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¿Qué pasó con el resultado electoral del plebiscito constitucional? Opinión

¿Qué pasó con el resultado electoral del plebiscito constitucional?


Son múltiples las variables y las causas que se entrecruzan para analizar el resultado electoral. Creo necesario abordar algunas corrientes subterráneas que han aflorado, a mi juicio, que serían muy determinantes y que permitirían en alguna medida explicar la estupefacción que el resultado ha producido.

Lo primero que hay que señalar es que existe un desajuste importante entre la política y la sociedad. Existe no solo un retraso en las formas de hacer política sino también en la forma de pensar la política. Prevalecen concepciones estáticas y prácticas tradicionales acerca de lo que puede hacer la política. Algunos analistas han recurrido, como variable explicativa, a la división clásica entre derechas e izquierdas. Sin embargo, en este contexto, qué respuesta hay para que se hayan generado en los últimos 16 años dos gobiernos de Piñera y Bachelet. ¿La votación del Presidente Piñera es solamente votación de derecha? Es evidente que ello no puede afirmarse tajantemente, porque existe una  fluidez muy importante en el electorado, en los ciudadanos. Esto se expresa en una crisis de representación del sistema de partidos políticos. Me referiré a cuatro factores importantes para tratar de explicar esta crisis de la política y de la representatividad de los partidos políticos.

1) Los partidos políticos, independientemente de su posición, o de su signo ideológico, no logran hacerse una idea adecuada del nuevo papel de la política, de sus límites y posibilidades. Pareciera que no están en condiciones de aceptar las nuevas realidades, discernir los objetivos factibles, expresar las aspiraciones de vastos sectores sociales que no se sienten representados por el sistema de partidos políticos. Los ciudadanos suelen hacerse ideas y expectativas acerca de la política que no corresponden la nueva realidad social.

Hay una necesidad y aspiración de cambios estructurales en la sociedad. El estallido social del 19 de octubre de 2019 da cuenta de ello. Sin embargo, hay que señalar que es necesario tomar en cuenta que en los procesos de cambio social lo nuevo nunca reemplaza completamente a lo viejo. Incluso en las revoluciones no se hace tabla rasa del pasado. Es importante, por lo tanto, considerar que siempre persisten los patrones tradicionales de dominación del pasado que siguen estando presente bajo la forma de estructuras tales como el caciquismo, el clientelismo, en los estilos de gobierno, el populismo, el individualismo y la ausencia de valores comunes.

Junto a ello, existe también una carencia de “sentido común” entre la vida cotidiana, lo diario y el funcionamiento real de las instituciones políticas. Se suele exigir a las instituciones y procesos un funcionamiento ideal sin concederles el tiempo necesario para afianzarse y ajustarse a los cambios sociales. Los partidos políticos no dan cuenta cabal de esta realidad.

2) En Chile existe una nueva complejidad social. Desde hace varias décadas se observa un proceso de diferenciación social que complejiza la estructura social. Las clases sociales fundamentales que en el pasado aglutinaban a la población en grandes identidades colectivas, se diferencian en la actualidad en múltiples grupos sociales con subculturas específicas. La multiplicación de espacios más y más autónomos genera una segmentación de los intereses materiales, y disminuye la importancia de los principios universales que servían de anclaje a las identidades colectivas.

En la medida que esta diferenciación social da lugar a un proceso de desintegración y de atomización, las identidades colectivas se disuelven o derivan simplemente en grupos cohesionados más por emociones compartidas que por lazos duraderos. Esto ocurre, por ejemplo, en el clima que se genera en los partidos de fútbol o las identidades que se generan en los recitales de rock. Dicho de otra manera, los actores sociales se multiplican al mismo tiempo que se debilitan.

Esto afecta la forma de representación política de los intereses sociales que pretenden representar los partidos políticos. La representatividad presupone que existen actores representables. Se ha generado una brecha entre los representantes políticos de los partidos políticos y los representados, afectando de manera muy determinante al perfil de los partidos.

