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De Trump a Merkel: ¿fronteras cerradas o sociedades abiertas?

Andrés Villar Gertner
Por : Andrés Villar Gertner PhD en Relaciones Internacionales e investigador, Departamento Política y Estudios Internacionales, U. de Cambridge.
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América Latina no tiene por qué ser indiferente al actual debate en Europa y Estados Unidos. La región tiene que tomar una opción política en cómo enfrentar, entre otros, los crecientes flujos migratorios y las dinámicas de la globalización: TPP y cambio climático.

El fenómeno de Donald Trump ha marcado la carrera presidencial en Estados Unidos, y por ende la atención mundial. Pero ¿son sus posturas y estrategia electoral un caso aislado o más bien una aparente tendencia entre las democracias más desarrolladas? En una reciente nota del académico Ulrich Speck en The Observer, señala como el mundo se está dividiendo entre aquellos que promueven el discurso del miedo y los que optan por la apertura. El eje del debate gira en torno al significado que le damos a las fronteras: ¿son ellas un obstáculo a la libre circulación de ideas, información y bienes y, por lo tanto, deben ser reducidas? O, al contrario, ¿son las fronteras indispensables para hacer frente a las amenazas reales o supuestas como el terrorismo y la competencia?

En el actual escenario, el candidato republicano y la Canciller alemana representan dos polos opuestos del actual debate político. Por una parte, están los líderes que construyen su discurso desde una conflictiva y excluyente noción de territorialidad, y aquellos que optan por una mirada más globalista para hacer frente a nuevos desafíos.

Lo de afuera es peligroso: entre nacionalismos y populismos

La creciente irrupción de discursos nacionalistas y populistas, han sido la fuente de escape electoral en varios países de Europa. El fenómeno llego tarde a Estados Unidos, pero tiene un mismo patrón; rechazo al establishment, critica a los procesos de integración económica (TPP en US), y un discurso que apela a la recuperación de las fuentes de trabajo e identidad nacional (rechazo a las migraciones).

Sin duda, Trump no está solo. En Europa, las fronteras, con su significación política y simbólica, están en el centro del debate y han sido utilizadas electoralmente desde Marine Le Pen en Francia hasta Nigel Farage en el Reino Unido. La actual crisis humanitaria que viven los refugiados en Europa ha sido una oportunidad para que líderes como el Primer Ministro húngaro, Viktor Orban, construyan murallas de alambres de púas con el fin de impedir el ingreso de refugiados que escapan de zonas en conflicto. La mayoría de ellas generadas por las mismas grandes potencias.

Si bien en cada uno de estos casos hay dinámicas internas propias, no es posible entender la magnitud del problema sin poner atención a tendencias más globales. Es ahí entonces en donde el tema se hace más preocupante. Como señala Ulrich, el discurso con un énfasis en la territorialidad y la protección de las fronteras es simplista y populista. Sus opciones de políticas son inconsistentes y contradictoras si se analizan bien las complejidades de los desafíos (refugiados, migraciones, seguridad, cambio climático y la mayor interdependencia económica) a la que se ven expuestas la mayoría de las naciones desarrolladas.

Es el posicionamiento del discurso del miedo, donde todo lo de afuera, más allá de los límites fronterizos es malo. Lo nativo es bueno, puro y debe ser protegido. Asegurar el trabajo de los nuestros debe ser la prioridad de los gobiernos. Son, en definitiva, liderazgos políticos que creen poco en el valor y rol de las instituciones internacionales y que tienen una errada creencia que construyendo muros o aislándose, sus economías volverán a crecer y serán Estados más fuertes.

La otra respuesta: la Alemania de Merkel

Si para personajes como Trump o el nacionalismo populista reinante en Europa, la mayor integración económica y social es vista como una amenaza. Para líderes, como la Canciller Merkel, que apoyan la globalización, las sociedades abiertas son aquellas que han aprovechado la interconexión e interdependencia entendidas estas como motores del progreso y prosperidad de sus naciones. No rehúyen del desafío, más bien lo enfrentan. El claro ejemplo es la arriesgada opción política tomada por Merkel de recibir a los refugiados que escapan del Medio Oriente y Asia. Este tipo de liderazgo lo que busca es controlar el fenómeno y minimizar el carácter disruptivo de las fronteras, y a su vez, maximizar las ganancias de sociedades y mercados más conectados. Sin duda hay clara opción normativa y política.

A diferencia de aquellas naciones que optan por aislarse, los Estados que han privilegiado una estrategia de integración están consiente que los años previos de mayor prosperidad, seguridad y libertad no fueron algo casual o dado como lo piensan muchos líderes populistas, sino que más bien es fruto de acciones colectivas que promovieron, a través de una intensa cooperación política y económica, la construcción de un determinado orden internacional. Aquellos que llaman a cerrar sus fronteras, ya sea para impedir el ingreso de europeos del Este en el Reino Unido o expulsar a los (mexicanos) ilegales de EE.UU. ponen en riesgo la prosperidad de sus naciones.

