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Clásicas y nuevas tecnologías en la cotidianeidad

Felipe Lazo
Por : Felipe Lazo Arquitecto e investigador del Centro de Investigación en Turismo y Patrimonio, CITYP
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Protagonistas y espectadores de los cambios tecnológicos durante el siglo XX y XXI han sido autores de numerosas frases que hoy, al ser citadas fuera de contexto, parecen carecer de sentido, como: “No existe ninguna razón para que alguien quiera tener una computadora en casa” (dicha en 1977 por Ken Olson, presidente, director y fundador de Digital Equipment Corp.). Sin embargo, estas mismas pueden ser entendidas como registros históricos de los notables –y por muchos inesperados– cambios en la inclusión y masificación de nuevas tecnologías en la sociedad, sobre todas aquellas herederas de la electricidad y el microchip.

Proyectos musicales como el “Acid Brass” (banda de vientos clásica, reproduciendo el sonido originalmente electrónico del “Acid House”) o el “brasshouse” (similar idea con exponentes como la banda callejera “Too many Zooz”) son una muestra, de entre muchas, de cómo en la música –una de las formas de expresión artística más difundida y consumida por la sociedad en distintos formatos y, por tanto, una importante muestra de los cambios culturales y tecnológicos– el sonido electrónico se ha llegado a insertar a tal punto que hoy puede ser asimilable por músicos e instrumentos clásicos análogos que no dependen de electricidad para su funcionamiento.

En otras expresiones artísticas –en este caso pictóricas– populares como el mural y el grafiti, se ha introducido el “pixel art”, que es una representación pictórica o tectónica análoga de una imagen originalmente digital. En los soportes para literatura tenemos otro referente de este proceso que vivimos, representado por el libro electrónico, formato que no ha eliminado al libro impreso –como se pensó en un principio–, y que es más bien un formato que pone al alcance del lector la posibilidad de llevar en el bolsillo numerosos tomos, que de otra manera resultaría físicamente difícil y poco práctico; creando un nicho totalmente complementario al libro impreso, ya que hoy se entiende que nos interesan los contenidos pero el contenedor y el formato, según sea el caso, resulta igual o incluso más importante.

[cita tipo=»destaque»]Lo digital nos puede permitir rescatar nuevas aristas de lo análogo, nos entrega nuevas herramientas para obtener más material de lo ya existente y desarrollado por años. Esto queda latente en los mapas digitales, que han dotado de un nuevo soporte a la práctica del mapeo.[/cita]

En cuanto a los medios a través de los que consumimos contenidos, hoy tenemos productos que podrían ser considerados anacrónicos desde la mirada de finales del siglo XX y principios del XXI; tornamesas con salida de audio digital (con el auge y reproducción de nuevos vinilos), junto a conceptos en otros ámbitos como el “Internet de las cosas” y la disponibilidad de objetos de usos más específicos como lápices digitales, entre muchas otras formas de aplicación tecnológica electrónica y digital sobre la base de objetos de diseño y/o tecnología análoga que surgen día a día. Estos ejemplos refuerzan la tendencia observada de la fusión, mas no la distinción de los mundos análogo y digital.

Con la amplitud de mirada que nos entrega el paso del tiempo, podemos notar cómo lo digital, sin el referente análogo –y viceversa– pierde fuerza y hasta sentido en la cotidianeidad (el diseño de los relojes digitales, por ejemplo, y de los más recientes relojes inteligentes, han tendido a asimilar características funcionales y de diseño propias de los relojes de pulsera mecánicos, con el fin único de generar una analogía de uso asimilable de las nuevas funciones por parte de la mayoría de los usuarios, tengan o no algún conocimiento de la tecnología aplicada en la construcción del nuevo objeto). No es de extrañar que hoy se considere el desarrollo de la realidad aumentada (“hololens”, “glass”, “Layar”, etc.), que busca justamente aumentar la información presente en la realidad física, por encima de la realidad virtual pura, que busca una realidad paralela y/o desvinculada de la física.

Lo digital nos puede permitir rescatar nuevas aristas de lo análogo, nos entrega nuevas herramientas para obtener más material de lo ya existente y desarrollado por años. Esto queda latente en los mapas digitales, que han dotado de un nuevo soporte a la práctica del mapeo. Al usuario y específicamente al turista contemporáneo, el mapa impreso o físico (análogo) clásico presta una utilidad reducida frente a su símil digital en terreno, ya que el primero no permite ubicación en tiempo real, vistas personalizadas, zoom, consultas, enlaces, actualizaciones y mucho menos modelado 3d de entornos (entre muchas otras funciones que se van agregando o perfeccionando). Sin embargo, estas propiedades se han comenzado a integrar a los mapas e imágenes impresas en distintos niveles de complejidad a través de los códigos QR y las aplicaciones de realidad aumentada, convirtiendo las dos expresiones, nuevamente, en complementarias.

En paralelo, el mapeo digital ha creado un nuevo nicho como soporte para la construcción de un soporte audiovisual de relatos de diferente índole a través de plataformas y herramientas como los “story maps” o mapas que cuentan historias y que entregan al público la posibilidad de enlazar y compartir interactivamente hechos, territorios, sonidos e incluso comentarios, descripción de recuerdos y hasta olores –aún dentro de los límites de lo audiovisual– a modo de un atlas enciclopédico interactivo, utilizando y mezclando las bases de datos de mapas e imágenes satelitales existentes, lo que lleva a la plataforma a exponer desde los temas más comunes y cotidianos a los más específicos e inimaginables. Estos mapas de historias pueden proveer un soporte para la difusión de la identidad de los lugares asociados a sus costumbres y fiestas, experiencias personales, así como a sus atractivos turísticos. En este caso los formatos físicos en que podemos acceder a esta información resultan críticos en su asimilación y uso (hay un antes y un después de la masificación de los dispositivos móviles con capacidad de conexión permanente a internet en este respecto).

Con relación a lo anterior, otro ejemplo donde lo análogo-digital juega un papel preponderante es durante los viajes, modificando la experiencia previa, en el lugar y posterior a una visita. Así, si se busca información acerca de un lugar, no encontraremos solo publicidad, sino también comentarios, enlaces, rutas, guías, productos, imágenes, videos, relatos y un sinfín de otros recursos que se crean día a día, no solo desde las entidades oferentes de servicios, sino que también de los propios usuarios, quienes comparten información territorializada en distintos formatos. Claramente hoy existe un turismo que, en concordancia con la realidad actual, depende cada día más de las posibilidades que entrega la tecnología digital, las redes y los nuevos medios de comunicación. Sin embargo, está ahí para abrazar y potenciar el turismo análogo de la señalética, el mapa impreso, la guía de bolsillo, la infraestructura de servicios, la arquitectura, el arte y la planificación territorial. Esta fusión encuentra mayor compatibilidad con la naturaleza humana y sus formas de percepción, memoria y comunicación, que dependen tanto de un cuerpo físico –sentidos– como de un cuerpo intelectual –pensamientos, personalidad, sentimientos–, que son indivisibles.

P.S.: Si desea más información, realizar consultas y ver links a los ejemplos de los temas mencionados en este texto puede visitar la versión digital en www.cityp.org

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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