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La caja electoral de la segunda vuelta Opinión

La caja electoral de la segunda vuelta

Axel Callis
Por : Axel Callis Sociólogo. Analista político
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Evidentemente estamos ante un escenario incierto, los números favorecen en apariencia a Piñera, pues obtuvo en el arranque un millón de votos por sobre Guillier, y sus focos de crecimiento están más acotados. Sin embargo, el fondo electoral teórico del abanderado oficialista sería más amplio a pesar de la dispersión de este. Su principal adversario sigue siendo la abstención, por esta variable pasa el resultado de la elección y la brecha que exista entre ambos candidatos. Movilizar a esos electorados también requerirá de Guillier un impulso casi épico, que transmita lo que está en juego en esta elección, contenido que al parecer la Presidenta Bachelet sí logró captar.


Incierta no es lo mismo que estrecha. El 17 de diciembre nos aprontamos a vivir la más incierta de todas las elecciones pos-Pinochet, pues se conjugan dos factores electorales claves: no sabemos cuántos irán a votar y, más aún, por quién votará un contingente importante de sufragantes con una historia electoral variable.

Aunque fueron solo 31.254 votos la ventaja que obtuvo Ricardo Lagos sobre Joaquín Lavín en 1999 en primera vuelta, posteriormente, en el balotaje, esta se amplió a casi 190 mil sufragios, diferencia que significó llegar a la Presidencia. La razón de este crecimiento fue muy simple: había un fondo electoral potenciado con el aporte del PC de Gladys Marín y otro aporte de Tomás Hirsh, que sumados se acercaban a los 300 mil electores, fondo que no poseía Joaquín Lavín, el cual solo podía “raspar” teóricamente algo de los 26 mil votos de Arturo Frei Bolívar.

Sin embargo, Lavín aumentó en 145 mil los votos, es decir, más allá de todo pronóstico sobre la base de lo ya obtenido, debido a que llegó más gente a votar en esta segunda vuelta. Cifra que aumentó en casi 120 mil votos a los casi 7,3 millones de electores que emitieron su sufragio ese día. Eran tiempos de voto obligatorio e inscripción voluntaria.

La situación de participación varió sustantivamente con el debut del voto voluntario en segunda vuelta el 2013, lo que se tradujo en más de un millón de votos menos entre una votación y otra. Muchos analistas atribuyeron esta baja a la excesiva diferencia que había entre Michelle Bachelet y la candidata de derecha Evelyn Matthei en la primera vuelta. Meses después, haciendo análisis mesa a mesa, se pudo observar que los ausentes en el balotaje se situaban esencialmente en los segmentos “derrotados” de la primera vuelta, específicamente Sfeir, Claude y MEO, más otras “fugas” menos significativas en Parisi.

Desde entonces, no sabemos si lo de 2013 fue un hecho puntual o una conducta electoral. La experiencia internacional muestra que no hay “una” conducta, aunque, en general, tiende a bajar un poco la participación para las segundas vueltas, influenciadas esencialmente por las diferencias entre candidatos originadas en las primeras vueltas. Por ejemplo, en Francia este año, disminuyó muy poco la participación entre una vuelta y otra, pero aumentó significativamente el nulo y blanco, llegando a más de 4 millones sobre un total de 35 millones de sufragios.

La caja de Piñera para esta segunda vuelta parte en un piso consolidado de 2,4 millones de votos, cifra estable y firme, pues es la misma que obtuvo el sector en diputados y Cores este 2017 y 2013. Supuestamente, el resultado de J. Antonio Kast sería sumable a Piñera en esta segunda vuelta. Revisada esa votación de 522 mil votos, no se traduce en un “ladrillo” de homogeneidad electoral. Hay esencialmente dos componentes en el voto Kast: votación evangélica dura en La Araucanía, provincia de Arauco, Coronel, Lota, La Pintana, San Bernardo y las regiones extremas de Chile, más una votación constante de derecha de lo que algún día fue la UDI popular y un leve aumento en Las Condes y Lo Barnechea.

En resumen, electorados bastante movilizables y con baja probabilidad de dispersión. Con todo, es evidente que un escenario de baja participación le favorece bastante a Piñera, pero, si se mantiene el nivel de la primera vuelta o sube un poco el electorado, no se vislumbra un capital electoral al cual echar mano directamente. De ahí la importancia territorial de la Región Metropolitana, especialmente en Puente Alto, La Florida o La Pintana, donde el candidato de Chile Vamos no superó el 31%, no obstante tener la red de alcaldes más robusta de la región.

Por su parte, en términos netamente electorales, Alejandro Guillier no cuenta con un escenario fácil. Su punto de partida es de un millón de votos más atrás que Piñera, con un aporte estable y constante de 1,5 millones de votos, un poco más de lo que tienen los partidos que lo apoyaron en las parlamentarias y Cores, de alrededor de 1,4 millones de sufragios. Esa es la base electoral de arranque.

De esta forma, todo lo que se pueda sumar o distribuir en ejercicios posteriores, es parte del campo de la especulación sobre la base de historia electoral y una cuota no menor de arbitrariedad.

Especulemos:

Sabemos con certeza que la Nueva Mayoría (incluida la DC) ha perdido entre el 2013 y 2017 más de un millón de votos, tanto a nivel parlamentario, municipal como presidencial. Gran parte de ellos se tradujo en la abstención para la municipal de 2016, distribuyéndose en direcciones distintas en noviembre último.

