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A propósito del sistema de salud público en Chile

Por: Yuri Carvajal Bañados, médico-cirujano, Doctor en Salud Pública


Señor Director:

Camila Peralta ha publicado una estremecedora Columna de opinión sobre la muerte de su abuelo. Muerte, afecto, familia, existencia, van siempre de la mano. Su relato concluye de manera directa:

«Por último, quisiéramos expresar de la urgente necesidad de considerar y abordar de manera efectiva los reclamos que existen desde la ciudadanía hacia esta y otros funcionario/as del servicio público de salud –y de todo el aparato del Estado- solicitando abierta y encarecidamente que sea sancionada de manera ejemplar y proporcional al sufrimiento que tal como nuestra familia, muchos otros y otras han debido afrontar producto de su deficiente desempeño profesional y pobre calidad humana.»

En esta solicitud de castigo y proporción, la muerte de su abuelo cobra una dimensión nueva. Me atrevo a escribir esto porque en mi trabajo cotidiano -soy director de un importante Hospital Público, el de Puerto Montt- conozco situaciones conectadas con lo que aquí se plantea: dificultades para relacionarnos con la condición emocional de nuestros pacientes, para adecuar nuestras reglas, nuestras instalaciones, nuestras profesiones y nuestros saberes, al mundo relacional, afectivo, íntimo, profundo de sus familias, sus amigos.

No me pronunciaré respecto de lo sancionable y de su efectividad. Existen mecanismos administrativos y yo mismo trato de usarlos en forma adecuada.

Pero creo que el tema de fondo está en otro lugar del que plantea Camila Peralta. Y por lo tanto las soluciones -nuestras, posibles, actuales- pueden ir también por otro carril. No apelaré a los recursos y a la sobrecarga como explicación. Si bien ambas cuestiones pueden ser reales, una pronta solución parece lejana y por tanto su mención, sólo nos condenaría a la parálisis.

Nuestra práctica de hospital es el resultado de una visión que ha disociado de tal modo el saber científico del saber humanista y de las ciencias sociales, que casi hemos expulsado de nuestra capacidad de percepción y por tanto de relevancia, la vida emocional, las relaciones íntimas, la espera, la soledad, el miedo.

Y sin embargo están allí, son el grueso de lo que ocurren en nuestros Hospitales, y contemplamos sorprendidos su presencia.
¿Cómo entonces potenciar institucionalmente el reconocimiento y la consideración del valor emocional de lo que sucede en los pacientes?

Hemos iniciado en junio de este año una experiencia de profesionales de enlace en nuestro servicio de urgencia, suficientemente sobredemandado. Trabajadores sociales presentes conectando a los pacientes, con los profesionales y con sus familiares, traduciendo el extraño lenguaje clínico a la vida, conteniendo, explicando, entendiendo. Lo hicimos porque el camino de los recursos y la sobrecarga requieren un tiempo de trabajo mediato.

En estas pocas semanas hemos aprendido no sólo que tenemos problemas para enlazar pacientes, parientes, profesiones y personas, sino que su abordaje requiere una respuesta institucional, y profesional. Aprendemos que es posible, que tiene sentido, que resuelve dificultades. Que requiere cuidado con los trabajadores sociales que han asumido el desafío. Preparamos un diplomado de enlace con contenidos propios de esta tarea, buscamos resolver el desafío de la dedicación exclusiva, queremos integrarnos con todas las profesiones (en un lugar en que técnicos, auxiliares y administrativos deben ser considerados profesionales indistintamente), en suma buscamos reintroducir las humanidades (literatura, artes, bioética) y ciencias sociales (Goffman, Foucault, Illich) como saberes de valer semejante a la genómica, farmacología, reanimación cardiovascular avanzada, por mencionar algunas.

No es un problema sólo del sector público ni de Chile. Pero es sin duda, uno de nuestros problemas.

Yuri Carvajal Bañados,  médico-cirujano, Doctor en Salud Pública

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