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Un zapato chino: ¿por qué y cuánto consenso constitucional?  Opinión

Un zapato chino: ¿por qué y cuánto consenso constitucional? 

Alejandro Reyes Vergara
Por : Alejandro Reyes Vergara Abogado y consultor
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El plebiscito de entrada en 2020 arrojó que un 78 % de los ciudadanos quieren una nueva Constitución, y el mismo porcentaje se lo encargó a la Convención. Lo razonable es esperar que un porcentaje similar o aproximado se sienta interpretado por el texto propuesto. Si el plebiscito de salida arroja sólo un 51 % de Apruebo, prácticamente un 30 % de los ciudadanos que manifestaron querer una nueva constitución no se siente interpretado. ¡Es muchísimo! El proyecto de Nueva Constitución de la Convención no alcanza ni de lejos el amplio consenso que generó darnos una nueva constitución plebiscito del 25 de Octubre, que nos hizo sentirnos cohesionados, orgullosos y unidos.   


Algunos discrepan que la Nueva Constitución de la Convención no genere consenso. “¡En qué se basan para afirmar eso!”, reclaman. “¿Quiénes son ellos para determinar que el borrador no genera acuerdo?” agregan. “¡Lo único que hay es una campaña feroz de la derecha, respaldada y financiada por intereses económicos cuestionando desde el principio la Convención y su proyecto! ¡Las encuestas son malas, se equivocan y sólo muestran una foto del momento!” Y para rematar, desenvainan su mejor arma y hunden su estocada final: “Lo que realmente importa es que la Convención fue elegida democráticamente, que su composición resultó un buen reflejo de la sociedad chilena, no de la elite. El proceso recogió demandas muy sentidas de la sociedad y cumplió rigurosamente las reglas del juego que se fijaron. Todas las normas del proyecto fueron aprobadas en la Convención por más de los dos tercios exigidos. Ello refleja el consenso.”

¡Vaya! Hay puntos muy válidos y ciertos. Especialmente el último. Y entonces pongámonos en el escenario de que en el plebiscito del 4 de septiembre gane el Apruebo por 51 % contra 49 % de Rechazo. Un zapato chino. La Plaza Italia y Alameda estarán a todo dar. La jarana prometerá ser larga. Bailes, banderas, pancartas, tías Picachús y Lagartos. También algunas barricadas para liberar la contención obligada de los rebeldes durante los últimos meses. Daniel Stingo estará “on fire”, revoloteando como luciérnaga buscando focos de TV, hablando a 300 km/h. En La Moneda aparecerán por el balcón el Presidente Boric flanqueado por Camila Vallejos y Jackson, en una cuidada puesta en escena. Más atrás, Stingo, Baradit y Daza, después de colarse por todas las barreras y salones se pararán sobre unas sillas atrás, haciendo máximos esfuerzos para que entremedio de las otras caras se vea la suya en el balcón de La Moneda. Boric se pondrá la mano derecha cruzada bajo su chaqueta sobre el primer botón, como Napoleón, levantará desde el corazón la mano derecha abierta para luego empuñarla y convocará a todos los chilenos a mantenerse unidos y continuar el proceso constitucional en unidad, “caminando lento…para llegar lejos, sobre hombros de gigantes”.

La Nueva Constitución comenzará a regir 10 días después de su promulgación. Se habrán cumplido todas las reglas, la Nueva Constitución será legítima, dictada en democracia, a través de un proceso reglado y participativo.

¿Por qué necesitamos una Constitución de unidad y alto respaldo? ¿Será la aprobada en plebiscito una Constitución de consenso? ¿Cómo medir si lo logra? ¿Será suficiente un 51 % de Apruebo? Vamos de a una.

¿Por qué necesitamos una constitución de unidad, de muy amplio respaldo o consenso?

No pretendo agotar esto aquí. Me referiré solo a tres causas.

Primera. Cohesión social. Un buen proceso constituyente, el borrador resultante y su aprobación ciudadana por una amplia mayoría provocan un clima de unidad y cohesión social. Es esa sensación de reconocimiento, pertenencia e identidad que cada ciudadano tiene con un “nosotros” ampliamente compartido, del que nos sentimos orgullosos. Para decirlo en términos simples un buen proceso constituyente y una buena Constitución nos hacen ponernos la camiseta. La cohesión social es clave para superar las fracturas nacionales, pero también sirve para desarrollar mejor a Chile desde el punto de vista económico y social, para enfrentar los nuevos desafíos que tenemos como país en el s. XXI, para ponernos como un cuerpo coherente frente al resto del mundo. La cohesión social fortalece el Estado de derecho, la democracia y la gobernabilidad.

[cita tipo=»destaque»]Una Constitución no logrará la unidad por sí sola. Ni de un día para otro, como dijo el vicepresidente de la Convención. Cierto.[/cita]

