movimiento nos hundirá más y más. Para que podamos avanzar, salir del pantano y poder pasar a otra etapa en la construcción de un proyecto político innovante, parece indispensable que la palabra política y los actos políticos tengan una relación, que estén en relación; que la palabra siempre sea inteligente y justa, y que los actos sean siempre fundados e irreprochables.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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