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Nosotros, los trolls Opinión

Nosotros, los trolls

Luis García Huidobro
Por : Luis García Huidobro Ex sacerdote jesuita
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Para los medios “serios” –los Hillary Clinton chilensis, para usar la analogía de Fernández, ya que nosotros los trolls somos los Trump– no es violento, por ejemplo, que la mayoría de los “rostros” de televisión, además de los directores de prensa y editores de noticiarios, diarios y revistas “serios”, sean todos miembros de una clase social, que provengan de los mismos colegios pitucos o tengan a sus hijos allí, que hayan estudiado en la PUC o en la Finis Terrae, que vivan en Vitacura o Las Condes, que no usen transporte público ni educación pública ni salud pública… pero que sean los rostros que discuten sobre “lo público”.


El editorial de Patricio Fernández en The Clinic “Trump es un troll”, es una muy buena muestra de la desazón de la elite chilena frente al malestar ciudadano generado por la misma elite. Fernández está chato de los trolls, hace rato se viene quejando en las redes sociales. No es el único, distintos rostros de los grandes medios de comunicación (los medios “serios”) han expresado su malestar, siendo tal vez los más emblemáticos Patricio Fernández y Matías del Río, para ser ecuánimes, como los medios serios, y dedicar igual atención a dos buenos comunicadores del “duopolio”.

Dice Wikipedia que un troll es una persona que “publica mensajes provocadores, irrelevantes o fuera de tema en una comunidad en línea, con la principal intención de molestar o provocar una respuesta emocional negativa en los usuarios y lectores”. El lenguaje de los trolls serían las “groserías, ofensas, mentiras difíciles de detectar, con la intención de confundir y ocasionar sentimientos encontrados en los demás”.

Es difícil justificar que alguien utilice la mentira para atacar a alguien, así que en ese punto tienen razón las “víctimas”. Un troll que se precie de tal no debiera recurrir a la mentira, para qué, siendo que hay tantos motivos verdaderos para ofender a la elite. Es verdad que muchas veces, más que mentiras, son “verdades a medias”, como las que usan también los “medios serios” cuando eligen qué parte contar y qué parte no, el trabajo del “consejo editorial”.

Las víctimas principales del trolleo son los políticos, los empresarios y los llamados “rostros” de los medios de comunicación, vaya a saber uno por qué, o qué tendrán en común esos tres grupos. Los trolleados más emblemáticos quizá podrían hacerse esa pregunta. No, mejor pensar que es pura envidia y mala leche.

Fernández intenta explicar cómo surge el fenómeno social del troll, pero como buena víctima del trolleo, muestra una insoportable ceguera para darse cuenta de que la violencia del troll es respuesta a una violencia largamente institucionalizada e invisibilizada por la “comunidad en línea” que sufre el ataque.

[cita tipo= «destaque»]Esos mismos “periodistas serios” son los que dicen tener el “rol de fiscalizar” a sus compañeros de colegio que se dedican a la política o a los negocios. Y, así, en las dos últimas elecciones municipales dedicaron horas y horas de televisión para cubrir “la batalla de Providencia”… que para el 99% de los chilenos no tenía ninguna importancia. Y se ha hecho gárgaras con cuanto arribista se las haya dado de estafador, pero a Piñera, del Verbo Divino y la PUC, ni con los pétalos de una rosa.[/cita]

Para los  medios “serios” –los Hillary Clinton chilensis, para usar la analogía de Fernández, ya que nosotros los trolls somos los Trump– no es violento, por ejemplo, que la mayoría de los “rostros” de televisión, además de los directores de prensa y editores de noticiarios, diarios y revistas “serios”, sean todos miembros de una clase social, que provengan de los mismos colegios pitucos o tengan a sus hijos allí, que hayan estudiado en la PUC o en la Finis Terrae, que vivan en Vitacura o Las Condes, que no usen transporte público ni educación pública ni salud pública… pero que sean los rostros que discuten sobre “lo público”.

Tal vez el caso más violento es el del programa ‘En Buen Chileno’, donde participa Patricio Fernández, en que se puso como requisito para ser panelista ser ex alumno del Verbo Divino, el San Ignacio, el Saint George o el Villa María (que sea requisito no es una mentira… es una ironía, lenguaje favorito de los trolls).

