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Con gusto a poco Opinión

Con gusto a poco

Mario Waissbluth
Por : Mario Waissbluth Ingeniero civil de la Universidad de Chile, doctorado en ingeniería de la Universidad de Wisconsin, fundador y miembro del Consejo Consultivo del Centro de Sistemas Públicos del Departamento de Ingeniería de la Universidad de Chile y profesor del mismo Departamento.
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Creemos que ha llegado el momento de pasar del consenso a la acción, y frente a esto tenemos tres propuestas. En primer lugar, el gobierno puede cumplir un rol clave impulsando la innovación pedagógica. Contamos con evidencia suficiente sobre metodologías que pueden implementarse en Chile con bajo costo y alto impacto, se trata de iniciativas que involucran la formación de los docentes, directivos y estudiantes en estrategias innovadoras de enseñanza, vinculando la experiencia formativa con los intereses y motivaciones de los estudiantes.


La Cuenta Pública nos dejó con gusto a poco en educación. Si queremos avanzar hacia un país desarrollado, necesitamos que la educación siga estando en un lugar protagónico de la agenda pública, en una estrategia de largo plazo y con visión hacia el futuro.

La pega del país no está hecha. Más de la mitad de los y las estudiantes de 15 años no han desarrollado las habilidades mínimas en lectura y razonamiento matemático y lo que es aún más doloroso, en 4° básico alrededor de la mitad siente que hay cosas que de frentón no pueden aprender. Poner a los niños primero en la fila implica hacerse cargo de estos desafíos y cambiar de modo radical y urgente esta realidad.

Respecto a los anuncios, aún entendiendo que una cuenta pública debe ser sintética, nos preocupa la carencia de precisión ni priorización de algunas propuestas y la omisión de otras.

Felicitamos el acceso universal a sala cuna, pero dejando claro que este derecho es de los niños y niñas y no debe depender de los derechos laborales de sus padres. Es fundamental avanzar en cobertura y calidad en este nivel: según datos oficiales, hoy sólo el 53% de los niños accede a salas cuna y jardines infantiles, pero nada menos que el 77,7% de las familias cuyos hijos no asisten, piensan que estos establecimientos no se adecuan a sus necesidades y/o consideran que no es necesario enviar a los niños.

No da lo mismo el cómo. La evidencia internacionalmente consensuada señala que una educación parvularia de mala calidad, puede ser aún más perjudicial que no tenerla, por lo que parece fundamental mejorar la proporción de educadoras y técnicos, especialmente en esta etapa del desarrollo infantil. Esta es la única forma de que la infancia tenga experiencias de estimulación y aprendizaje que favorezcan su bienestar y formación integral.

Para dar una idea: para el promedio de la educación inicial Chile tiene 27 niños por educador y la OCDE tiene 14. Más aún, en USA el estándar es una educadora cada 3-4 niños en sala cuna, todas certificadas por el Estado. ¿De dónde van a salir las educadoras que necesitamos en calidad y cantidad?

En educación escolar también nos quedamos con gusto a poco. Valoramos el foco en la calidad, relevando la necesidad de entrar a la sala de clases y que se valore la innovación, a través de nuevas metodologías y tecnologías. Este es un deseo que Chile ha compartido por décadas, la gran pregunta en este caso no es el qué sino el cómo.

Creemos que ha llegado el momento de pasar del consenso a la acción, y frente a esto tenemos tres propuestas. En primer lugar, el gobierno puede cumplir un rol clave impulsando la innovación pedagógica. Contamos con evidencia suficiente sobre metodologías que pueden implementarse en Chile con bajo costo y alto impacto, se trata de iniciativas que involucran la formación de los docentes, directivos y estudiantes en estrategias innovadoras de enseñanza, vinculando la experiencia formativa con los intereses y motivaciones de los estudiantes.

En segundo lugar, para avanzar en calidad es imprescindible disminuir la delirante carga administrativa de las escuelas y los sostenedores, que hoy concentra más de la mitad del tiempo de los equipos directivos, en detrimento de su rol clave en el liderazgo pedagógico.

En tercer lugar, la evidencia es clave respecto a la relevancia de los equipos directivos, que son uno de los factores que más impactan en la calidad de los aprendizajes. Hoy no contamos con una carrera directiva que les asegure una formación y una trayectoria adecuada, así como mejores salarios, especialmente en las escuelas más vulnerables. Hay más de 600 escuelas cuyos sostenedores todavía no han escogido a sus directivos mediante el sistema de Alta Dirección Pública y, es urgente mejorar la Ley de Concursabilidad de estos cargos para asegurar que los mejores directivos estén donde más se les necesita.

Otro ausente en el discurso presidencial es la educación pública.  La desmunicipalización es quizás el mayor desafío de política educativa respecto a su calidad, e implementar esta ley requiere apoyo y compromiso transversal de los distintos actores. No mencionarla parece una señal de incertidumbre para todas las comunidades educativas que esperan claridad y compromiso de parte del Estado con este cambio.

Felicitamos por otro lado el foco en el fortalecimiento de la educación técnico profesional, tanto a nivel superior como medio, pero aclarando que se requiere mejorar la calidad de todos los liceos técnicos y no solo de un grupo privilegiado de los mismos.

Finalmente, en cuanto a educación superior, valoramos el fin al CAE y su reemplazo por un crédito único y en condiciones altamente convenientes, pero no se observa una mirada general respecto a todas las necesidades financieras de la educación superior, en especial: investigación, desarrollo e innovación.

Nos quedamos con gusto a poco.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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