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Gómez-Lobo no viaja en taxi Opinión

Gómez-Lobo no viaja en taxi

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Como si al Gobierno no le faltaran los problemas, el ministro creó una crisis que puede tener consecuencias insospechadas. Los taxistas anunciaron un paro el 6 de marzo en respuesta al desaguisado. Es decir, en el primer día hábil posvacaciones. Un balde de agua fría para La Moneda. Un conflicto innecesario.


Partamos de la base de que un Ministro tiene que mantener la calma siempre o casi siempre. Si no, al menos debe tener entrenamiento para enfrentar situaciones críticas o escenarios adversos. Me imagino que los asesores de Andrés Gómez-Lobo le tienen que haber advertido que, cuando uno es abordado en la calle por grupos de personas molestas u ofuscadas, debe intentar ser cordial, escuchar –pacientemente– lo que le están planteando y responder de manera políticamente correcta. Hay que salir del paso. Tiene que evitar dar una opinión que le implique tomar una posición que lo comprometa en su rol, más aún si lo están increpando por un proyecto suficientemente polémico, como el de la regulación del transporte privado emergente. De más está decir que este es un tema complejo en todo el mundo.

Su error tuvo consecuencias inmediatas. A la desafortunada frase con que respondió a un descontrolado taxista: “La gente prefiere Uber”, siguió una sentencia incluso más provocadora, señalando que, al igual que el servicio de transporte en autos particulares, los vehículos negro-amarillos también están exentos del pago de impuestos.

[cita tipo=»destaque»]Más allá del juicio que el ministro tenga como ciudadano, él debe mantener una posición cauta cuando existe un conflicto. Lo que hizo fue una provocación. Esperemos que Aleuy –en el rol que más le apasiona, el de identificar riesgos posibles para el Gobierno– le pida que baje el tono. Después de los incendios, nadie querrá tenerle servido este plato caliente a la Presidenta cuando vuelva de sus vacaciones.[/cita]

Es decir, no solo apagó el fuego con bencina, sino que amplió el debate a un tema que ni siquiera estaba en la agenda del problema. Hasta ese día, la discusión pública estaba centrada en la regulación y sus temas asociados –como permisos, seguros y protección de los pasajeros–. Las respuestas no se hicieron esperar. De hecho, un dirigente ironizó con los conocimientos de Gómez-Lobo: “Desconoce el sistema tributario… pagamos impuestos de primera categoría”.

Como si al Gobierno no le faltaran los problemas, el ministro creó una crisis que puede tener consecuencias insospechadas. Los taxistas anunciaron un paro el 6 de marzo en respuesta al desaguisado. Es decir, en el primer día hábil posvacaciones. Un balde de agua fría para La Moneda. Un conflicto innecesario.

Pero los coletazos solo estaban empezando. Horas después, los noticiarios de televisión mostrarían la furia de un grupo de personas que destrozaron y dieron vuelta un taxi en plena avenida Vitacura. El grupo de desalmados no tenía nada que envidiarles a las temidas barras bravas. La guerra estaba desatada.

El subsecretario de la cartera, Carlos Melo, salió unas horas más tarde a tratar de ponerle racionalidad al exabrupto de su jefe, dando cuenta de los avances en el trámite parlamentario del proyecto, el que, una vez que termine el largo receso de verano, deberá ser retomado en el Parlamento, justo en los días en que 10 mil taxistas realizarán la movilización. Es un hecho que un paro de ese gremio no significa que los choferes permanecerán en sus casas. Tendremos bloqueos de calles y escaramuzas, incluyendo más de algún ataque a sus rivales.

Pero Gómez-Lobo habría de sorprendernos nuevamente un par de días después, volviendo a la carga con el tema y tomando una evidente postura en contra de una de las partes involucradas.

Acusó a los taxistas de tener malas prácticas –como adulterar taxímetros y realizar fraudes con billetes– y remató señalando que los chilenos tenemos una “insatisfacción muy grande” con la calidad del servicio entregado. Más allá del juicio que el ministro tenga como ciudadano, él debe mantener una posición cauta cuando existe un conflicto. Lo que hizo fue una provocación. Esperemos que Aleuy –en el rol que más le apasiona, el de identificar riesgos posibles para el Gobierno– le pida que baje el tono. Después de los incendios, nadie querrá tenerle servido este plato caliente a la Presidenta cuando vuelva de sus vacaciones.

Más allá de cómo se resuelva este tema en el Congreso, el hecho es que Uber, y otros servicios similares han impactado en la forma de transportarnos en muy corto tiempo. También obligó a los taxistas a ponerse creativos para enfrentar la competencia. De hecho, Easy Taxi ya tiene un servicio premium de similares características.

Lo de fondo es que los chilenos son cada vez más exigentes, buscan rapidez, comodidad, confort, estatus y experiencias, incluso cuando viajan, aunque ni siquiera se pregunten si el vehículo cuenta con seguros que lo cubran en caso de un accidente. Menos les importa quién está detrás de un nuevo servicio, como el caso de uno de los cofundadores de Uber, un estrecho colaborador de Donald Trump, lo que le ha valido una dura campaña de rostros del cine norteamericano llamando a evitar usarlo. ¿Lo sabrá el usuario Gómez-Lobo?

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