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Trump: el arte de las vueltas de carnero

Bruno Ebner
Por : Bruno Ebner ‎Periodista y realizador independiente
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Ya pasada casi una semana de la victoria de Donald Trump, hay algunas cosas interesantes que han ido sucediendo. A ver, se ha dicho hasta el hartazgo -y no sin razón- que el tipo es un hablador y coquetea abiertamente con la demagogia. Que recogió los temores del Estados Unidos «blanco y profundo» que no quiere más inmigrantes, sobre todo musulmanes (y que tampoco entren), ni que sea USA la que pague por la seguridad planetaria. Lo curioso es que las mismas figuras mundiales que lo trataban de payaso populista, ya que se amparaban en la casi certeza (?) de que no saldría electo, han debido realizar la más risible de las genuflexiones, pues -a su pesar- efectivamente tendrán que tratar con el «payaso populista» y próximo hombre más poderoso del mundo.

Ahí el discurso cambió. Trump dejó de ser el «demagogo y populista, incapaz e inestable» para pasar a llamarse Presidente Trump. Le desearon el mayor de los éxitos, toda la colaboración para un gobierno fructífero y bla, bla, bla. La sarta de lugares comunes y frases bien hechas que abundan en la diplomacia internacional. Y ojo, el speech de Trump también cambió, o al menos se morigeró: ya no va a encarcelar a Hillary; el muro con México podría ser reemplazado por simples vallas en algunas partes, y los inmigrantes deportados serían, de momento, solo los que tengan antecedentes penales (lo mismo que hizo Obama, ¿recuerdan?). También el mandatario electo se mostró interesado en la colaboración y consejos de su antecesor en la Casa Blanca, y ahora dice que no va a acabar completamente con el «Obamacare» (el plan de sanidad estrella del actual presidente), sino que incluso mantendrá algunas partes.

Es que la política es así. Es el arte de las vueltas de carnero para conquistar primero a tu electorado; ser políticamente incorrecto (lo que a mí me gusta mucho), acribillar al adversario y luego, si sales electo, recuerdas las enseñanzas de Peter Parker de que «un gran poder implica una gran responsabilidad» y te pones más serio. En verdad no creo que Trump se vaya a ir de vacaciones con Putin al lago Baikal ni que se alíe con Corea del Norte, en contra de Europa y Occidente. El tipo es ante todo un norteamericano, y tampoco es tonto.

[cita tipo= «destaque»]Para finalizar, decir que claramente existen dos tipos de líderes populistas: los que una vez llegados al poder hacen exactamente lo que prometieron y, peor aún, se esmeran en hacer el mayor daño posible, como el insuperable Maduro, o quienes, con la banda presidencial encima, se dan cuenta de que el asunto es un poco más serio que declamar en un escenario, y conviene moderarse. Cuando en Perú salió electo Ollanta Humala, en Chile se creyó lo peor, a la luz de su discurso radical y antichileno, y ya casi nos imaginábamos en la segunda Guerra del Pacífico. Y resulta que el tipo terminó siendo lo más templado, buena gente y abierto al mercado que hay. Realpolitik.[/cita]

Y ganó. Sí, ganó. Puede molestar pero lo hizo. Uno puede criticar el sistema electoral estadounidense, el galimatías ese de los electores por estado, pero cierto es que en esta elección hubo una abstención mayor que en la anterior. ¿De quién es la culpa, entonces, de la elección del «psicótico payaso populista»? ¿De quién es la culpa de que en Chile la deresha (sí, con esa intencionalidad en la pronunciación) haya ganado las recientes municipales? Pues de los mismos que salen a gritar a la calle y a los que luego les da lata ir a votar el domingo. En Estados Unidos, igual.

Guste o no, el votante «blanco, viejo, campesino y poco educado» (como les dicen despectivamente a los electores del magnate neoyorquino) hizo la pega y los votantes «multiculturales, jóvenes, urbanos e ilustrados» no la hicieron. Fueron ellos quienes perdieron la mayoría. Y entonces resulta que ahora organizan protestas en las calles para reclamar por un triunfo absolutamente democrático y legítimo. ¿Y eso no es demagogia, acaso? Arrogarse la moralidad y la voz «del pueblo» para representar el enfado popular por la victoria del adversario en las urnas?

Exactamente lo mismo ocurrió hace unas semanas en España, tras la investidura de Mariano Rajoy. Los populistas de Podemos, como no pudieron conseguir la mayoría necesaria para formar gobierno, se enojaron y se fueron a la calle, al estilo Camila Vallejo: con un pie en sus escaños de diputado y con el otro afuera del Congreso, protestando. Haciendo uso de las instituciones para, al mismo tiempo, abuchearlas. La eterna dicotomía de la izquierda. Nuevamente, la pregunta: ¿de quién es la culpa del triunfo de Rajoy? De los que votaron mayoritariamente por Rajoy (en estricto rigor, por la lista del Partido Popular). Y de la abstención, claro. Vinculándolo con la victoria de Trump, y como leí en un tuit por ahí, «a la mayoría no le gusta Trump… solo a los millones de norteamericanos que votaron por él».

Para finalizar, decir que claramente existen dos tipos de líderes populistas: los que una vez llegados al poder hacen exactamente lo que prometieron y, peor aún, se esmeran en hacer el mayor daño posible, como el insuperable Maduro, o quienes, con la banda presidencial encima, se dan cuenta de que el asunto es un poco más serio que declamar en un escenario, y conviene moderarse. Cuando en Perú salió electo Ollanta Humala, en Chile se creyó lo peor, a la luz de su discurso radical y antichileno, y ya casi nos imaginábamos en la segunda Guerra del Pacífico. Y resulta que el tipo terminó siendo lo más templado, buena gente y abierto al mercado que hay. Realpolitik.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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