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El plebiscito de salida y la irrupción de los ausentes PAÍS

El plebiscito de salida y la irrupción de los ausentes

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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En el contexto del voto voluntario, la izquierda se movió en un terreno conocido y habitado por una ciudadanía históricamente vinculada a las luchas por la ampliación de la democracia y los derechos sociales, y protagonista de la construcción de la comunidad política. La creciente desconexión con la población ajena a la vida política durante algún tiempo no afectó de manera sensible su desempeño electoral. Por el contrario, generó una zona de confort. Con el voto obligatorio, de no establecerse puentes con los nuevos electores, la suerte electoral de la izquierda peligra.


Explicar la derrota por paliza del Apruebo es, probablemente, el desafío político e intelectual más importante para la izquierda, que fue protagonista relevante del intento de cambio constitucional. Los resultados evidencian la necesidad imperiosa de vincularse con nuevos contingentes electorales que, como efecto del voto obligatorio, cambian el escenario electoral y pueden adquirir una importancia crucial en los futuros procesos eleccionarios.

Pese a la derrota, el Apruebo obtuvo casi 5 millones de votos y, con todos sus bemoles, la campaña fue un primer paso para la estructuración de una real coalición de gobierno. Al mismo tiempo, el Presidente de la República está mostrando gran capacidad de gestión política al designar a un gabinete bien evaluado por todos los sectores políticos y relanzó el proceso constituyente al convocar, a ese efecto, a todo el espectro político parlamentario, restándose solo el partido de José Antonio Kast.

El éxito del Gobierno también dependerá de que los partidos de su coalición recompongan sus relaciones con la sociedad civil, lo que implica entender las múltiples causas de los resultados del plebiscito de salida. La campaña de desprestigio desarrollada desde un inicio contra la Convención Constitucional (CC) y las impúdicas fake news jugaron un papel significativo en el resultado. Algunos “gustitos” de los convencionales y su dificultad para entender la diferencia entre una Constitución y una ley, y la falta de sentido y madurez política de algunos colectivos independientes fueron también importantes.

Incidió, además, la acumulación de tensiones originadas por el sistemático bloqueo de reformas del sistema político hasta el estallido social: en primer lugar, esto condujo a que el Congreso optase por un mecanismo electoral que castigó a los partidos, y más tarde alimentó un ánimo confrontacional en algunos convencionales, ánimo al cual tampoco escapó un amplio sector de la derecha, ni los que conformarían la agrupación de los “amarillos”. Los resultados del plebiscito están también determinados por la debilidad de los partidos políticos en la conducción política de la CC. Sin embargo, todos estos elementos no agotan la explicación del cataclismo político ocurrido.

Las cifras desafían los análisis superficiales. El Apruebo logró 200 mil electores más que los que votaron por Gabriel Boric, y el plebiscito de salida superó en 4 millones y medio la participación en la segunda vuelta. Aunque habrá que esperar los análisis detallados de la participación y del comportamiento electoral en el plebiscito, no puede descartarse la hipótesis de que la mayoría de los nuevos electores votó Rechazo y, en consecuencia, si no hubiese habido voto obligatorio y, por tanto, no hubiese votado el nuevo electorado, el Apruebo podría haberse impuesto por márgenes estrechos. La izquierda, que se jugó por el voto obligatorio, fue la primera víctima de la obligación a participar. ¡Vaya paradoja!

La centralidad de la crisis de representación

Mucho antes del 18 de octubre de 2019 hubo reiteradas señales que dejaban en evidencia el rechazo a los partidos; el voto voluntario confirmó el creciente desinterés y desafecto de la población frente a las elecciones y a las principales instituciones de la democracia. No fue extraño que el estallido social tuviera lugar a espaldas de las organizaciones de todo el espectro político; tampoco que esa energía social no se canalizara en los partidos tradicionales ni en los surgidos en la segunda mitad de la década pasada: cristalizaba así una crisis de representación, reiteradamente anunciada, pero cuya magnitud no había sido imaginada.

La crisis de representación que afectaba al país se proyectó con algunas particularidades en la elección de los constituyentes. La derecha no alcanzó el tercio que constituyó siempre el piso de su votación; los partidos de la ex Concertación no solo eligieron pocos convencionales, sino que además algunos de ellos rápidamente emigraron hacia otros colectivos. Solo el Partido Socialista, el Frente Amplio y el Partido Comunista alcanzaron representaciones importantes.

La histórica insistencia y elogio de la independencia política por parte de la derecha y el rechazo de los protagonistas del estallido social al partido político como instancia de mediación, llevó a que el acuerdo político del 15 de noviembre de 2019, y la reforma constitucional que abrió paso al proceso constituyente, facilitaran la participación de articulaciones políticas distintas a los partidos. Ello permitió que grupos excluidos de la toma de decisiones lograran una importante representación en la CC. Estos grupos despertaron simpatía y esperanzas de redención del sistema político y de solución a la crisis de representación, e inicialmente se les atribuyó una amplia representatividad de la ciudadanía.

Rápidamente, sin embargo, la radicalidad y escasa disposición al diálogo de algunos sectores, el rechazo a símbolos ciudadanos, actividades circenses y actos simbólicos que chocaban con tradiciones de larga data, sumado ello a la vehemente campaña de la derecha contra la Convención, condujeron  a que convencionales y el propio proceso constituyente fueran crecientemente desaprobados desde varios ángulos por diversos grupos de la población.

Aunque los desafíos medioambientales, las demandas de los pueblos originarios, los problemas del sistema político y la extrema centralización están sobre el tapete en nuestro país, la radicalidad y reiteración con que fueron recogidos en el texto constitucional facilitó que la derecha, de la mano de las fake news, organizara una eficaz movilización por el Rechazo, que creó una balanza del todo o nada respecto del texto.

