Señor Director:
Estamos en pleno período de campañas, ad portas de una de las elecciones más importantes del último tiempo en nuestro país, y sin embargo como ciudadanos nos enfrentamos a un desafío muy complejo: elegir a nuestras/os candidatas/os.
No solamente es complicado por el gran número de éstos (muy probablemente, la papeleta de voto será tan grande como un diario dominical), sino también porque nos enfrentamos a una serie de tácticas de marketing que en muchas ocasiones no buscan sino maquillar la realidad. Al igual que con la Ley de Alimentos, y sus sellos que nos advierten “Alto en… ”, pienso que como electores nos sería muy útil saber algunas cosas: ¿de qué partido es el candidato? ¿Es alto en democracia o en autoritarismo? ¿A quiénes o qué representa?
La invisibilización de los programas unida al uso de tácticas de marketing transforman al ciudadano en un incauto “cliente”, distrayéndolo del hecho de que todos los candidatos son de uno u otro modo políticos, en especial aquellos que enarbolan su condición de independientes –ese nuevo gatopardismo– como una señal de pureza.
Tal y como sucede con la Ley de Alimentos, debiésemos exigir transparencia de parte de las candidaturas, que ellas se sustenten en planteamientos, ideas y convicciones, y no en la engañosa e injusta cantidad de recursos inyectados.
Jorge Cienfuegos Silva
Farmacéutico
