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La nueva izquierda y el neoliberalismo Opinión

La nueva izquierda y el neoliberalismo

Luis Oro Tapia
Por : Luis Oro Tapia Politólogo. Sus dos últimos libro son: “El concepto de realismo político” (Ril Editores, Santiago, 2013) y “Páginas profanas” (Ril Editores, Santiago, 2021).
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La nueva izquierda no es neoliberal en lo económico, pero sí lo es en lo cultural. Entendido el neoliberalismo cultural como una forma de vida que antepone los intereses, los gustos y el goce individual en desmedro de los hábitos colectivos. Mientras la nueva izquierda no tome conciencia de cuán neoliberal –e incluso posneoliberal– es en lo cultural, no podrá desprenderse de cierta retórica que lo que hace no es encubrir ni engañar, sino que confundir a los analistas políticos, a otros actores políticos y, desde luego, a los electores.


Me deleita escuchar las opiniones políticas que fluyen, espontáneamente, al margen de las aulas universitarias. También suelo husmear lo que se opina en las redes sociales, pero no soy adicto a ellas. Ambas tienen en común el dar pistas del movimiento subterráneo de ideas. Tales opiniones son algo así como un sismógrafo que da cuenta de una imperceptible tectónica de placas. Auscultando su movimiento, me atrevo a aventurar una conjetura.

Ella es la siguiente: entreveo una distinción al interior de la izquierda. Me parece que existe una nueva izquierda (en los hechos son varias; aquí solo simplifico para establecer el contraste) y una vieja izquierda. Aunque, claramente, predomina más esta última que aquella.

La división no es etaria, pese a que esta no está del todo ausente. La división es ideológica. ¿Cuál es la diferencia entre ambas? Se diferencian en un hecho fundamental, del cual se desprenden actitudes, discursos y estilos distintos. La nueva izquierda (sobre todo la mocetona, aunque no todos son millennials) es individualista. La vieja izquierda era —y es— colectivista.

Obviamente que la nueva izquierda no es neoliberal en lo económico, pero sí lo es en lo cultural. Entendido el neoliberalismo cultural como una forma de vida que antepone los intereses, los gustos y el goce individual en desmedro de los hábitos colectivos. Es la soberanía absoluta del individuo (caso emblemático: el hecho denunciado por las “tías del aseo” del campus Juan Gómez Millas de la Universidad de Chile). Su planteamiento bien podría resumirse del siguiente modo: “Si me place, puedo ir desnudo o en topless por la calle. Total, es mi asunto. Mi mundo es mi fantasía y mi fantasía soy yo. Nadie tiene derecho a interferir en mi mundo. Nadie puede cuestionarme. Mis audífonos y mi celular son mi cable a tierra, ¿y qué…?”.

Vistas así las cosas, bien podría decirse que la nueva izquierda es posneoliberal, puesto que para ella la primacía de lo individual es tan evidente que no requiere de justificación alguna. El egoísmo, el individualismo extremo, incluso el solipsismo, es para ella algo natural. Lo artificial y lo artificioso es lo colectivo. No en vano afirma, espontáneamente, lo individual de manera absoluta.

[cita tipo=»destaque»]La acerba disputa entre los neoliberales y sus adversarios más radicales tiene cierta similitud con el cuento “Los teólogos” de Jorge Luis Borges. En tal pieza narrativa, Borges da cuenta de los sucesivos enfrentamientos entre Juan de Panonia y Aureliano. Dos hombres que abogan por dogmas opuestos y que, además, se detestan. Pero, al final del día, no son tan diferentes. En esencia, son exactamente lo mismo. Ambos, en última instancia, están hechos de la misma madera. Así, los antineoliberales y los neoliberales (especialmente los callejeros y los de trinchera) son, por igual, ramplones y filisteos.[/cita]

Tal énfasis la lleva a demonizar entidades colectivas clásicas, como lo son, por ejemplo, la nación, la familia, el género y el Estado. Por eso, todo aquello que se opone a su individualismo y a su solipsismo es calificado de represivo o tildado, simplemente, de fascismo.

Mientras la nueva izquierda no tome conciencia de cuán neoliberal –e incluso posneoliberal– es en lo cultural, no podrá desprenderse de cierta retórica que lo que hace no es encubrir ni engañar, sino que confundir a los analistas políticos, a otros actores políticos y, desde luego, a los electores.

La acerba disputa entre los neoliberales y sus adversarios más radicales tiene cierta similitud con el cuento “Los teólogos” de Jorge Luis Borges. En tal pieza narrativa, Borges da cuenta de los sucesivos enfrentamientos entre Juan de Panonia y Aureliano. Dos hombres que abogan por dogmas opuestos y que, además, se detestan. Pero, al final del día, no son tan diferentes. En esencia, son exactamente lo mismo. Ambos, en última instancia, están hechos de la misma madera. Así, los antineoliberales y los neoliberales (especialmente los callejeros y los de trinchera) son, por igual, ramplones y filisteos.

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