¿Cuántas de las mujeres periodistas que marcan pauta en los medios chilenos pasaron del Villa María a la PUC y de ahí al medio influyente? Que los canales de televisión nos propongan para ver la realidad los ojos de una Constanza Santa María, una Catalina Edwards, un Matías del Río, no tiene para ellos nada de violento. Ellos son amables y bien hablados. ¿Por qué habría de violentarnos? De las personas que componen la mesa editorial de los noticiarios de TV, ¿cuántas son usuarias de salud pública? ¿Y cuántos tienen a sus hijos en el San Ignacio? Pero eso para ellos no es violento, y se puede hacer periodismo serio en esas condiciones.

Esos mismos “periodistas serios” son los que dicen tener el “rol de fiscalizar” a sus compañeros de colegio que se dedican a la política o a los negocios. Y, así, en las dos últimas elecciones municipales dedicaron horas y horas de televisión para cubrir “la batalla de Providencia”… que para el 99% de los chilenos no tenía ninguna importancia. Y se ha hecho gárgaras con cuanto arribista se las haya dado de estafador, pero a Piñera, del Verbo Divino y la PUC, ni con los pétalos de una rosa. Es la misma “seriedad” del Consejo de Observadores Ciudadanos del ya olvidado proceso constituyente de la cota mil. Todo muy republicano, todo de muy buenas maneras, todo simulado y violento.

Los trolleados se defienden ridiculizando una supuesta “teoría conspirativa”. Los trolls seríamos desconfiados, imaginándonos a los editores de prensa sobándose las manos o conspirando como en la película La Dictadura Perfecta, sobre el México de Televisa y TV Azteca. Pero no somos tan básicos los trolls, no se trata de conspiración, es todo mucho más banal, como ser vecinos en Zapallar. Son los prejuicios y confianzas de clase, que se muestran en su periodismo de cota mil, lo que indigna (aunque bueno, el cuoteo en los consejos asesores del canal tiene algo de conspirativo).

Es en esa “comunidad en línea”, como dice Wikipedia, que irrumpe el mensaje provocador del troll. Y es que, a un panel como el de ‘En Buen Chileno’, ¿qué más  sensato puede decírseles que no sea “váyanse un ratito a la chucha”? Si no son capaces de ver el problema por sí mismos, ¿qué sentido tiene entrar a dialogar? Si no es maldad, es idiotez y, frente a eso, ¿no es una respuesta más razonable apedrear el canal? Para hacer tortilla, hay que quebrar huevos, suele decir Berríos, el cura favorito de la elite de centroizquierda.

El arribo del “imperio de los trolls” de las pesadillas de Fernández quizá es signo de que se acabó el tiempo de los Piñera, de los simuladores, de los que ofrecen “amistad cívica”. A nadie extrañaría que en Chile prenda un chucheta fascista como Trump (voy a inscribir por si acaso los registros www.patymaldonadopresidenta.cl y www.kikemorandepresidente.cl). Especialmente sería fácil que surja un Trump si la próxima elección se definiera entre Lagos y Piñera, como nos venían diciendo los “medios serios” hasta que inventaron a Guillier, porque ya era demasiado caricaturesco. Aunque un popular Guillier, como bien nos mostró Bachelet, igualmente será un buen caldo de cultivo.

Fernández termina su columna declarando que bajo el imperio de los trolls, “la democracia en internet vivirá días aterradores e inevitables”, e intenta la propuesta de que “quizá entonces nos demos cuenta por qué es importante contar con una buena educación para todos y no sólo para mí”. Se trata de una alusión algo confusa al concepto “buena educación”, pues parece estar identificando el no decir groserías con la demanda por “educación” propia de los movimientos sociales…

Releo y releo la columna y parece que así es, la frase “educación para todos y no sólo para mí…” está en relación con la grosería de los trolls.  ¿La escribió drogado? ¿No se da cuenta de lo que está diciendo? ¿Es razonable comentar educadamente esa confusión o es válido responderle con una chuchada?

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