Segunda. Recomponer la unidad luego de las fracturas que reflejó el estallido social. La causa inmediata de este proceso constitucional fue una profunda crisis social, política e institucional que estuvo a un tris de costarnos la democracia. Casi todas las Constituciones nacen de grandes crisis, como Guerras Civiles, Golpes de Estado, término de Dictaduras, revueltas populares, etc. El estallido social fue el reflejo de una ruptura profunda y no antes visibilizada en la sociedad chilena. Venía en ciernes desde 2006 con el Transantiago. Hay múltiples análisis sobre sus causas. Existen causas globales, no sólo locales. Acudiendo a las locales, la ruptura básicamente reflejó una gran desconexión entre las elites (políticos, economistas, instituciones, poderes económicos, etc.) con los demás sectores sociales; una sensación de desigualdad económica, social y ante la ley; indignación por ciertos abusos empresariales; demandas sociales básicas no resueltas como una previsión, salud, educación,  y vivienda dignas; nuevas miradas medioambientales; el reconocimiento de demandas identitarias como las de la mujer, diversidades sexuales, pueblos originarios, etc. Lo que buscó el Acuerdo por la Paz y Nueva Constitución de Noviembre de 2019 suscrito por todas las fuerzas políticas salvo el PC y algunas del Frente Amplio, fue que un nuevo Pacto Social diera un cauce institucional y político que generara condiciones para superar esa ruptura general, recomponer la unidad y hacer viable la solución de las demandas antes indicadas. El proyecto de Nueva Constitución en realidad cumple algunos de dichos objetivos, pero claramente no recompone la unidad.

Tercera. Terminar con el ciclo de 60 años de refundaciones y visiones globales e ideológicas excluyentes, la último de los cuales consagró la Constitución de 1980. Chile viene desde los años 60 (ya van 60 años seguidos) con procesos políticos y económicos que fueron sucesivamente refundacionales, revolucionarios y excluyentes. Fue lo que el gran historiador Mario Góngora llamó de la época de las planificaciones globales. Primero Frei Montalva y la DC con la llamada Revolución en Libertad. Luego Allende con la Vía Chilena al Socialismo o la Revolución con empanadas y vino tinto; y la Dictadura cívico-militar con la revolución neoliberal y neoconservadora de los Chicago Boys y Guzmán. Cada una respondía a visiones integrales, impuestas desde arriba, y en general representaban sólo a uno de los tres tercios en que se dividía la política chilena, la derecha, el centro y la izquierda. La Constitución de 1980  consagró el neoliberalismo y la subsidiariedad. La Revolución Silenciosa de la que escribió Joaquín Lavín ejecutó dicho proyecto con muchas reformas estructurales, consolidando el modelo. Pese a que con sucesivas modificaciones constitucionales posteriores, realizadas en democracia, y una política de acuerdos con la oposición, la Concertación pudo generar durante 20 años enormes avances y generar un clima de cierta unidad y cohesión social, llegó un momento en que el marco institucional de la Constitución no le permitió seguir avanzando en reformas sociales. Ello causó también insatisfacción social.

Entonces para terminar esa sucesión de visiones globales ideológicas impuestas “desde arriba”, necesitamos una Constitución que no establezca un modelo de sociedad, sino principalmente una constitución compartida que fije las reglas del juego democrático con buenos equilibrios, contrapesos y controles; ciertos principios fundamentales compartidos por todos; y los derechos sociales exigidos a la altura de estos tiempos, dejando a las mayorías de cada gobierno y congreso que vayan siendo elegidos el contenido y dirección del resto de las políticas concretas. También es necesario en un mundo cada vez más cambiante y acelerado.

¿El proyecto de Constitución termina con los proyectos ideológicos globales? No, consagra un nuevo proyecto global, político y social, que es algo excluyente, que nos parcela y nos divide. Hemos estado divididos por 40 años con la Constitución ilegítima de 1980. ¿Tiene sentido volver a dividirnos con una nueva de distinto signo?

¿Cómo medir el consenso y cohesión en torno a una nueva Constitución? No existe un modo único ni específico. Pero el sentido común dice que quizás el mejor reflejo de ese acuerdo o consenso es el porcentaje de aprobación ciudadana que obtiene la Constitución en el plebiscito a cuya aprobación se someta.

Veamos algunas de referencias chilenas y extranjeras indiscutibles. La Constitución de Francia elaborada en tiempos de Charles de Gaulle, y que está vigente desde 1958, se aprobó en referéndum por un 83 % de los votantes. La Constitución de Chile de 1925, se aprobó en plebiscito por un 95 %. La Constitución de España vigente desde 1978, luego del término de la dictadura de Franco, fue aprobada en referéndum por un 88 % de los ciudadanos. La reforma constitucional de Chile realizada en 1989, uno de los frutos del Acuerdo Nacional, se aprobó en plebiscito por un 91,25 %. La nueva Constitución de Islandia, calificada como una de las mejores del mundo, se aprobó por referendo no vinculante en 2011, por un 67%. Y así muchos casos. Todas ellas nacidas durante o después de grandes crisis políticas, fracturas sociales, revueltas populares.

Hay otro método simple de verificar si el proyecto de Nueva Constitución genera consenso o no.  El plebiscito de entrada en 2020 arrojó que un 78 % de los ciudadanos quieren una nueva Constitución, y el mismo porcentaje se lo encargó a la Convención. Lo razonable es esperar que un porcentaje similar o aproximado se sienta interpretado por el texto propuesto. Si el plebiscito de salida arroja sólo un 51 % de Apruebo, prácticamente un 30 % de los ciudadanos que manifestaron querer una nueva constitución no se siente interpretado. ¡Es muchísimo! El proyecto de Nueva Constitución de la Convención no alcanza ni de lejos el amplio consenso que generó darnos una nueva constitución plebiscito del 25 de Octubre, que nos hizo sentirnos cohesionados, orgullosos y unidos.

Una Constitución no logrará la unidad por sí sola. Ni de un día para otro, como dijo el vicepresidente de la Convención. Cierto. Pero es esencial que genere un amplísimo consenso en torno a ella, que no sea excluyente ni ideológica, para que desde ella todos podamos construir, para que Chile pueda desarrollarse mejor y enfrentar futuros desafíos. Hacia allá debemos apuntar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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