Tan importante como lo anterior fue aglutinar en la propuesta constitucional una amplia gama de temas que debieron haber ido más abajo en el andamiaje normativo, lo que abrió flancos que dificultaron la convergencia y el acuerdo. El resultado del plebiscito evidencia un relativo desacople entre el detalle del texto y la posibilidad de reunir una mayoría. Incluso en comunas con mayoría de los pueblos originarios o afectadas por la crisis climática y la contaminación ambiental, votaron mayoritariamente por el Rechazo. En este contexto, resulta indispensable preguntarse qué diversidad social representaron los diversos colectivos de pueblos originarios e independientes. Sobre esto volveremos más abajo.

Esto no debe hacer perder de vista que el proceso constituyente fue percibido por el empresariado e importantes sectores de la derecha como una amenaza a instituciones que han sido fundamentales para el orden neoliberal en Chile, tales como el sistema de AFP, las Isapres, la privatización del agua, un sistema político blindado frente a las demandas populares, todo lo cual contribuye a la gran desigualdad existente. Concurrieron en la defensa de este orden algunos exintegrantes de la centroizquierda que se insertan y se benefician de ese statu quo, operando como bisagras entre el sistema político y el mundo empresarial.

La irrupción de los ausentes

El supuesto más o menos implícito fue que los grupos independientes que se incorporaron a la CC representaban a la población que se había venido restando de la vida política del país. Sin embargo, esta premisa requiere ser revisada y matizada. Quienes conformaron los grupos independientes eran parte integrante de la población políticamente interesada, pero que se había venido desafiliando de las estructuras partidarias tradicionales, e intentaba estructurar nuevas formas de intervención política. La trayectoria de la mayoría de los y las constituyentes provenientes de estos grupos muestra vinculaciones con movimientos sociales y/o relaciones históricas con distintos partidos. La fragmentación de las fuerzas progresistas en la CC denotaba la segmentación de la sociedad políticamente interesada, pero no daba cuenta de la población marginada de la vida política. El voto obligatorio fuerza a votar a 4 millones y medio de nuevos electores que no habían sido parte de la comunidad política.

Algunas encuestas sugerían que quienes se venía absteniendo de votar tenían características más conservadoras que la población que venía ejerciendo su derecho al sufragio (debo confesar que sostuve una opinión contraria). Los estudios electorales deberán mostrar cómo se distribuyó este enorme contingente entre las opciones del Apruebo y el Rechazo, pero tiene sentido proponer hipótesis provisorias para lo que pudo haber sido su comportamiento electoral y sus causas.

Se trata de hombres y mujeres que viven simbólicamente ajenos a lo público, pues en su visión de mundo dependen estrictamente de sí mismos, pese a que son personas altamente dependientes de lo público y de la asistencia estatal. Si bien varía la modalidad y grado de dependencia, según se trate de grupos medios o populares, son individuos que reciben educación y salud gratuitas; viviendas fuertemente subvencionadas y aportes públicos a sus pensiones que, con frecuencia, superan el monto autofinanciado. Determina su visión del mundo que la ayuda estatal se percibe como derecho adquirido, y que su atención se concentra en su precaria vida laboral, su turbulento y difícil acceso al consumo y el alto endeudamiento que los aflige. Pese a que el no pago de los servicios sociales viabiliza, junto con el endeudamiento, su inserción en el mercado, la invisibilización de lo público en el desarrollo de su vida se traduce en desafecto o indiferencia política, y en una forma precaria de remedo del Homo economicus neoliberal.

La campaña de la derecha habló al imaginario de este mundo simbólicamente ajeno a lo público, y les desató miedos mediante fake news, al señalar que el texto constitucional amenazaba su capacidad de elegir la escuela, pese a que es la escuela la que elige a los niños; impediría heredar fondos de pensiones, que muchas veces son prácticamente inexistentes o que alcanzan cifras que no aseguran siquiera una pensión exigua al titular; perder la capacidad de elegir el prestador de salud, cuando de hecho carecen de los recursos para comprar un seguro privado que lo viabilice. El discurso del Apruebo, por el contrario, caía en terreno poco fértil por una doble razón: hablaba de solidaridad a personas curtidas en la lucha por la subsistencia en el mercado, y de derechos que están ausentes en su visión individual del mundo.

Algunas consecuencias políticas de la irrupción de los ausentes

En el contexto del voto voluntario, la izquierda se movió en un terreno conocido y habitado por una ciudadanía históricamente vinculada a las luchas por la ampliación de la democracia y los derechos sociales, y protagonista de la construcción de la comunidad política. La creciente desconexión con la población ajena a la vida política durante algún tiempo no afectó de manera sensible su desempeño electoral. Por el contrario, generó una zona de confort. Con el voto obligatorio, de no establecerse puentes con los nuevos electores, la suerte electoral de la izquierda peligra. El plebiscito de salida es un testimonio elocuente.

Dialogar y conectarse con ellos representa un complejo desafío. Pese a la precariedad de sus vidas, estos grupos que habían estado ausentes parecen tener una visión del mundo más parecida a la promovida por la derecha que la del imaginario popular tradicional de la izquierda. Se trata además de grupos sin tradición de acción colectiva, ni disposición a enfrentar conjuntamente las precariedades y oportunidades de la vida moderna. Más aún, parecen desconfiar profundamente de la política. Es además un asunto de capital importancia, ya que el involucramiento político obligado de estos sectores abre un espacio que puede ser fácilmente explotado por un liderazgo de extrema derecha que, cada vez más, abunda en América Latina y más allá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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