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Nueva Constitución: un lenguaje y una oportunidad de Chile Opinión

Nueva Constitución: un lenguaje y una oportunidad de Chile

Thomas Villaseca Arroyo
Por : Thomas Villaseca Arroyo Miembro del Observatorio de Historia Reciente de Chile y América Latina,UDP.
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Es indudable que este proyecto constitucional incluye grupos históricamente ignorados. Pero también, representa la oportunidad de que, por primera vez en más de 200 años, Chile se conduzca por un texto escrito en democracia con representación transversal y paritaria. Con una constitución que, en su lenguaje, responda a los nuevos desafíos que como sociedad enfrentamos, pero que —en un acto de justicia histórica— reconozca y repare aquellas exclusiones atávicas, y seamos capaces de construir un país donde todas y todos estemos presentes.


Plantear una nueva constitución es un desafío que aspira a profundas transformaciones en cualquier país, en nuestro caso, estos cambios son la oportunidad para avanzar por un camino diferente al trazado por la dictadura: optar por aprobar, o no, la constitución escrita por todas y todos, bajo un marco democrático, pluralista y paritario.

La constitución que actualmente posee Chile fue escrita en un contexto dictatorial por unos pocos que redactaron el documento de tal forma que asegurara y protegiera intereses de quienes apoyaron el régimen. Luego, con la transición emergió la necesidad de una constitución distinta a la de 1980. Así, con intentos reformistas a la constitución vigente, Chile comenzó a tener una constitución mayoritariamente dictatorial, con escasas expresiones de los cambios sociales que para los 2000 se tomaban la agenda pública.

[cita tipo=»destaque»] Aún más impresionante es que por primera vez en un texto constitucional se incluyen a “niñas, niños y adolescentes”, mencionándoles 14 veces.[/cita]

El proyecto constitucional que votaremos los chilenos es la oportunidad de saldar la histórica deuda que tenemos como sociedad de por fin dejar atrás las desigualdades heredadas de la dictadura. Los cambios y nuevas demandas sociales ameritan que la organización del edificio en que habitamos cambie estructuralmente, y no sea sólo una modificación de la fachada, como se ha hecho antes. Existen nuevas visiones acerca de nuestra conformación política, social y jurídica que merecen un posicionamiento firme en la nueva carta fundamental. Dicho de otra manera, hay exigencias históricas insoslayables de nuestra sociedad que necesitan tener cabida en el ordenamiento jurídico y político de nuestro país.

En este sentido el papel del lenguaje y conceptos usados no es menor, por ejemplo: el borrador oficial menciona 15 veces “equidad” y la actual constitución sólo 1. El concepto de “paridad” es mencionado 23 veces mientras que en la actual constitución no se menciona. En el borrador son 6 veces mencionadas las “disidencias sexuales y de género”, en contraste con la nula presencia en la constitución actual. Mujeres, son mencionadas 13 veces en el borrador, y sólo 1 vez en la constitución de 1980. Aún más impresionante es que por primera vez en un texto constitucional se incluyen a “niñas, niños y adolescentes”, mencionándoles 14 veces.

Es indudable que este proyecto constitucional incluye grupos históricamente ignorados. Pero también, representa la oportunidad de que, por primera vez en más de 200 años, Chile se conduzca por un texto escrito en democracia con representación transversal y paritaria. Con una constitución que, en su lenguaje, responda a los nuevos desafíos que como sociedad enfrentamos, pero que —en un acto de justicia histórica— reconozca y repare aquellas exclusiones atávicas, y seamos capaces de construir un país donde todas y todos estemos presentes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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