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Casen 2015, lo avanzado y lo mucho que queda por hacer

Juan Carlos Feres
Por : Juan Carlos Feres Presidente Fundación Superación de la Pobreza
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«Vemos un avance pero insuficiente. Aún tenemos más de 2 millones de personas con ingresos que no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas, y más de 3,5 millones de personas viviendo en situación de pobreza multidimensional».


Existían expectativas más bien moderadas respecto de la nueva entrega de la medición de la pobreza. El escenario que capturan los datos dados a conocer este jueves comprende el período noviembre 2015 – enero 2016, vale decir, cuando ya se hacían evidentes ciertos problemas en el mercado de trabajo como la disminución en el ritmo de generación de empleo y/o el crecimiento de las remuneraciones, en el contexto de una economía enlentecida, con suspicacia de los mercados y desconfianza generalizada.

Por ende, no cabe sino considerar como una buena noticia el que dicho cuadro general no haya golpeado negativamente –aunque en un indudable marco de mayor escasez de recursos- los alicaídos bolsillos de las familias menos favorecidas. Ya dispondremos de antecedentes adicionales que nos proporciona la misma encuesta para profundizar en el análisis de los factores explicativos de estos resultados, pero sin duda a ello debe haber contribuido también el hecho de que el país cuenta con un conjunto de políticas y programas que focalizan transferencias monetarias que ayudan a moderar los impactos del mercado.

Todo indica entonces que la suerte de “crisis” que presenciamos no ha sido de la intensidad que algunos esperaban. Eso sí, dada la magnitud del desafío aún vigente, la baja es más bien leve, vista tanto en la pobreza medida por ingresos (2,7 puntos porcentuales) como especialmente en la medición multidimensional (1,3 puntos).

No obstante es suficiente para confirmar que pese a atravesar un periodo de crecimiento más lento, éste no explica completamente y por sí solo los cambios en los niveles de pobreza. Por el contrario, nuestro país es un buen ejemplo a la hora de ilustrar los efectos de la aplicación sistemática de políticas sociales orientadas a proteger de una u otra forma a los más pobres, permitiendo su acceso a las muchas veces escasas y mal distribuidas oportunidades que brinda la sociedad y el Estado.

En otro plano, también son valorables los cambios metodológicos incorporados a la Encuesta Casen en relación a la medición anterior. Desde que consolidamos como Fundación nuestro compromiso sistemático por la superación de la pobreza, hace más de 20 años, asumimos el desafío de la integración de una sociedad que considerábamos fracturada en múltiples sentidos. Y en ese desafío, la forma en que se entiende la pobreza resultaba fundamental. Sabíamos, y así lo dijimos insistentemente, que la pobreza entendida y medida por ingresos era insuficiente, porque invisibiliza aspectos claves del bienestar humano.

Se ha dado un paso fundamental al incorporar la medición multidimensional en la Casen anterior y hoy al haber enriquecido la mirada, con cuestiones que son sensibles para la ciudadanía, como las redes de apoyo familiar, la situación de los barrios, el trato igualitario y la participación. Lo pendiente es incorporar la calidad en algunos de estos indicadores, particularmente en educación, y seguir perfeccionando el instrumento a medida que los cambios que experimenta continuamente la sociedad así lo exijan.

Con todo, persiste un aspecto en el que las cosas parecen estar detenidas en el tiempo (o avanzar muy lentamente) y que en el diagnóstico de la mayoría de los observadores explica parte importante del descontento social prevaleciente hoy en el país, erigido en uno de los fundamentos de la crisis de confianza en las instituciones, autoridades, empresarios y políticos que reiteran una y otra vez los diferentes sondeos de opinión pública.

Se trata de la “inamovible” desigualdad y la persistente concentración de la riqueza y las oportunidades en unos pocos, que bloquea, o al menos dificulta, el acceso a los canales de movilidad social y progreso a las grandes mayorías. Los avances que en este sentido muestra la última encuesta son pequeños y del todo insuficientes (Gini de ingresos autónomos pasa de 0.50 a 0.49 y el de los ingresos monetarios de 0.49 a 0.48, con lo que el país se mantiene como el de más alta concentración dentro de la OCDE).

En suma, desde cualquier óptica que se analicen las nuevas cifras vienen a confirmar la prolongación de la tendencia hacia la reducción de los niveles de pobreza en el país. Sin embargo, el muro de la concentración de la riqueza parece inexpugnable. Esto creo que explica en gran parte que los ciudadanos no necesariamente experimenten esta leve baja de la pobreza o ni siquiera tengan una visión positiva de los avances, las políticas sociales o la protección del Estado.

La cuestión de la molestia oculta la pobreza también y hay que tener cuidado con eso. Qué más da que haya un poco más o un poco menos de «pobres» si hay una estructura del poder y riqueza asentada, que no se mueve un milímetro.

Tenemos, también, grandes inequidades territoriales que quedan evidenciadas con la nueva medición y además en la ruralidad existe el doble de pobreza por ingresos que en zonas urbanas. Por otra parte, la pobreza multidimensional en adultos mayores es preocupante y sobre todo, tenemos una enorme deuda como país, con los niños, niñas y jóvenes porque es en ese grupo donde hay más pobreza. En suma, vemos un avance pero insuficiente. Aún tenemos más de 2 millones de personas con ingresos que no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas, y más de 3,5 millones de personas viviendo en situación de pobreza multidimensional. Chile puede y debe mejorar el bienestar de todos ellos.

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