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Críticas a la atención pública en Salud y la inercia burocrática

Rafael Urriola U.
Por : Rafael Urriola U. Director Área Social Chile 21
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Hay un descontento generalizado en la población con respecto a la atención de salud en Chile. Más del 70% de la población –en todas las encuestas– colocan a la salud y la seguridad como los principales problemas en el país. Algunos –los afiliados a Isapres– presienten que si se enfermasen de lo que está fuera de cobertura quedarán arruinados; los otros –afiliados a Fonasa– creen que en caso de necesidad sanitaria mayor es un azar si obtendrán oportunamente la atención necesaria. Ambos, viven en la incertidumbre. Justamente la seguridad social, como su nombre lo indica, está hecha para que las personas en caso de necesidad encuentren protección oportuna, de calidad y a un costo financiero razonable, de acuerdo a los ingresos personales. Esto, se espera suceda en salud y en vejez o pensiones (que tampoco funciona en el país).

En el caso del sistema público cabe preguntarse: ¿faltan recursos humanos? ¿Faltan recursos monetarios? ¿Faltan capacidades de gestión? En general, los especialistas tienden a decir que, en definitiva, es un poco de todo lo anterior. Esto es una manera de no enfrentar seriamente el problema. Recuérdese que a la entonces ministra de Salud, Michelle Bachelet, en 2010 se le encomendó terminar con las listas de espera. Ella, un año después, reconoció públicamente su fracaso, lo que le significó un reconocimiento por su honestidad. Pero nadie aprendió del fracaso ni se dieron explicaciones a lo que había fallado o al diagnóstico errado que, eventualmente, podría haber ocasionado el fracaso.

En la gestión moderna –pública y privada– examinar en profundidad los fracasos es tan importante como sistematizar los éxitos. En el Ministerio de Salud no se conoce de algún documento oficial al respecto ni cómo se pretende resolver el problema, o siquiera avanzar (porque nadie está obligado a resolverlo todo en un año). Al parecer estamos a fojas cero. ¿No hay planificación?, ¿no hay metas? Ni parciales ni de largo plazo; no hay compromisos de resultados; se pagan bonos por desempeño y por cumplimiento de programas de mejoramiento de la gestión pero ¿cómo se mide? Se ha duplicado el presupuesto sectorial en cerca de 10 años y nada se divulga sobre resultados de este aporte.

[cita tipo=»destaque»]¿Es posible que un Ministerio de Salud que está en la mira por las dificultades de atención tenga tres meses vacante el puesto de la subsecretaría encargada de Redes?, es decir, justamente la que está a cargo de mejorar los mecanismos de atención.[/cita]

¿Cuál es entonces el problema? La administración pública en los últimos años ha inventado técnicas (PMGs, excelencia, etc.) e instancias –como la Alta Dirección Pública– que no han logrado superar el cuoteo burocrático partidario y esto hace que los resultados poco importen.

¿Es posible que un Ministerio de Salud que está en la mira por las dificultades de atención tenga tres meses vacante el puesto de la subsecretaría encargada de Redes?, es decir, justamente la que está a cargo de mejorar los mecanismos de atención. ¿Es posible que el Ministerio de Salud tenga por un período similar vacante el puesto de encargado de inversiones?, en circunstancias que la principal –si no única– oferta del gobierno para el período fue la construcción de hospitales, es decir, las inversiones. ¿Es posible que la construcción del Hospital El Salvador, que fue concesionado hace más de un año, todavía no entra ni una pala al recinto porque los trabajadores se oponen? Cualquiera sea la decisión pero, en estas circunstancias, ¿quién paga el lucro cesante de la empresa concesionaria? ¿Cuánto está costando al erario el no hacer nada?

No se trata, entonces, de un déficit de la microgestión –la de los encargados de consultorios o directores de hospitales– que, sin duda, deben mejorar, especialmente, en lo referente a comprometerse en criterios unificados, transparentes y oportunos en cuanto a información de todo tipo; y en lo referente a las prestaciones que otorgan y a las derivaciones y coordinaciones con el sistema.

Sería comprensible, incluso para los menos expertos, entender que su consultorio está mejorando paulatinamente, pero mejora. Aunque, en general, no hay criterios para dar cuenta de esto a los usuarios ni mecanismos confiables para asegurar la fidelidad de una información de este tipo. Sería necesario, por cierto, que una derivación a una consulta de especialidades no sea un mero papel, sino una orden de atención aunque tome algún tiempo (razonable). Hoy, las derivaciones son una suerte de “sacarse el cacho” de un paciente que requiere atención.

Se dirá que hay que hacer muchos esfuerzos para cambiar las culturas de los funcionarios pero, quizás, lo más importante es cambiar “la cultura” de las autoridadesl que suelen optar por lo fácil: la inercia burocrática.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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