El dilema de los Partidos Políticos

Cómo hacer frente entonces a las tensiones que generan la globalización. Dónde poner el énfasis y definir las prioridades son los desafíos al que se ven enfrentados líderes políticos frente a una ciudadanía más escéptica y descreída de los efectos de la globalización. Según David Miliband, para los partidos de izquierda, el dilema táctico no es menor. Para la izquierda el reto es cómo combinar el crecimiento y las oportunidades económicas que la globalización conlleva con el hecho de hacer frente a las desigualdades que inevitablemente se generan. Para la derecha, el desafío es cómo reconciliar el apoyo a la globalización – especialmente el del libre flujo de capitales y de comercio – con las concepciones tradicionales del orden social (seguridad, estabilidad e identidad común). De ahí surge la división entre los conservadores-nacionalistas y los liberales en lo económico y valórico.

[cita tipo=»destaque»]Es el posicionamiento del discurso del miedo, donde todo lo de afuera, más allá de los límites fronterizos es malo. Lo nativo es bueno, puro y debe ser protegido. Asegurar el trabajo de los nuestros debe ser la prioridad de los gobiernos. Son, en definitiva, liderazgos políticos que creen poco en el valor y rol de las instituciones internacionales y que tienen una errada creencia que construyendo muros o aislándose, sus economías volverán a crecer y serán Estados más fuertes.[/cita]

Sin duda esta discusión no es nueva. Lo preocupante es la intensidad del fenómeno que se va anidando en Europa, y que haya llegado, por lo menos ahora, al debate presidencial de Estados Unidos: ¿cómo evolucionará el tema de los migrantes? ¿Estados Unidos aprobará el TPP? Son dudas que las fuerzas moderadas aún no capaces de articular en una respuesta convincente para la ciudadanía. El dilema de los partidos es evidente y claro. Hay una ciudadanía que no sólo tiene miedo de perder su trabajo, sino que cada vez se le hace más difícil la aceptación del “otro” (migrantes). De ver como derechos y privilegios (acceso a salud y educación) se expanden generando un escenario propicio para aquellos que promueven el cierre de las fronteras.

Bajo una narrativa que llama a recuperar la soberanía nacional se esconde la xenofobia, respuestas simplistas o la falsa ilusión que los estados tendrán mayor autonomía y control, y la verdad, es todo lo contrario. Serán países como el Reino Unido, qué si optan por salir de la UE, perderán estatus e influencia internacional. Es decir, no sólo será un país más pobre y aislado, sino que perderá la capacidad de moldear las estructuras del poder internacional. Los países optan por estrategias de inclusión porque ven en la diversidad cultural un potencial de enriquecimiento para sus naciones. Entendidas no solo como un factor económico, que es real y necesario en muchas naciones europeas, sino que también por una cuestión cultural y social, de valorizar la diversidad como fuente de creatividad y progreso.

¿Y América Latina?

Sin duda los problemas y desafíos que enfrenta América Latina no son de la misma magnitud que el de los países desarrollados. Pero eso no significa mirar como ajenas las dinámicas y opciones políticas que actualmente se discuten. El creciente flujos migratorios en el Cono Sur, el combate al narcotráfico y cuestionamientos a los tratados de libre comercio son algunas de las temáticas que se van posicionando en la agenda regional. Cuál será la respuesta la región: ¿fronteras cerradas o sociedad abiertas?

Dada la naturaleza esencialmente regional de los desafíos, las estrategias de respuesta necesariamente tienen que ser también de naturaleza regional. Así, se pueden descartar desde ya como solución las estrategias de aislamiento en las que un solo país busca blindarse respecto de los efectos negativos de dichos fenómenos, aislándose del resto del mundo mediante políticas de contención. Esto es puede ser una opción política respecto de ciertas orientaciones económica-comerciales. No es tan obvio respecto de otros, como por ejemplo la intensificación de los flujos y presiones migratorias, o el incremento del narcotráfico en que existe la seducción de creer que vía robustecimiento de controles y capacidades coercitivas es posible encapsular al país. Se puede argumentar con buenas razones que esas estrategias de encapsulamiento fracasan en el mediano plazo. En todos estos escenarios las únicas respuestas políticas posibles en términos de regulación o contención según sea el caso –la criminalidad transnacional se contiene o enfrentan, los flujos migratorios se regulan–, consisten en generar mecanismos y políticas de respuesta de carácter regional en donde las nociones de sociedades abiertas deben priman por sobre las opciones de fronteras cerradas.

Lo anterior importa destacarlo en el caso de Chile, dada las próximas elecciones municipales y futuras presidenciales, en donde la aprobación del TPP y la creciente inmigración de latinos tiende a convertir en muy atractivas, para partidos y líderes políticos, estrategias de aislamiento y discursos populistas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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