Señor Director:
El coronavirus se está tomando la agenda mundial. Italia está cercado, España aconseja, de forma preventiva, quedarse en casa, Merkel señala que el 60% o 70% de la población alemana sufrirá de coronavirus, etc. En Estados Unidos, Trump tiene problemas para darle algún lugar de importancia al brote y en Latinoamérica, aún cuando es la segunda región menos afectada, nada permite saber con certeza el comportamiento de la enfermedad.
La OMS, por su parte, ha declarado pandemia mundial.
Pese a todo lo anterior, en China, donde se originó, se ha señalado que el virus se mantiene en un nivel bajo y sabemos que este brote, comparado con otros, no es más grave que la gripe.
¿Entonces por qué tanto alboroto?
Además de que no se encuentra todavía la vacuna para el mismo y el virus está afectando a las grandes potencias por igual, la verdad es que sí mata a determinadas personas.
El más reciente estudio chino sobre la materia señala que de los hospitalizados analizados, dos terceras partes estaban en estado crítico o grave, además de ser personas de avanzada edad y achacada por diferentes enfermedades. La media es 69 años.
Así es: mueren los viejos. Los jóvenes no tienen por qué temer, pero eso no los exime de la responsabilidad de ayudar a que no se propague el virus (por ejemplo, si ya se declaró la cuarentena, lavándose frecuentemente las manos, no acercándose a adultos mayores, permitir que sólo los más necesitados concurran al hospital, entre otras medidas que el Gobierno deberá implementar)
Se trata de tener responsabilidad individual y conciencia de nuestras acciones.
Uno de los sentimientos que ha aflorado tanto en la propia movilización social chilena, como también a la base de las demandas del mismo, es el de la solidaridad.
Este es un buen momento para probar que efectivamente podemos ponerla en práctica.
Camilo Arancibia Hurtado
Académico de la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso.
Doctorando en Filosofía, Universidad Autónoma de Barcelona.
