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Cambio social: con las armas de la educación

Carlos Vásquez Órdenes
Por : Carlos Vásquez Órdenes Magister en Educación (Universidad de Chile). Ex Dirigente Nacional Colegio de Profesores
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Mientras un alcalde de la zona oriente no se cansa de lanzar iniciativas que poco aportan a la mejora, bastándole con una efímera salida en los medios, en otro extremo de la capital una alcaldesa celebraba que 190 jóvenes de su comuna hubieran logrado la gratuidad para ingresar a la educación superior. Es una clara confrontación entre la “sociedad pornográfica” que denuncia el filósofo Byung-Chul Han y una comunidad solidaria que “hace suyo un logro político” porque sabe que es el punto de partida de una mejora social y económica a mediano y largo plazo.

Lo interesante es que se está incubando a nivel local una clara conciencia que la educación es un arma de liberación y que por tanto estamos en el momento justo en que las iniciativas gubernamentales están provocando una inflexión en la calidad educativa de la escuela pública municipal y los sectores sociales más vulnerables comienzan a elevar sus expectativas, se abren más oportunidades para quienes ayer solo podían seguir “pateando piedras”.

En ese contexto, de cambios profundos al sistema educativo, con maestros, directores, jefes de educación y funcionarios del Ministerio de Educación preocupados de elevar sus conocimientos, de cuestionar, reformular y mejorar la gestión de la escuela pública municipal es que celebramos que la Escuela de la Población La Victoria haya realizado una jornada de reflexión entre Directores de Escuela y el connotado académico español (Universidad de Málaga) José Miguel Santos Guerra. El acierto de los convocantes fue llevar la Academia a una escuela pública, motivando el debate educativo, con un conferencista que no pontifica ni impone recetas exitosas en otras realidades, ante maestros que atienden a nuestros niños más carenciados, que ejercen la docencia con mucho amor y apego profesional, lo que exige cada vez mayor conocimiento y capacidad de sistematizar las experiencias acumuladas.

El profesor Santos Guerra desde sus variadas publicaciones ha criticado la concepción neoliberal que pretende convertir a la escuela en una empresa que tiene como objetivo fundamental el rendimiento asentando la dirección de la instituciones escolares en una autoridad de corte empresarial, que responde a las exigencias de la cultura imperante: cumplir órdenes, seleccionar la clientela, conseguir medios, encaminar la acción a la consecución de objetivos, mantener el orden, controlar el cumplimiento, eliminar a quienes no consiguen las metas propuestas.

Nos encontramos en un momento especialmente complejo y delicado en el que la calidad de la educación se está utilizando como una trampa sibilina. Es necesario preguntarse por el papel que desempeña la educación en la sociedad neoliberal. Pero la escuela ha de estar basada en la superación de las desigualdades, el espíritu de justicia, el respeto a la diversidad, el desarrollo de la comprensión, de la crítica y del análisis.

[cita tipo=»destaque»] Nos encontramos en un momento especialmente complejo y delicado en el que la calidad de la educación se está utilizando como una trampa sibilina. Es necesario preguntarse por el papel que desempeña la educación en la sociedad neoliberal. Pero la escuela ha de estar basada en la superación de las desigualdades, el espíritu de justicia, el respeto a la diversidad, el desarrollo de la comprensión, de la crítica y del análisis.[/cita]

Los argumentos no se sostienen por ninguna parte desde la que se miren. Las trampas están en cada palabra. ¿A qué se llama calidad? ¿A los resultados obtenidos a través de pruebas homologadas? ¿A las mejores instalaciones? ¿A la satisfacción de los alumnos y alumnas? ¿Por qué se dice que los Centros privados tienen más calidad? ¿Por el sencillo hecho de que haya más demanda de las familias? ¿Se preocupan los padres y las madres por el bien de sus hijos? ¿Existe calidad en un centro que discrimina a unos en beneficio de otros?

Este acontecimiento educativo-pedagógico vivido en La Victoria debiera replicarse en muchas comunidades educativas, motivados a conversar sobre su quehacer educativo acompañados por nuestros académicos locales, que siguen hibernando en sus Institutos Pedagógicos formando jóvenes maestros que en cuatro años no conocen una sala de clases, ni han contrastado su ideal pedagógico con la realidad que se vive en las escuelas. Todo ello nos lleva a lanzar una pregunta lacerante a los Institutos formadores de maestros: ¿Qué están haciendo?

¿Cuál es vuestro aporte a la Reforma Educacional?, ¿Han cuestionado y reformulado el Curriculum de formación de profesores?, ¿Están liderando el debate educativo o no tienen opinión?

Además, nos urge saber ¿Cuándo se liberarán de sus teorías sobre la enseñanza y de cuanta moda pedagógica anda circulando por la academia y se sumergirán en realidades como “La Población La Victoria? Les garantizo que encontrarán un medio poblacional pobre, pero una escuela ordenadita, con niños y niñas que aprenden, con murales que anuncian mensajes motivantes, llenos de esperanza y con una directora que aprecia tanto el saber que se está doctorando. Se encontrarán con una escuela acogedora y no excluyente, una escuela que les ofrece un escenario propicio para generar aprendizajes significativos mediante variados medios didácticos que se validan diariamente.

La apuesta gubernamental por cambiar el paradigma que concibe la educación como un bien de consumo a un bien social, que forme principalmente buenas personas, exige iniciativas a nivel local que permita a los docentes profundizar el debate sobre el aprendizaje y las escuelas formen individuos capaces de vivir en paz y que no se dejen confundir por un concepto de calidad educativa engañoso basado en el precepto “porque muchos son llamados, pero pocos son escogidos”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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