3) La diferenciación funcional. Otro factor que afecta a la política y al sistema de partidos se refiere a lo que se ha denominado “la diferenciación funcional”. Es decir, diversos campos y funciones específicas de la sociedad han ido desarrollando racionalidades propias acordes con sus funciones, hasta constituir verdaderos subsistemas funcionales autónomos. Expresión de esto es la relativa independencia o impermeabilidad que muestran, por ejemplo, la economía, la política, las organizaciones sociales, cada una de las cuales actúa de acuerdo con sus propias lógicas y acepta la lógica del otro subsistema en la medida que coinciden con la propia.

Es difícil que en esta sociedad exista una “unidad” de la vida social que presupone el mando jerárquico. La política en este contexto pierde su centralidad. Deja de ser aquel núcleo central y exclusivo a partir del cual se ordena el conjunto de la sociedad. Anteriormente la coordinación política en la sociedad era centralizada. Actualmente, el Estado no es el único núcleo rector, en el vértice de la pirámide social, desde el cual se ordenan todas las decisiones. Esto afecta de manera muy determinante el sistema de partidos políticos.

Se requiere pensar en nuevas formas y tareas para los partidos. Estos deben abandonar su tendencia autorreferencial, muchas veces ajena a los intereses y preocupaciones de la sociedad. Deben situarse como reivindicadores de la sociedad civil a nivel del Estado. Deben ser promotores de una sociedad viva, polémica, que no acepta el anonimato pero sin intentar subsumir o instrumentalizar la diversidad funcional y la autonomía de la sociedad actual, en la cual la política es solo una de sus esferas. Esto implica mejorar la calidad de la política y de los dirigentes políticos.

Si queremos una democracia de ciudadanos, esta va a depender mucho más de la calidad. Requerirá también el reconocimiento de los movimientos organizativos, por parciales y específicos que sean de la propia sociedad civil, más allá del sistema de partidos y de las estructuras sociales clásicas. Es a partir de esta diversidad que será posible construir un nuevo sentido de comunidad.

4) Redimensionamiento del tiempo y del espacio. Existe una mucho mayor vinculación entre lo interno y lo externo. La gran mayoría de los problemas relevantes no pueden ser resueltos dentro de las fronteras nacionales. Ello ocurre, por ejemplo, con los problemas del narcotráfico, de la violencia, del uso de los recursos naturales, de las migraciones, a lo cual se agregan las turbulencias económicas, etc. Esto hace que las fronteras nacionales sean porosas, poniendo en entredicho el espacio actual de la política y de los partidos que estaban vinculados, y constreñidos en su acción, al marco nacional.

Por otro lado, existe un redimensionamiento del tiempo. Hay una aceleración del tiempo. Las experiencias aprendidas anteriormente pronto dejan de ser útiles. Este recorte del tiempo útil afecta también a la política y a los partidos, ya que no pueden recurrir totalmente al trasfondo histórico de experiencias acumuladas para enfrentar los retos del presente. Junto a esta obsolescencia del pasado advertimos un desvanecimiento del futuro. Los tiempos de la política son distintos a los del mercado. Implican gobernabilidad, manejo de la coyuntura y a la vez proyección y sentido futuro. Los tiempos del mercado, caracterizado por la velocidad y voracidad del consumo, tienden a transformar todo en presente.

En épocas anteriores la aceleración del tiempo era domesticada y controlada por la noción de futuro progresivo que estaba dada por las ideas de progreso técnico por la emancipación humana. El futuro representaba un horizonte de sentido en nombre del cual se interpretaba el presente. La política tenía en parte este sentido. Esto afecta directamente a la concepción de la política entendida como construcción deliberada de futuro. Encerrada en lo inmediato, la política carece de capacidad de anticipación y, por tanto, le cuesta diferir costos y gratificaciones al futuro.

En consecuencia, todas las demandas y expectativas se vuelcan en el presente, buscan satisfacción aquí y ahora. Las personas demandan que sus problemas se resuelvan aquí, ahora y lo más rápido posible. Esto coloca desafíos enormes respecto a la efectividad de la resolución de problemas por parte de la democracia, que si no es capaz de responder a las demandas de manera efectiva y rápida, pierde crecientemente efectividad y eventualmente hasta legitimidad. No cabe la menor duda de que esto está afectando a la política y a los partidos políticos. La efectividad y capacidad de ellos va a depender de la capacidad que tengan de construir realmente horizontes de futuro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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