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¿Cómo debería ser un buen ministro de Defensa?

¿Cómo debería ser un buen ministro de Defensa?

Mireya Dávila
Por : Mireya Dávila Académica del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile. Doctora y Magíster en Ciencia Política, University of North Carolina, Chapel Hill, Estados Unidos. Magíster en Gestión y Políticas Públicas de la Universidad de Chile. Licenciada en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile.
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El cambio que ha significado Mario Desbordes como ministro de Defensa al opinar sobre política contingente y no solamente sobre los temas propios de su cartera plantea la reflexión ¿Qué se espera de un ministro de Defensa?, abordando un tema de gran importancia en la conducción del gobierno, tales son los atributos requeridos de los colaboradores más cercanos del Presidente Estos tienen la responsabilidad política de conducir los planes y acciones en sus respectivas carteras. Esto es más relevante aún en sistemas presidenciales en que es el primer mandatario quien tiene la prerrogativa de nombrar a colaboradores de su exclusiva confianza. En gobiernos de coalición, como en el caso chileno, los ministros expresan también los necesarios equilibrios políticos entre los partidos que lo apoyan.

Al respecto hay temas empíricos y de juicio que son relevantes de abordar. Primero, se tiende a distinguir dos categorías de ministros sin definirlos con exactitud: los políticos y los especialistas. Suponemos que los ministros especialistas son aquellos que tienen algún tipo de formación profesional y/o experiencia en los temas de la cartera que les toca dirigir. No sabemos si en la categoría de político están aquellos que son militantes o también los independientes. Este dato no es menor pues la filiación partidaria permite conocer la fortaleza de la relación del gobierno con su coalición, lo cual es relevante también para la buena conducción del gobierno.

Igualmente, se estima que al ministerio de Defensa llegarían más bien políticos que técnicos en la materia, como serían los casos en los ministerios de Justicia, Salud, Hacienda, Economía, Trabajo y Previsión Social, Obras Públicas, Agricultura, Minería, Transportes y Telecomunicaciones, Energía, Medio Ambiente, de las Culturas, y Ciencia. Sin embargo, esto no ha sido así en el actual gobierno ni tampoco desde la recuperación de la democracia. Hay ministerios en que sí hay un cierto perfil de cargo como Hacienda, en que los ministros, todos hombres, han sido economistas con doctorados en universidades extranjeras. También han sido, con excepción de uno, militantes de los partidos de la coalición de gobierno. En el caso del ministerio de Salud los y las ministras han sido médicos, a excepción del ministro Carlos Massad durante el gobierno de Frei Ruiz-Tagle. También podemos encontrar solo abogados en el ministerio de Justicia, pero la abogacía ha sido, en gran medida, la profesión de la política chilena desde el siglo XX. El caso de Obras Públicas y el de Trabajo, por citar algunos, sus ministros han tenido diferentes profesiones y especializaciones. Así, como ha habido militantes de partidos e independientes.

Respecto a la rotación ministerial de la cartera de Defensa desde el fin de la dictadura este ministerio ha tenido 18 ministros. Descartando las carteras políticas, como Interior, Secretaría General de la Presidencia y General de Gobierno, la rotación del ministerio de Defensa no ha sido superior a la de Educación, Desarrollo Social (antes Mideplan) y Energía que han tenido 19 ministros respectivamente. El ministerio de Economía también ha tenido los mismos 18 ministros en 30 años.

La razón por la que en Defensa no se han nombrado ministros que sean solo especialistas es porque el cargo de ministro, no solo por diseño institucional, sino también por su práctica, es político. Los ministros de Estado, en sistemas presidenciales, son los responsables de conducir las respectivas carteras de acuerdo a los lineamientos programáticos de los gobiernos. Esto no quiere decir que lo político o programático sea opuesto a conocimiento técnico o experto. Por el contrario, ambos tipos de conocimiento son relevantes para la buena conducción ministerial. Esto también es válido para el ministerio de Defensa. Gracias a estos nombramientos el país ha sido capaz de sostener e incrementar sus capacidades militares.

Entonces, ¿cómo debería ser el ministro de Defensa? Pareciera que en el pasado convenía un no especialista pues esta característica permitía a las FF.AA. una relación más fluida con el Congreso y La Moneda, en cambio lo que se necesitaría hoy día sería un ministro o ministra que sepa de Defensa. Es decir, antes la realidad demandaba un ministro que vinculara a las FF.AA. con los políticos, en cambio hoy parece ser que lo que se precisa es un especialista. Se plantea, entonces, la alternativa de un ministro especialista o uno no especialista, este último que debería quedarse varios años para cumplir con la agenda y los proyectos de la cartera. Al respecto es preciso preguntarse, ¿cuál agenda y cuáles proyectos? ¿La del Estado y el gobierno en materia de defensa o la de cada una de las ramas de las FF.AA.?

A este respecto se piensa que la política de Defensa y militar debiesen acomodarse a lo que quieren las FF.AA. Según la RAE, acomodar significa “colocar algo de modo que se ajuste o adapte a otra cosa” o “amoldar, armonizar o ajustar a una norma”. ¿Por qué en un Estado democrático un ministro de Defensa debería preguntar a las FFAA qué les acomoda? Desde una perspectiva de políticas públicas un ministro de Defensa debe poder conducir su cartera en condiciones de desarrollar una estrategia de Defensa nacional de acuerdo a los lineamientos del Estado y del gobierno. Las FF.AA. deben estructurar su función, organización y medios materiales de acuerdo a lo aprobado por los poderes del Estado, el Ejecutivo y el Congreso, y de esta forma “acomodarse” a las decisiones del ministro encargado de conducirlas y no al revés. Esto a partir de una Estrategia de Defensa Nacional que, entre paréntesis, aún no existe.

Ad portas del debate constitucional es imprescindible incorporar una seria reflexión sobre la relación entre régimen de gobierno, la estructura de toma de decisiones y políticas públicas de calidad, en particular las de Defensa y militar. En el diseño de éstas, los aportes de las FF.AA. deben ser considerados en su propio mérito.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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