Hace unos días fuimos testigos de un verdadero balde de agua fría en la lucha por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. En Estados Unidos, la Corte Suprema dejaba sin efecto el fallo Roe vs Wade, desamparando constitucionalmente la libertad de abortar, lo que es un golpe durísimo, un pésimo precedente internacional y una clara amenaza a nuestros derechos humanos, sobre todo para aquellas mujeres que viven en condiciones de pobreza o que pertenecen a grupos marginalizados, como las migrantes.
La noticia no puede sernos ajena. Chile es un país donde estamos más acostumbradas a las derrotas que a las conquistas en materia de derechos de la mujer, y este fallo puede ser un germen contagioso de un virus conservador que se expanda a otros países, débiles en avances progresistas como el nuestro. Y cuando estamos frente a una encrucijada constitucional, lo cierto es que la decisión del tribunal norteamericano puede ser la excusa perfecta para que grupos que hoy están por el Rechazo sigan alimentando sus argumentos para no contar con una nueva Carta Fundamental.
Más allá de la instalación de fake news de algunos connotados congresistas (hombres más encima), acerca de que el texto constitucional propuesto deja sin límite de tiempo el optar al aborto -pese a que el propio proyecto señala explícitamente que será una ley la que defina esos plazos-, lo cierto es que su aprobación en la Convención fue un tremendo triunfo, que sin duda debe movilizar a quienes están por el Apruebo. Han sido siglos de batallar contra la corriente del patriarcado, y esta pequeña luz de esperanza debe ser una chispa que conmueva a la masa que aún se mantiene indecisa frente al plebiscito de salida.
Obviamente no es el único elemento diferenciador de la actual Constitución; a esta altura de la discusión nadie duda que el proceso constitucional no acabará el próximo 04 de septiembre. El propio gobierno se ha abierto a mejoras e incluso muchos convencionales, acérrimos defensores del proceso, han dicho que nada está escrito en piedra y que es posible hacerle mejoras al texto en los meses y años venideros. Por lo mismo, más allá de las dudas y reparos de destacados juristas y constitucionalistas a la propuesta, es mejor partir desde una base, y esa base para las mujeres, a mi juicio, está en una convención paritaria y el derecho al aborto. No hay más.
Aparte, no estamos hablando nada del otro mundo. En 1994 nace la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida también como la Convención Belém do Pará, a la cual Chile suscribió, y que lo obliga como Estado a cumplir sus preceptos. Uno de ellos es el artículo 4 que señala que “toda mujer tiene el derecho al reconocimiento, goce, ejercicio y protección de todos los derechos humanos y a las libertades consagradas por los instrumentos regionales e internacionales sobre derechos humanos”. Y en ese mismo articulado, en su letra b, señala expresamente “el derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral”.
La “integridad física” ahí expresada, para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos se reconoce como el derecho a la salud. Aquí me detengo un minuto, porque, convengamos, el debate del aborto se sigue centrando en lo valórico, cuando debemos entenderlo como una política sanitaria, ya que las mujeres, por los más diversos motivos, si no entran en alguna de las categorías que las absuelve de un delito (las tres causales legales), seguirán interrumpiendo sus embarazos de manera ilegal, con el riesgo asociado a ello. De ahí la importancia del nuevo texto constitucional que lo establece como un derecho constitucional a todo evento. Belem do Pará marcó una ruta a la cual debemos seguir por una obligación como Estado miembro.
Pero volviendo al caso inicial de Roe vs Wade. Ese hecho también demostró fehacientemente que, al margen de un poder judicial cooptado por los intereses políticos, una Constitución minimalista como la estadounidense no es la panacea, pese a que muchos en nuestro país abogaron por un texto más general y sin tanto articulado. Al garantizar el aborto, la actual propuesta de nueva Constitución da cuenta de una mirada de cómo defendemos los derechos de las mujeres y le damos el estatus constitucional que requiere para evitar que ocurra lo que estamos viendo en la sociedad norteamericana, que en la práctica retrocedió 50 años en libertades civiles y derechos humanos… una verdadera bofetada desde todo punto de vista.
Y para poner la otra mejilla, las chilenas ya estamos cansadas.