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Caballo pillado… ¿caballo ganado? (o cuando el Apruebo alcanzó al Rechazo) Opinión Crédito: Agencia Uno

Caballo pillado… ¿caballo ganado? (o cuando el Apruebo alcanzó al Rechazo)

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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En este mismo espacio advertimos que esta nueva etapa del proceso constituyente favorecería la opción del Apruebo, toda vez que pasarían a un segundo plano las polémicas, los errores no forzados de algunos convencionales y las fake news que acompañaron la etapa de redacción gruesa del texto y que tan funcionales resultaron a la narrativa del Rechazo. Hoy las encuestas refieren un empate técnico, pero el techo de esta última opción es mucho más bajo que el del Apruebo. El cambio en el escenario ha propiciado, en consecuencia, maniobras desconcertantes y confusas en las corrientes más conservadoras, como es el ofrecimiento de los senadores democratacristianos Ximena Rincón y Matías Walker de rebajar los quórums para reformas constitucionales, siempre y cuando se imponga el Rechazo.


Lo dijimos hace dos meses en este mismo espacio: con la entrega del primer texto borrador de la Constitución, inevitablemente, comenzaría a cambiar la tendencia que, hasta ese momento, mostraba que el Rechazo se imponía con holgura.

¿La razones? Simples. De ahí en adelante, la Convención le dejaría el protagonismo al texto constitucional, se terminarían las fake news –como esa de que se cambiarían la bandera y el himno patrio–, los convencionales pasarían a ser actores secundarios –parte de la percepción negativa del proceso se debió al exceso de protagonismo y show mediático de algunos(as), partiendo por el nefasto aporte de Rodrigo Rojas Vade– y las personas tendrían la oportunidad de leer y analizar la propuesta, pudiendo, así, votar informadas.

Pero a lo anterior, se sumó un inteligente cambio de tono de la propia Convención Constitucional, conducido por un acertado Gaspar Domínguez. Creo que asumieron que estaban poniendo en riesgo todo un largo y complejo proceso. Sin duda, la burbuja en que se sumergieron, a partir de febrero, no dejó que algunos vieran el bosque.

O, si lo vieron, la distancia que quedaba para el plebiscito no les permitió percibir el peligro. De hecho, el día de la entrega oficial del texto borrador en Antofagasta fue evidente el punto de inflexión. La ceremonia fue en una región distante de Santiago –el texto enfatiza la descentralización–, utilizaron espacios abiertos –muy contrastante con la “burbuja”–, se reunieron con la ciudadanía y organizaciones sociales, y resaltaron los símbolos patrios.

Fue una puesta en escena muy bien pensada y, por supuesto, bien lograda. A partir de ese momento, los convencionales parecieron haber bajado varios tonos. Las comisiones de Preámbulo, Armonización y Normas Transitorias se abocaron al trabajo, evitando la prensa y, por ende, la polémica.

Tal vez el único momento crítico fue cuando, paradójicamente, un grupo intentó poner la barrera de los 2/3 para modificar la Carta Fundamental. Una contradicción que mostró la esquizofrenia de la derecha y la izquierda. Ambas defendiendo lo que les molestó por décadas. Cosas de la política chilena.

El cambio de tendencia, que beneficia al Apruebo, ha sido nítido en estas semanas. Los estudios de CEP y Cadem así lo reflejan. Entre ambas opciones, las distancias se fueron acortando sistemáticamente, hasta alcanzar lo que se denomina “empate técnico”, es decir, que la diferencia entre ambos es menor al margen de error de la encuesta. Esto parece estar indicando que el Rechazo se estancó hace cerca de un mes y que el que tiene hoy posibilidades de crecimiento es el Apruebo.

Si tomamos la encuesta CEP –tiene la metodología más sólida–, observamos que el Rechazo alcanza a un 27%, muy similar a lo obtenido por la misma opción en el plebiscito de entrada. Ese debería ser el techo del voto duro de la derecha. Sin embargo, el sondeo proyecta un 37% de indecisos, más un 11% que no sabe o no responde. Es decir, un 48% no tiene aún definida su opción. ¿Quiénes son? Personas que, en 2020, en un 100%, votaron Apruebo y que, pese a las dudas, tienen más posibilidades de emigrar hacia al Apruebo que quedarse estancadas en el Rechazo, especialmente, por la barrera psicológica que significa compartir espacio con la derecha dura y reacia a los cambios de la Constitución por décadas.

Por tanto, el alza del Apruebo está siendo proporcional al aumento de información, a la baja de polémicas y fake news. Esto, si consideramos que después del 4 de julio tendremos un texto consolidado, luego del filtro de Armonización –ya eliminó 124 artículos por incongruentes, repetidos, etc.– y Normas Transitorias, lo que se sumará a la campaña pública, franja televisiva y las energías de los propios convencionales, que saben que para quedar en la historia deben hacer un esfuerzo y dejar de lado los gustitos que se dieron previamente.

Pero, pese a este cambio de tendencia a favor del Apruebo, y de las expresiones ciudadanas que han exigido una nueva Constitución desde el 18-O en adelante, llama la atención la desconexión de la elite política de la derecha con el sentir de la gente.

En un esfuerzo a estas alturas algo vergonzoso, ese sector ha iniciado una curiosa estrategia que pretende convencer a la ciudadanía de que el Rechazo es sinónimo de cambio de la Carta Magna actual. Algo que pareciera provocar la inteligencia de los chilenos.

¿Es creíble que los que se opusieron a cualquier tipo de cambio en 2020 hoy se muestren dispuestos a modificar la Constitución, pero con la condición de que la gente vote Rechazo? ¿Se le puede creer a un diputado, como el RN Diego Schalper, que lideró el Rechazo en la entrada, cuando señala ahora que “esta Constitución no da para más, el cambio va sí o sí”? Aunque, claro, el requisito que ponen la UDI, Evópoli y RN para iniciar esos cambios… es votar, precisamente, contra el cambio. Esquizofrénico.

Lo cierto es que la derecha se metió en un callejón con pocas salidas. Presionados por Republicanos, que anunciaron el Rechazo a unas horas de conocerse el borrador –analizaron los 499 artículos a gran velocidad–, Chile Vamos se vio obligado a abandonar su diseño original de evitar que los partidos y sus dirigentes se convirtieran en rostros del Rechazo y hasta se pronunciaron antes del texto final –habían dicho que esperarían hasta ese momento–, porque se convencieron, antes de tiempo, de que el Rechazo ganaría “sí o sí” e, incluso, que arrasaría, por lo que no podían regalarle el triunfo a Rojo Edwards.

Fue tan evidente el error político y de cálculo, que Francisco Chahuán, el timonel de RN, intentó adelantarse a sus socios de la UDI –que han sido muy cautelosos– para capitalizar por adelantado.

Pero no solo la derecha ha asumido la estrategia de la esquizofrenia, esa que dice rechaza para cambiar lo que nunca hemos querido cambiar.

Ciertos sectores de la elite, incluida una quebrada DC, dominada esta vez por los conservadores Walker y Ximena Rincón –no era verdad que tomaría palco–, parecen estar en un esfuerzo desesperado por convencer a los ciudadanos de que tienen la voluntad –unidos a la derecha, sin disimulos– de implementar modificaciones a la Carta Magna, pero siempre y cuando no gane el Apruebo. De ahí el proyecto de 4/7 y otras alternativas creativas, que en la derecha incluso ha significado pontificar sobre el proyecto de Bachelet, pese a que en su momento lo destrozaron. Esquizofrénico total.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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