El reciente plebiscito del 4 de septiembre pareció una derrota tan contundente como inapelable. Desde entonces, se han venido generando diversos ejercicios analíticos en busca de identificar sus causas, asignando responsabilidades de peso variable a diferentes factores internos y externos. Sin duda, esta tarea es no solamente legítima, sino necesaria. Sin embargo, y al margen de la razonable determinación de “culpabilidades”, un elemento estructural sigue pasando básicamente desapercibido: el que el plebiscito se hizo “con los dados cargados en contra” y era (en la práctica), “no ganable”.
Me explico.
En los frecuentes referéndum que se hacen en Suiza tanto a nivel nacional como subnacional, por ejemplo, los temas sometidos a la ciudadanía son eminentemente acotados, y pueden resolverse con on simple “sí” o un “no”. Las mayorías y minorías resultantes son claras, definitivas y pertinentes. En nuestro caso, en cambio, se llamó a votar por un paquete de 399 artículos, también en base a un “sí” y un “no”. De ese modo, inevitablemente tiende a producirse una “sumatoria de minorías”, que distorsiona radicalmente el resultado final. Simplificando, para presentar el argumento: Si una minoría A (que constituya, digamos, apenas un 20%) se opone al aborto y vota “Rechazo” a todo el texto, se suma a una minoría B (otro 20%) que se opone a la pluri-nacionalidad y vota también “Rechazo” a todo el texto, y a ellas se suma una minoría C (otro 20%) que se opone a la paridad y vota igualmente “Rechazo” a todo el texto… tenemos un texto rechazado formalmente por un 60%, aunque en realidad, esa “mayoría” es absolutamente ilusoria. A la derecha solamente le quedó la tarea de persuadir a unas pocas minorías en algunos temas considerados controversiales, para que la mecánica de sumatoria descrita arriba operara eficazmente para proteger sus intereses. Con el aplastante control de los medios, el uso sistemático de la mentira, y el ocultamiento de sus rostros emblemáticos, la tarea les resultó extraordinariamente fácil. Pero ese 62% ciertamente no les pertenece. En otras palabras, parecería muy razonable suponer que, si se hubiese votado “por artículo” (o, al menos, “por tema”), el Apruebo habría ganado con gran amplitud, incluso a pesar de los errores no forzados que han sido señalados.