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¿Junta Nacional de la DC o partido de rugby?


Muchas opiniones, declaraciones y posiciones de los camaradas han aparecido esta semana en los diarios de circulación nacional ¿Cuál es el motivo? La “súper postergada” Junta Nacional de la Democracia Cristiana.

Cientos de militantes y dirigentes se “juntan” este fin de semana para discutir el camino que debe tomar la colectividad que está ubicado en el “top five” de mayor rechazo por la ciudadanía y que tiene a los hijos de su presidente cuestionado por casos de corrupción, el cual, además, tiene afición por el deporte de los caballeros y que en rigor es el político “number one” en cuanto a evaluación negativa del chileno de “a pie”.

Mientras la mayoría de los comunes y mortales siguen con sus vidas normales, en el ex Congreso de Santiago se vivirá un verdadero mundial de rugby o, mejor dicho, una intensa carrera del poder.

Entusiasmada con este evento, me atrevo a adelantar resultados finales. No quiero sonar fatalista, pero me adelanto a decir que este será el partido más fome del que se tenga memoria y donde no sucederá nada. Sí, tal como lo lee, no pasa ni pasará nada.

La cancha que enfrenta hoy la Democracia Cristiana está marcada por sus distintas posiciones internas, no solo del partido, sino también que de la Nueva Mayoría, que nos tiene como la entidad que frena las reformas estructurales del Gobierno, todo gracias a los “matices”.

En este contexto, uno podría pensar que esta “súper Junta” debatirá temas prioritarios para recuperar la credibilidad y la confianza de la ciudadanía, hacer política y ponerse a la vanguardia en temas de país, en el que se debieran tomar decisiones para que la agrupación que en su momento fue llamada a ser el escudo de los pobres vuelva a recuperar esa bandera y anotar un “try” frente al enemigo de todos que es la desigualdad.

Pero no. Este match hará más ruido que anotaciones concretas. Y es que los equipos o “lotes” están quebrados, por lo que habrá solo dos escuadras en la cancha: “Pizarristas” y “Antipizarristas”. Entre medio, surgirá un grupo de espectadores que se levantarán con discursos críticos, pero que se mantendrán en las graderías mirando cómo se tiran la pelota ovalada entre unos y otros.

Por un lado, los “Pizarristas” (el propio Jorge Pizarro, Gutenberg Martínez, su esposa Soledad, Gonzalo Duarte, entre otros) defenderán como buenos delanteros o “forwards” mantener su posición, para lo cual su discurso se centrará a enfrentar las elecciones municipales con un apocalíptico mensaje acerca de la nueva ley de partidos políticos y también afirmándose en datos relevantes, como que en 180 días tendrán la inmensa tarea de estructurar al partido y sus estatutos, cambiar la forma de toma de decisiones, transparentar el financiamiento y procesos electorales y el famoso refichaje que tanto les duele.

[cita tipo=»destaque»] La cancha que enfrenta hoy la Democracia Cristiana está marcada por sus distintas posiciones internas, no solo del partido, sino también que de la Nueva Mayoría, que nos tiene como la entidad que frena las reformas estructurales del Gobierno, todo gracias a los “matices”[/cita]

En este escenario, serán las bases las llamadas a asumir esta gran tarea. Lo malo es que las Bases, representadas en las presidencias comunales y que son quienes tienen el mayor contacto con la ciudadanía, no estarán ahí, porque la verdad es que los Pizarristas subieron las entradas al mundial de 20.000 a 50.000, lo que provoca una inmediata exclusión para estos espectadores, sobre todo los que vienen de regiones, quienes, para peor, deben autofinanciarse pasajes, estadía y alimentación. Estrategia pura para cerrar el juego y tener el público a su favor.

A la inversa, los “Antipizarristas” se destacarán por tener más jugadores de líneas o “backs”, los que intentarán lograr la anotación con un discurso centrado en decisiones políticas, definiciones claras, posturas sobre probidad y transparencia, que es el estándar mínimo que debe tener un colectivo para un país que exige a gritos que dejen de robarnos.

En algunos casos, los más energéticos, le pedirán la renuncia al capitán del equipo (Pizarro), apuntando a que nadie es más grande que el “team”. Con esta coyuntura, la falange podría dar un vuelco, si es que las intervenciones de este tipo entran en el primer tiempo.

Algunos jugadores querrán sorprender intentando hacer un gol de campo o “drop”, a saber, la senadora Carolina Goic, el ex intendente Francisco Huenchumilla, el diputado Fuad Chahín, pero solo si es que se atreven a arriesgar.

Como sea, bajando las expectativas prometedoras de un gran encuentro, lo más probable es que al final del día el juego quede empatado a cero y sin posibilidad de alargue y con los hinchas, que son la mayoría, decepcionados y endeudados.

No nos olvidemos que son ellos, o nosotros, los que vivimos todos los días la colusión de farmacias, el confort, los pollos y cuantas cosas más y que seguimos esperando que algún jugador nos mire. Acá estamos esperando que los de arriba se dejen de mirar el ombligo, que dejen de recibir plata de los empresarios para legislar y emitir boletas y facturas y que piensen alguna vez en abandonar sus vidas ostentosas llenas de “blin-blin” para dedicarse a representar el sentir del chileno trabajador.

Sepa usted que en Chile, que es un “país OCDE”, el sueldo mínimo aún no supera los 250.000 mil pesos, que los abuelos le temen a la pobreza de la jubilación que entrega el sistema de AFP, que las filas en los hospitales todavía no disminuyen y donde subirse al Metro es entregarte a ser ganado y las micros del Transantiago no cumplen con las frecuencias o simplemente no paran. Y no para. La educación excluye y segrega y los derechos de los trabajadores disminuyen. En resumen, la cancha sigue dispareja, las oportunidades faltan y los abusos sobran.

Resumen del partido: mejor quedémonos en la casa y ni siquiera miraremos el juego, total es un deporte de caballeros y la plebe no ha sido invitada. Plan B: usemos el ingenio y pongámonos un traje de rugbista con protecciones bucales incluidas, porque pararse afuera del ex Congreso y esperar que llegue alguna empresa de telefonía a ofrecernos un “pitutito” para parar la olla tampoco es alternativa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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