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Guaidó: Otra apuesta equivocada Opinión

Guaidó: Otra apuesta equivocada

Luis Machuca
Por : Luis Machuca Ingeniero Comercial (U. de Concepción), Magister en Planificación y Gestión Educacional (UDP), docente universitario y consultor.
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La fiebre anti Maduro parece irse diluyendo en La Moneda, al mismo tiempo que se desinfla el peón que la Casa Blanca había arriesgado en la partida. ¿Cómo es que el gobierno chileno llegó a inmiscuirse de manera tan poco prudente y descarada en una aventura golpista? ¿Qué amenaza real o potencial, presente o  futura, representa Venezuela para Chile?

Hoy en día ha quedado en evidencia que las soluciones para Venezuela pasan por un absoluto respeto a su proceso político interno y que no serán los esfuerzos pro golpistas de EEUU, Chile o Colombia los que contribuirán a superar la situación actual, sino el diálogo propiciado, entre otros, por países como Noruega, con larga tradición de mediación y una diplomacia profesional.

En el caso de EEUU, los intereses en desestabilizar a Venezuela son claros: petróleo por un lado y necesidad de recuperar un área de influencia política perdida, por el otro. En el caso de Colombia – el otro gran interesado en desestabilizar al gobierno de Maduro – existe una frontera común y una larga historia de desencuentros. Una cosa es clara: a la hora de comparar la importancia geopolítica de Venezuela versus la de Chile, es evidente que no tenemos nada que hacer. Mayor razón para preguntarse, de nuevo, qué hace Chile siguiendo los dictados de Washington y Bogotá. A mayor abundamiento: ¿quiénes están tras Maduro?: Rusia, China, Turquía, Irán. De este nivel hablamos. Por otra parte, Venezuela históricamente ha sido una economía de mayor dinamismo y volumen que la chilena. La situación actual y de los últimos años es puntual y no debe llamar a engaño. Venezuela recuperará su economía más temprano que tarde y con ello su lugar en el concierto mundial.

La política exterior de Chile ha sido imprudente a la vez que amateur. Son los costos de tener un canciller sin experiencia ni perfil diplomático. Sin embargo no hay que engañarse. El conductor real de la política exterior de Chile es Sebastián Piñera, que de estadista no tiene nada. Piñera es, básicamente, un gerente. Tiene, además, tendencia a intentar mostrarse dominador de todos los temas, por lo cual termina desperfilando el rol de ministros y asesores. En el caso de su canciller, la situación es compleja. El señor Ampuero está prácticamente desaparecido. Lejos están los días de las banderitas ondeantes en el Patio de Los Naranjos, por el fallo de La Haya. Fallo en el cual, por lo demás, no tuvo mérito alguno. La defensa chilena estaba definida antes que él asumiera. Son los costos de tener como canciller un amateur. Y converso, para peor. Los conversos, en su caída, no tienen amigos. Son como los dobles espías. Nadie confía en ellos.

Los costos para Chile, de haber participado en esta cruzada pro “democracia”, se irán viendo en el futuro no muy lejano. En todos los análisis internacionales relativos a balances geopolíticos y estratégicos, se señalan como eventuales “amigos” o aliados de Chile a EEUU, Israel e Inglaterra, de entre los principales. Todos ellos con motivos prácticos.  Y a la hora de identificar países abierta o eventualmente hostiles, Bolivia, Perú y Rusia. En el caso de Bolivia, Chile ha tendido a minimizar o despreciar su importancia, pero este país, con Evo Morales así y todo, viene desde ya varios años teniendo un desempeño económico que supera largamente al nuestro. Y ha incorporado socios estratégicos de primer orden como Rusia, China e Irán, además de una amistad fortalecida con Venezuela y Cuba.

La política exterior chilena, en lugar de dedicarse a repartir clases de democracia (para lo cual nuestra aptitud es, a lo menos discutible) debe procurar mantener al país alejado de situaciones que puedan acarrearnos  sinsabores en el futuro, atrayéndonos enemigos gratuitamente. Es lo que menos necesitamos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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