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Sename, elysium y la razón funcional


El extraordinario escritor uruguayo Eduardo Galeano, escribe: “El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños”.

La Familia, la Sociedad y el Estado de manera sistemática, crean incentivos y condiciones que estimulan a los niños a actuar de manera funcional a una matriz productiva económica, anterior y posterior a sus vidas, como si cualquier cosa fuera de aquello careciera de sentido y razón.

Tengo que trabajar para ganar plata le dice un padre a su hijo, dejando claro que  el dinero es la única razón que explica por qué trabaja. Debes estudiar para que luego vayas a  la universidad y así quizá puedas ser Médico o Ingeniero y vivas mejor que nosotros, de esta manera una amorosa madre motiva a su hijo para que estudie y haga sus tareas.

[cita tipo= «destaque»]Los niños pobres mueren en las instituciones que deben cuidarlos, los pobres adultos esperan la muerte en la cárcel o la precariedad de un sistema de salud diseñado para ellos; mientras todos los demás sueñan con migrar a la versión real de Elysium, película de ciencia ficción donde existe un lugar lejos de la tierra sin delincuencia, enfermedades ni pobreza.  Todo para negar que aquí en la tierra ya no están 243 en el refugio.[/cita]

No existe acaso en este cúmulo de buenas intenciones toda una dinámica perversa, donde a la frase de Galeano, y frente a los últimos sucesos del Sename en Chile habría que agregar un nuevo rol para los niños pobres.  Servir de ejemplo a los niños de arriba y el medio, sobre cuál podría ser su destino si no son capaces de mantener su status de no pobre.

Por qué entonces es de extrañar que cada día aparezcan nuevos casos de personas bien educadas y sin mayores carencias, que utilizan todos los medios a su alcance, para alejarse lo más posible del terror que implica sus propios miedos  la pobreza.

No importan los medios solo el fin.  Darle créditos a jubilados con pensiones paupérrimas para luego apropiarse de sus bienes, defraudar a los amigos y extraños con ilusiones financieras o  arrendar la conciencia a cambio de dinero, todo vale con tal de no ser pobre o lo que estos no pobres entienden como pobreza, ya que en muchos casos solo la conocen por las noticias o frías estadísticas.  ¿Pero cómo no actuar así?, si los incentivos están en todas partes.

Los niños pobres mueren en las instituciones que deben cuidarlos, los pobres adultos esperan la muerte en la cárcel o la precariedad de un sistema de salud diseñado para ellos; mientras todos los demás sueñan con migrar a la versión real de Elysium, película de ciencia ficción donde existe un lugar lejos de la tierra sin delincuencia, enfermedades ni pobreza.  Todo para negar que aquí en la tierra ya no están 243 en el refugio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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