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Habitar el cargo Opinión

Habitar el cargo

Mireya Dávila
Por : Mireya Dávila Académica del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile. Doctora y Magíster en Ciencia Política, University of North Carolina, Chapel Hill, Estados Unidos. Magíster en Gestión y Políticas Públicas de la Universidad de Chile. Licenciada en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile.
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El Presidente Gabriel Boric ha sido criticado por sus posibles contradictorias declaraciones como dirigente estudiantil, diputado, candidato a la Presidencia y, ahora, como Jefe de Estado.

En este contexto ha mencionado su propósito de “habitar el cargo”, lo que significa una doble adaptación, por una parte, del cargo a él, introduciendo nuevas liturgias ciudadanas y, en segundo lugar, de él al cargo, transitando desde sus roles políticos desempeñados antes de llegar a La Moneda a la responsabilidad que ha asumido en la actualidad, pero sin negar su historia.

Lo que el Presidente Boric llama “habitar el cargo”, Max Weber lo conceptualizó como la justa medida entre el compromiso con las convicciones y la responsabilidad del político y gobernante: “La ética de convicciones y la ética de responsabilidad no son contrastes absolutos, más bien son complementos, que solo al unísono constituyen al hombre genuino –un hombre que puede tener el ‘llamado de la política’–”. En el caso del Mandatario, se trata de asumir la responsabilidad como Jefe de Estado respetando la institucionalidad y siendo el Presidente de todo el país, sin olvidar la urgencia de las tareas de profundo cambio por las que fue elegido, proponiendo un relato, un proyecto y una estrategia correspondiente.

Más allá de la definición del Presidente de “habitar el cargo” e intentando una mirada más comprehensiva, esta habitación implica ejercer simultáneamente las responsabilidades de Jefe de Estado, de Gobierno y de su coalición. A estos tres roles se suma la esencia del acto de gobernar: decidir sobre la base de la oportunidad, pero sin perder una estrategia clara que se materialice en políticas viables. Esta es la capacidad de manejar la agenda y poder procesar los conflictos inherentes a la gestión de gobierno de manera que no debiliten la capacidad de agencia y conducción del Gobierno. Un elemento clave en lo anterior es lo que se denomina voluntad política, tal es la priorización de decisiones, el uso consistente de los recursos del Estado y del Gobierno hacia esos objetivos y la sabiduría para sortear los conflictos inherentes a la gestión, encauzándolos a su favor. En otras palabras, ejercitar el difícil arte de gobernar.

Desde esta perspectiva nos podemos preguntar: ¿cómo se ha “habitado el cargo”, combinando convicciones y responsabilidad, desde el retorno de la democracia a nuestro país?

A comienzos de la transición, el Presidente Aylwin lo habitó asumiendo el difícil equilibrio de gobernar después de 17 años de dictadura. En el Estado Nacional, a pesar de la estruendosa pifia, señaló que era necesario incluir a civiles y militares. La Comisión de Verdad y Reconciliación, la Comisión Rettig, fue otra expresión de esa voluntad política. El Presidente Frei tuvo que enfrentar, guste o no, la detención de Pinochet contra las demandas de una parte de su coalición y frente a la derecha y los empresarios. Encauzó este conflicto a través de la vía legal, logrando, después de gestiones diplomáticas, traer a Pinochet de vuelta para ser juzgado en Chile. Por su parte, ante la crítica de los empresarios por la llegada de un gobernante del ala izquierda de la Concertación, el Presidente Lagos pidió que lo dejaran trabajar tranquilo. Encaró a los militares por la desinformación sobre detenidos desaparecidos, creó la Comisión sobre Prisión Política y Tortura y sacó adelante –con la oposición de la derecha y una parte de su coalición– la reforma a la salud, primera derrota del modelo neoliberal imperante. La Presidenta Bachelet “habitó el cargo” gracias al enorme cambio cultural de ser la primera mujer Presidenta, universalizó las políticas sociales, e inició el debate por una nueva Constitución. El Presidente Piñera contrasta con los anteriores, ya que el ethos republicano le fue ajeno y nunca pudo habitar el cargo al privilegiar al sector privado por sobre la gestión de los intereses públicos.

Hoy día el Presidente fortalece su liderazgo reconociendo responsablemente el aporte de anteriores generaciones de ciudadanos, políticos y gobernantes, insiste en el fortalecimiento de las instituciones, al tiempo que encauza la demanda por cambios que profundicen la democracia y mejoren la vida de los chilenos y las chilenas. Y no abandona sus convicciones. Entre otros temas, repone la búsqueda de los(as) detenidos(as) desaparecidos(as) como una obligación estatal, implementa la paridad en la gestión pública y la firma del Acuerdo de Escazú. De esta forma, el Presidente Boric está “habitando el cargo” con la ética de un verdadero político, con responsabilidad y sin abandonar sus convicciones. Es de esperar que las coaliciones que apoyan al Gobierno compartan este doble desafío.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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