Se desvanece la novedad de Amoris Laetitia, a un año de su publicación? El documento del Papa Francisco que vio la luz luego de dos sínodos sobre la familia y que ha generado discusión y disenso en diversos ambientes, ha brillado por su ausencia en nuestro país. Y cuando se la ha mencionado ha sido para decir que nada ha cambiado, que todo sigue igual. Y eso no es así. No lo digo yo, lo dijo el Papa en su documento. ¿Por qué, me pregunto, hay tanta resistencia a abordar el tema? ¿Por qué tanto miedo? La ausencia total de propuestas de nuestra Conferencia Episcopal me lleva a pensar que el miedo a los cambios los ha paralizado, no veo otra explicación. ¿Dónde está la escucha atenta del “gozo y la esperanza, las tristezas y angustias del hombre –y la mujer- de nuestros días” (GS 1)? Francisco escuchó ese clamor y propuso un itinerario muy claro de acogida e inclusión de las personas divorciadas y en segunda unión que se sienten y están en las fronteras –si no fuera- de la Iglesia. ¿Y qué ha pasado? Nada. Nuestra Conferencia Episcopal leyó –asumo que leyó- el documento en que se plantean claramente los criterios a seguir, lo demás, pedía Francisco, que sea propuesto por las Conferencias Episcopales locales. Pero los pastores locales no han dicho una sola palabra que oriente en ese camino de búsqueda y conversión. ¿Por qué? ¿Qué hay detrás de ese silencio denso e hipócrita que parece acoger, pero no acoge en realidad?
Francisco quiere reformar la Iglesia, pero para ello necesita de las Conferencias Episcopales locales. Necesitamos que nuestros obispos se “tomen el Evangelio”, que lo hagan suyo, que lo hagan carne en sus manos para que sean capaces de tirar línea de acuerdo a la realidad de cada país. Ninguna línea se divisa en Chile.
Son innumerables las personas que se me acercan preguntando qué hacer, cómo hacerlo, con quién hablar para regularizar sus situaciones matrimoniales, para iniciar ese proceso de conversión del que habla Amoris Laetitia. Muchos se sintieron atraídos por el llamado de Francisco, pero se sienten relegados por sus propios pastores. No están buscando una respuesta teológica, ¡buscan acogida pastoral!. Y no encuentran a sus pastores. Y si los encuentran éstos no saben qué decir porque no han recibido ninguna “orden de arriba”. Esto es grave. Muy grave.
[cita tipo=»destaque»] Llevamos años con una jerarquía focalizada en el “ideal” de familia y en relaciones ideales. Y hoy, cuando Francisco habla de diversas familias, “de un interpelante ‘collage’ formado por tantas realidades diferentes, colmadas de gozos, dramas y sueños” (AL 57) nuestros pastores no dan el ancho para proponer, orientar y liderar una pastoral del reencuentro y de la acogida de esas realidades.[/cita]
Llevamos años con una jerarquía focalizada en el “ideal” de familia y en relaciones ideales. Y hoy, cuando Francisco habla de diversas familias, “de un interpelante ‘collage’ formado por tantas realidades diferentes, colmadas de gozos, dramas y sueños” (AL 57) nuestros pastores no dan el ancho para proponer, orientar y liderar una pastoral del reencuentro y de la acogida de esas realidades. ¿Dónde está la “pastoral positiva, acogedora, que posibilita una profundización gradual de las exigencias del Evangelio”? (AL 38) Brilla por su ausencia.
Doy gracias a Dios –junto con Francisco- “porque muchas familias, que están lejos de considerarse perfectas, viven en el amor, realizan su vocación y siguen adelante, aunque caigan muchas veces a lo largo del camino” (AL 57) y aunque sus pastores insistan en invisibilizarlas. Gracias a Dios hay algunos pastores -unos pocos- y laicos y laicas comprometidos con el Evangelio de Jesucristo que han comprendido que no pueden seguir esperando las orientaciones de la jerarquía –aunque agradecerían tenerlas- para avanzar en el trabajo con los divorciados vueltos a casar. Después de un año de publicada Amoris Laetitia, ese será el camino, sin duda. Y se abre un campo inexplorado de creatividad que puede dar mucho fruto. Pero, y en este proceso, nuestros pastores ¿dónde están?