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Silencio cómplice

Juan Carlos Gazmuri
Por : Juan Carlos Gazmuri Presidente Centro de Alumnos de Derecho UC
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Llevamos más de dos años del actual gobierno y la tan anunciada reforma al sistema de educación superior aún brilla por su ausencia. Estamos en abril y todavía no existe claridad sobre lo que impulsará el Mineduc en esta materia. Hace tan solo unas pocas semanas, se filtró un borrador que da cuenta de los ejes que inspirarán el proyecto, y si bien se insiste con la desprolijidad e improvisación que ha caracterizado al gobierno, nos sirve para identificar las principales directrices de lo que será la propuesta.

Y el futuro no se ve muy alentador. Esto porque se nos muestra un proyecto que busca imponer un régimen de control y fiscalización nunca antes visto, de tal intensidad, que terminaría por sofocar a los diversos proyectos educativos. Así, se propone una Superintendencia con enormes facultades de intervención y supervigilancia que pone en jaque la autonomía de las instituciones de educación superior; y que, a su vez, constituye una peligrosa herramienta de control para el gobierno de turno.

Frente a esto, la FEUC ha sido incapaz de levantar una voz crítica ante el contenido de las minutas, y pareciera que carecen de visión en torno a la grave situación en que esta reforma dejaría a nuestra Universidad. Pero la verdad es que no se trata de ausencia de visión, sino de coherencia con lo que la FEUC ha planteado hasta ahora: avanzar hacia un sistema educacional que someta férreamente las instituciones de educación a la autoridad estatal, a través de una “estrategia nacional de desarrollo”. Más aún, creen que esa misma autoridad debe exigirles no solo calidad y aporte de bienes públicos al país, sino que también determinadas formas de funcionamiento y administración, imponiéndoles, por ejemplo, gobiernos universitarios triestamentales. En definitiva, la FEUC cree firmemente en las propuestas del gobierno y busca profundizarlas aún más.

[cita tipo=»destaque»]Aunque el gobierno y la FEUC parecen olvidarlo, las universidades nacieron para ser espacios de reflexión libre y autónoma de la autoridad política y que esta autonomía resulta fundamental para garantizar un sistema plural y diverso de universidades con idearios propios.[/cita]

Pero aunque el gobierno y la FEUC parecen olvidarlo, las universidades nacieron para ser espacios de reflexión libre y autónoma de la autoridad política y que esta autonomía resulta fundamental para garantizar un sistema plural y diverso de universidades con idearios propios. Porque, para una democracia madura y estable, no solo se requiere pluralidad de pensamiento a nivel individual sino también la posibilidad de que esos individuos se agrupen en torno a visiones comunes, de manera que puedan profundizarlas y transmitirlas.

Es por esto que cada facultad de control e intervención que le otorguemos al Estado en materia educacional, debe ser analizada cuidadosamente y no entregarse indiscriminadamente. En la misma línea, cada requisito que les exijamos cumplir a las instituciones debe justificarse en virtud de asegurarles calidad y excelencia a los estudiantes, y no buscando imponer una u otra visión ideológica de lo que debe ser una universidad.

Es hora de levantar un ideal de modelo educativo alternativo. Uno que entienda que el rol público de las instituciones debe evaluarse según si están o no al servicio de Chile, y no según si se gobiernan o no triestamentalmente. Un sistema educativo que fomente universidades con idearios diversos, para que avancemos hacia una estructura democrática que se sustente en proyectos educativos que dialoguen desde distintas tradiciones de pensamiento y no uno que busque homogeneizarlas, regulándolas por completo e imponiéndoles un determinado régimen de funcionamiento.

Es hora de dejar atrás ese silencio cómplice de una reforma que ha errado el camino.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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