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Las tareas del alcalde Lavín

Carlos Vásquez Órdenes
Por : Carlos Vásquez Órdenes Magister en Educación (Universidad de Chile). Ex Dirigente Nacional Colegio de Profesores
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Una de las razones por las cuales es urgente desmunicipalizar la educación es que muchos de sus sostenedores no entienden que su tarea principal es contribuir a elevar la calidad del servicio que prestan fortaleciendo la formación de los profesores, dotando las aulas con renovados recursos didácticos, ejecutando programas de apoyo nutricional, poniendo al alcance de la comunidad las bellas artes y la cultura pero en ningún caso metiéndose en la sala de clases como lo pretende hacer el Alcalde de Las Condes.

Esto ocurre porque el debate no lo están dirigiendo los que saben y se habla tanto de educación y hablan tantos del tema que cabe preguntarse ¿De qué hablamos cuando hablamos de educación? Naturalmente que nos referimos a la enseñanza y los diferentes recursos metodológicos con los cuales se experimenta la docencia. También de alcanzar aprendizajes significativos para que el niño relacione la información recibida con la que ya posee, todo ello sobre la base de contenidos seleccionados arbitrariamente por el profesor y que son extraídos de los planes de estudio aprobados por el Estado.

Lo que no visibilizan quienes opinan sobre los temas educativos es que todo este proceso lo lidera un profesional preparado para diseñar, ejecutar y evaluar procesos de aprendizaje que serán más o menos exitosos en la medida que sean respaldados por la comunidad escolar. Por tanto, es el profesor quien puede prescribir el trabajo adicional que el niño necesita realizar en su casa con el apoyo de sus padres, es el propio docente quien sugerirá el tipo de lectura, ejercicio lógico matemático o actividad complementaria que el niño requiere para mejorar sus aprendizajes.

Desde la profesión docente llamamos a tener cuidado con quienes pretenden dictar al profesor, sin conocimiento alguno de los procesos pedagógicos, lo que éste debe hacer. Éste ya no es un obediente funcionario del estado ni un técnico que aplicará sumisamente las recetas que se promueven desde el mercado de la asistencia técnica. Por ello, resulta inútil la discusión si se deben dar tareas para la casa o no, sobre todo cuando se intenta dirigir la disciplina pedagógica con argumentos superficiales, apelando a un supuesto estrés escolar que en opinión de algunos “expertos” sería provocado más bien por el temor al fracaso inducido por sus mayores, que por el exceso de deberes exigidos por el profesor.

Queda pendiente una decisión que nos involucra a todos: definir el tiempo diario que los alumnos y sus padres podrían dedicar a simplificar las exigencias escolares, lo que significa abrir variadas formas de comunicar los temas al interior de la familia. Aquí le cabe un importante rol a la escuela en su labor de orientar la forma como las familias se deben involucrar en el avance escolar de sus niños. Más que ayudarles en las tareas, su rol es preocuparse que tengan los espacios adecuados para hacerlas, que los niños destinen un tiempo diario al estudio, superando sus padres la compasión sobre ellos de cuan agotados pueden venir de la jornada escolar y celebrar cada uno de sus logros por pequeños que sean.

[cita tipo=»destaque»]Lo que debemos hacer es cambiar nuestro paradigma desde concebir la educación como bien de consumo hasta transformarla en un bien social, sin abandonar nuestra apuesta por la eficiencia y el mejoramiento de los logros escolares. Ya nos advierten algunos maestros que puede exhibir logros con sus alumnos: La palabra “esfuerzo” está mucho antes que la palara “éxito” en el diccionario.[/cita]

No se trata de implantar el sistema coreano que obliga a los niños a matricularse en una tercera jornada para alcanzar los estándares de eficiencia producto de la transformación de Corea del Sur en una gran potencia, basada en multiplicar la potencia de sus “recursos humanos” a través de la educación, tema que agobia a los niños, pero que los padres no saben cómo resistir. El triunfo de este paradigma educativo no se ha establecido desde la premisa de que sea el mejor posible, sino desde la premisa de que es el único posible. En este sistema existen padres que preferirían aliviar la presión sobre sus hijos, pero, entonces, ¿cuál sería su futuro? ¿Y no es esa paradoja la de muchos padres en este sistema escolar competitivo que han implantado en nuestros países?

Lo que debemos hacer es cambiar nuestro paradigma desde concebir la educación como bien de consumo hasta transformarla en un bien social, sin abandonar nuestra apuesta por la eficiencia y el mejoramiento de los logros escolares. Ya nos advierten algunos maestros que puede exhibir logros con sus alumnos: La palabra “esfuerzo” está mucho antes que la palara “éxito” en el diccionario.

Lo que no nos puede ocurrir es que los padres ante su fracaso de no poder imponer disciplina en los estudios terminen plegándose a la resistencia natural de sus hijos como en España.  Eso sí, resulta inaceptable que la resistencia a las tareas por las tareas sirva de excusa para eludir la responsabilidad de los padres en elevar las expectativas sobre el éxito escolar de sus hijos y ayudar al mejoramiento de sus aprendizajes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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