[cita tipo=»destaque»]La caja de Piñera para esta segunda vuelta parte en un piso consolidado de 2,4 millones de votos, cifra estable y firme, pues es la misma que obtuvo el sector en diputados y Cores este 2017 y 2013. Supuestamente el resultado de J. Antonio Kast sería sumable a Piñera en esta segunda vuelta. Revisada esa votación de 522 mil votos, no se traduce en un “ladrillo” de homogeneidad electoral. Hay esencialmente dos componentes en el voto Kast: votación evangélica dura en La Araucanía, provincia de Arauco, Coronel, Lota, La Pintana, San Bernardo y las regiones extremas de Chile, más una votación constante de derecha de lo que algún día fue la UDI popular y un leve aumento en Las Condes y Lo Barnechea. En resumen, electorados bastante movilizables y con baja probabilidad de dispersión.[/cita]

Ahora bien, lavotación presidencial sumada de Goic y Guillier alcanzó 1.884.224 sufragios, si la restamos de los 3 millones de votos obtenidos por Bachelet el 2013 en primera vuelta, o hacemos el mismo ejercicio con la parlamentaria de la Nueva Mayoría de ese mismo año, nos quedaran aproximadamente 1,2 millones de votos de diferencia negativa, es decir, de pérdida de ese bloque. De esos votantes que cambiaron de opción, varios de ellos hicieron una detención en la abstención en la municipal del año pasado, pero volvieron a votar en noviembre último y no precisamente por la NM.

Hipotéticamente la votación de Beatriz Sánchez se parece bastante a esa pérdida de la Nueva Mayoría, pero el Frente Amplio contaba de antes con una base electoral de alrededor de 350 mil votos, la cual proviene de los partidos que compitieron en la municipal 2016 y/o anteriormente de las votaciones de Sfeir y Claude, en 2013, ambos con una suma muy cercana a los ya descritos 350 mil sufragios. De ahí despega el Frente Amplio.

Beatriz Sánchez fue más que Frente Amplio, ella obtuvo 1.336.622 sufragios, en cambio, su lista parlamentaria no llego al millón de votos y en Cores no superó los 700 mil, lo cual indica que casi 350 mil electores de Sánchez no votaron por su lista parlamentaria. Lo anterior instala una duda razonable sobre la participación de este segmento en segunda vuelta, ante una posible personalización del voto.

Entonces, la pregunta básica es: ¿sufragó este grupo en las parlamentarias?, ¿por quiénes lo hicieron? A esas preguntas no hay respuestas aún, pero la hipótesis principal es que un número significativo de ellos anularon o lo hicieron en blanco a la hora de elegir diputado o Core, pues se observa un leve aumento de estas opciones en las comunas donde la diferencia entre Beatriz Sánchez y sus parlamentarias es mayor. Complementariamente, otros pueden haber cruzado el voto a otras opciones distritales, lo cual iremos descubriendo con el cruce de mesas en los próximos meses.

En datos concretos, el voto válido total presidencial llegó a 6.596.329 y en diputados a 5.996.710, abriéndose una brecha de 600 mil electores (casi un 10%) que acudieron solo a votar para Presidente o Presidenta, de los cuales existe una fracción indefinida que no votó ni por Piñera ni Guillier y que no sabemos si acudirá el 17 de diciembre a ejercer su derecho en las urnas.

Otro bolsón electoral es la DC, cuyo piso electoral de 2017 alcanza a los 600 mil votos, donde la votación de Goic es bastante menos que eso, por lo cual ya podemos suponer que una fracción de esos 230 mil votos (diferencia entre Carolina Goic y su votación parlamentaria DC) fue a parar a otras alternativas presidenciales. Con todo, es bastante difícil establecer una proporcionalidad del destino de la votación de Goic con cierta base certera. Lo que sí sabemos es que, de acudir a sufragar ese segmento, se distribuirá no enteramente en un solo candidato, existiendo siempre una merma para alguna de las dos opciones.

De los 376.471 votos de MEO este año, las puntas estuvieron básicamente en el Área Metropolitana, Calama y Antofagasta, algunas comunas de su ex Distrito 11 en la V Region interior y algunos sectores de la Región de Coquimbo, pero, en general, se reveló una votación más bien plana, sin grandes bolsones de votos. De esta forma, el único antecedente con base observada es con voto obligatorio de 2009, donde el candidato citado logró 1,4 millones de votos (20%), cuya cifra se distribuyó en casi 380 mil votantes que acudieron a votar en segunda vuelta por Piñera y el resto, casi íntegro, por Eduardo Frei, quedando una franja pequeña que no regresó a emitir su voto. Lo que aprendimos en esa elección es que MEO, no obstante haber levantado una opción de izquierda, logró capturar en esa campaña importantes apoyos de sectores populares (Pudahuel, Peñalolén y Maipú), que resultaron ser muy volátiles a la hora de votar por segunda vez. La composición actual de su electorado va más allá de la votación del PRO partido, registrándose un votante disperso y poco asible numéricamente.

Finalmente, considerando que la segunda vuelta es una campaña corta y esencialmente comunicacional, la participación potencial también pasa por lo territorial. En ese plano, obtendrá ventaja el que mejor sepa, en este corto lapso, “amarrar” localmente bolsones afines sobre la base de información de inteligencia electoral, desafío no menor, pero elemental en elecciones con voto voluntario.

En conclusión, evidentemente estamos ante un escenario incierto, los números favorecen en apariencia a Piñera, pues obtuvo en el arranque un millón de votos por sobre Guillier, y sus focos de crecimiento están más acotados. Sin embargo, el fondo electoral teórico del abanderado oficialista sería más amplio a pesar de la dispersión de este. Su principal adversario sigue siendo la abstención, por esta variable pasa el resultado de la elección y la brecha que exista entre ambos candidatos. Movilizar a esos electorados también requerirá de Guillier un impulso casi épico, que transmita lo que está en juego en esta elección, contenido que al parecer la Presidenta Bachelet sí logró captar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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