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Las visiones de un gurú: cuando la ideología del especulador reemplaza al análisis

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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Desde la comodidad de sus oficinas en Nueva York, el analista José Luis Daza pontifica más allá de los temas económicos-financieros, en lo que él llama “la obsolescencia intelectual de la mayoría de los políticos e intelectuales de izquierda en Chile». Pero lo que resulta imposible de entender es que, luego de que señala que las ciencias sociales han tenido enormes avances en los últimos 30 años, propone el modelo Black-Scholes (ecuación usada en matemática financiera para determinar el precio de algunos activos financieros) para entender sistemas complejos, como la sociedad en que vivimos. Si hay un problema que ha afectado a la reflexión sobre nuestras sociedades, ha sido justamente la pretensión de explicar los complejos fenómenos sociales y políticos a partir del análisis microeconómico.


En una entrevista, José Luis Daza, director de  “Hedge Fund QFR Capital” en Nueva York, ha realizado un análisis de la situación política y económica del país y de otros países de la región, con una autoridad y pretensión de objetividad que resulta posible solo en el marco del provincianismo que caracteriza a la derecha del país. El mensaje de fondo: “Vote por Piñera”, pues es lo que le conviene al capital. Muestra mala memoria, al señalar que la presente administración termina “con la caída más grande de la inversión neta en 40 años”, ya que omite que en los años 1982 y 1983 la formación bruta de capital fijo cayó en 38 y 18 por ciento, respectivamente.

Aunque dice muchas cosas, cuatro son, en mi opinión, los temas principales: su “evaluación” de las reformas emprendidas por la actual administración; su análisis (o falta de análisis) de la compleja relación entre economía y política; su visión de lo que representa la modernidad en las ciencias sociales y, finalmente, las afirmaciones sobre “grupos de interés” sin especificar el que él representa.

En relación con lo primero, Daza es taxativo: él habría anticipado, ya en el 2014, que a Chile se le reduciría la calificación de riesgo, por la expansión del aparato estatal que habría impulsado el primer ministro de Hacienda del actual Gobierno. Omite, el director del Hedge Fund QFR Capital, que la principal razón que ha dado S&P Global Ratings para rebajar la calificación de nuestro país es el deterioro de la capacidad de crecimiento de la economía chilena. La pregunta es por qué habría ocurrido este deterioro. El propio analista reconoce la incapacidad del país de generar nuevas bases de crecimiento.

En efecto, en la entrevista dada el fin de semana a La Tercera señala: “Chile necesitaba reasignar recursos (desde la minería)  a otros sectores de la economía. Estaba dado todo para que movilizáramos capital y trabajo a nuevas actividades”. ¿Puede afirmar Daza que ese era un desafío actual solo para la presente administración? ¿No era ya tarea de muchos gobiernos anteriores? Nada dice al respecto Daza.

El estancamiento de la productividad, el que no aparezcan nuevas actividades relevantes, son problemas que nos acompañan desde al menos 12 años. Solo una mente ideologizada como la de Daza puede negar esta situación. En efecto, pese a que reconoce que Piñera “no hizo reformas estructurales que impulsaran al país a tasas de crecimiento más altas, o que satisficieran las necesidades de un Chile más próspero” y que “ el precio del cobre tiene un rol central en la desaceleración”, insiste sin fundamentarlo en que fueron “las reformas destructivas de Bachelet” las que generaron la baja tasa de crecimiento que muestra el país en la actualidad. Condena, además, la reforma laboral, sin un argumento y menos aún reconociendo que lo que se buscaba era alcanzar un equilibrio entre trabajadores y empresarios más cercano a lo que existe en los países civilizados.

[cita tipo=»destaque»]Daza no explicita que su visión de Chile es una mirada desde fuera del país, desde un hedge fund y desde una formación económica ortodoxa, que todavía no da cuenta de la principal crisis financiera que afectó a la economía mundial (2007-2008) desde el año 1929. Digo desde fuera del país, pues se trata de un hedge fund, el QFR Capital, que opera desde Nueva York. Un hedge fund es un fondo de inversión, también llamado fondo de cobertura o fondo de inversión libre, que tiene como objetivo obtener el máximo de rentabilidad a través de todas las estrategias y productos de inversión que estén al alcance del profesional o profesionales que lo gestionen.[/cita]

Desde la comodidad de sus oficinas en Nueva York, el analista pontifica respecto de cómo los países deben resolver sus problemas. Aquí lo palos no caen solo sobre el Gobierno de Bachelet. Las emprende contra Macri, quien –según Daza– no tendría la voluntad política de hacer “los ajustes al tamaño del aparato del Estado necesarios para estabilizar la deuda y permitir al sector privado funcionar eficientemente”. Lamentablemente, el “ícono” del empresariado chileno que nos visita, no nos explica cómo nuestros vecinos argentinos deberían resolver el problema. Quizás lo diga en el seminario donde será el expositor central.

En la actualidad, tanto los países desarrollados de Europa como los nuestros, enfrentan momentos extremadamente complejos. Existe un choque entre lo que podríamos denominar la lógica económica, que no es otra cosa que la lógica de los mercados financieros, y la lógica política, de las mayorías electorales asociadas con las demandas de los sectores ciudadanos más débiles y vulnerables. Esta tensión explica en buena medida el Brexit, la elección de Trump, la crisis de la Unión Europea y, por cierto, muchos de los problemas que afectan a los países de nuestra región.

En el caso de Chile, esto tiene que ver con la irritación que afecta a numerosos sectores por las bajas pensiones, por la mala calidad de la salud y la educación, por la gran concentración del ingreso (el 1% de la población capta el 32% del ingreso), la desigualdad territorial, todo lo cual se puede sintetizar como el grave problema de legitimidad de nuestro modelo económico-social.

Al frente, el gran empresariado, que le viene costando innovar, desarrollar nuevas actividades y que se siente bien solo con condiciones tributarias anormales en la comparación internacional. Es el capital que se mueve libremente desde un territorio a otro de acuerdo con los diferenciales de rentabilidad, y que se orienta por los dictámenes de las clasificadoras de riesgo. Es el del empresario que deja en claro su disposición a marcharse del país apenas un Gobierno pretende responder a las demandas de mayor justicia social de la ciudadanía, como si el único camino compatible con la actividad privada fuera el capitalismo desregulado, idealizado por el capitalismo utópico de Friedman y sus adláteres.

¿Cómo resolver estas tensiones? No es algo que muchos países hayan resuelto. Es ceguera no entender que el crecimiento y el desarrollo futuro del país dependen de si podemos solucionar las graves diferencias que nos aquejan.

El analista incursiona más allá de los temas económicos-financieros, para criticar lo que él llama “la obsolescencia intelectual de la mayoría de los políticos e intelectuales de izquierda en Chile”. No quiero afirmar que no sea necesaria una renovación del pensamiento de la centroizquierda para abordar los desafíos de la globalización, las transformaciones tecnológicas, los fenómenos de la individuación y la complejización de nuestras sociedades. Por el contrario, nuestros intelectuales están al debe. Pero lo que resulta imposible de entender es que, luego de que señala que las ciencias sociales han tenido enormes avances en los últimos 30 años, de lo cual –en su opinión– solo él se ha enterado, propone el modelo Black-Scholes (ecuación usada en matemática financiera para determinar el precio de algunos activos financieros) para entender sistemas complejos, como la sociedad en que vivimos.

Si hay un problema que ha afectado a la reflexión sobre nuestras sociedades, ha sido justamente la pretensión de explicar los complejos fenómenos sociales y políticos a partir del análisis microeconómico y la Rational Choice. Como si eso no fuera un despropósito ya evidente después de la crisis que ha venido sufriendo la economía ortodoxa, el autor nos propone una perspectiva aún más estrecha, que ni siquiera parece funcionar en su propia actividad de gestión financiera, donde pasó, en tres años, de administrar recursos en torno a US$ 4000 millones a cifras que, el año pasado, no superaban los US$ 100 millones.

Habría sido importante que el analista hubiese dejado en claro desde qué punto de vista analiza la situación del país y no aparecer como una visión técnica separada de cualquier interés particular. En efecto, Daza no explicita que su visión de Chile es una mirada desde fuera del país, desde un hedge fund y desde una formación económica ortodoxa, que todavía no da cuenta de la principal crisis financiera que afectó a la economía mundial (2007-2008) desde el año 1929. Digo desde fuera del país, pues se trata de un hedge fund, el QFR Capital, que opera desde Nueva York. Un hedge fund es un fondo de inversión, también llamado fondo de cobertura o fondo de inversión libre, que tiene como objetivo obtener el máximo de rentabilidad a través de todas las estrategias y productos de inversión que estén al alcance del profesional o profesionales que lo gestionen..

Se trata de entidades sujetas a normas muy restrictivas en países como Alemania, Francia, Austria e Italia y prohibidas en países como España. Suelen ubicarse en paraísos fiscales. Si usted visita la página WEB de la entidad, verá que no es mucho lo que puede averiguar más allá de la dirección (529 Fifth Avenue | 8th Floor | New York, NY 10017 | USA).  En su “análisis” de Chile, llama la atención sobre “los cientos de programas (públicos) que son transferencias a grupos de presión que los han capturado para su bienestar, pero aportan poco o nada al resto de la sociedad”.

Si los grupos de presión tienen capturado al Estado de Chile, la pregunta obvia es a nombre de quién está hablando el economista José Luis Daza. Pongámoslo fácil y supongamos que habla a nombre de sus clientes, esto es, inversionistas cuyo único fin es rentabilizar al máximo sus activos financieros. En efecto, ¿cuál es su relación con un país en particular? La rentabilidad. Refiriéndose al caso de Argentina, donde no existiría la voluntad política para hacer los ajustes al aparato del Estado que él considera necesarios, dice: “La esperanza es que Macri lance un ajuste fiscal importante después de las elecciones de octubre. Si lo hace, los mercados le darán tiempo. Si no, MEJOR VENDER LOS BONOS ARGENTINOS”. Podríamos perfectamente reemplazar la palabra “argentinos” por la de “chilenos” para apreciar lo que le importa Chile a este personero.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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