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No es culpa del TPP11: es la política comercial MERCADOS|OPINIÓN

No es culpa del TPP11: es la política comercial

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Eduardo A. Santos Fuenzalida
Por : Eduardo A. Santos Fuenzalida Experto internacional en asuntos de comercio
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Tengo la convicción de que parte importante de la institucionalidad que debería servir de apoyo a nuestro comercio exterior es anticuada y/o poco efectiva. No tengo mayor preocupación por las exportaciones de metales y minerales. Dudo que la institucionalidad actual sea una gran barrera para las grandes empresas mineras. Pero sí deberemos pensar en el futuro del litio. Sí me preocupa mucho el sector silvoagropecuario y alimentario, el “sector estrella”. Su institucionalidad –en especial nuestros servicios de inspección sanitaria, junto al de Aduanas– está trabajando al límite y está sobrepasada. No obstante, al parecer, todavía seguimos promoviendo el muy famoso lema de “Chile Potencia Alimentaria”. Pero el Ministerio de Agricultura, que liderará los temas sectoriales domésticos en este ámbito, y que también debería hacerlo en el internacional, no tiene los recursos ni las capacidades y/o las competencias para hacer lo último. Tengo la impresión, además, de que históricamente tampoco ha existido la motivación para hacer este trabajo. 


No nos ensañemos con el TPP11, no es el culpable. El posible impacto comercial de este acuerdo será menor, pues ya tenemos otros TLC con los miembros del acuerdo. Lo dijo el ministro Marcel en Nueva York. El problema real es la política comercial de apertura indiscriminada y de integración unilateral a la globalización… “por la nuestra”. Y “centrada” en la exportación de recursos naturales, materias primas y unos pocos alimentos y, ojalá, fuera de América Latina. Tuvimos un “frenesí” imparable de negociaciones comerciales que duró casi tres décadas y que nos permitió lograr el título de campeones mundiales: 32 acuerdo comerciales, 65 economías y 88% del PIB mundial (Subrei). ¡Todo un récord!

Sin duda que esta política comercial “abrió mercados” a nuestras exportaciones, pero es sorprendente el que hayamos ignorado por tantos años (¿o «hecho vista gorda”?) que al mismo tiempo también expusimos a la economía chilena a serios efectos, perpetuando y profundizando nuestro rol en la economía global – principalmente- como productores y exportadores de materias primas y alimentos de bajo valor agregado, limitando la independencia y habilidad del Estado de promover e impulsar la actividad económica en otras direcciones.

Al parecer, recién estamos despertando frente al TPP11. Lo más serio ya está instalado y lo están sufriendo los más débiles y necesitados. Solo a modo de ilustración: al comienzo de la explosiva incursión en materia de tratados comerciales en los primeros años del siglo XXI, la participación de las exportaciones de minerales, metales, productos de origen forestal y alimentos en el total de nuestras ventas al mundo, alcanzaba a alrededor del 82%. Siempre ha sido elevado, pero ha seguido creciendo, para llegar al 87% en los primeros años de esta década. Parece perpetuarse este “estilo” de desarrollo.

A pesar de lo que dijo el ministro Marcel en Nueva York, el TPP11 empeorará esta situación. Pero no porque nuestra economía quede mucho más “expuesta” a la “apertura económica”, pues ya tenemos TLC con los otros miembros del acuerdo. Es por algo que, muy astutamente, “olvidó” mencionar el ministro Marcel: este acuerdo pone el foco en el Asia Pacífico, donde tenemos escasas posibilidades de competir de manera efectiva, de no ser con nuestras exportaciones más tradicionales, perpetuando y asegurando la profundización del actual modelo de desarrollo. Este modelo extractivista, basado en la explotación de recursos naturales de bajo valor agregado, parece tenernos atrapados. Difícil de ignorar los efectos positivos en materia de ingresos de exportaciones, pero ¿hemos reflexionado seriamente, alguna vez, acerca de sus efectos en la industria nacional, la distribución del ingreso y las enormes desigualdades que nos acompañan? No olvidemos que, después de todo, se supone que con el “libre comercio” gana el país en su conjunto, pero hay ganadores y perdedores en el proceso. Mi convicción es que nunca hemos reflexionado seriamente acerca de los perdedores. Tampoco les hemos brindado el apoyo que necesitaron.

Lo reitero: más allá de facilitar que los intereses comerciales de algunos sectores económicos “estén en línea” con el Asia Pacífico, lo cierto es que no necesitamos el TPP11. De hecho, el ministro Marcel –su principal “hincha” en el Gobierno– lo admite cuando afirma que el TPP11 agrega poco, y se enreda en sus explicaciones del porqué habría que ratificarlo. Igualmente, el Presidente Boric se desligó del acuerdo y le “pasó la pelota” al Senado. Dejemos de lado el TPP11 y pongamos nuestras energías y el esfuerzo en el largo plazo. Somos una economía pequeña y dependemos del comercio. Difícil ignorarlo. El interés de nuestros competidores es –solo parcialmente– nuestro mercado, pues sigue siendo pequeño. Las motivaciones importantes son las oportunidades de inversiones “rentables” y “seguras”, así como la oportunidad de utilizar a nuestro país como plataforma de exportación. Los miembros del TPP11 continuarán haciendo negocios en y con Chile, con o sin acuerdo.

[cita tipo=»destaque»]Admito que no conozco bien el resto de la institucionalidad que apoya a otros sectores de nuestra actividad comercial, Economía, por ejemplo, pero sospecho que no está en mejores condiciones y que también requiere importantes actualizaciones.[/cita]

Hagamos una pausa y reflexionemos acerca de todos estos desafíos, y reformulemos la política comercial y la forma de integración a la “globalización”, pero en “sintonía” con nuestra realidad actual, con el proceso de transformación de la economía global, y con el orden geopolítico internacional en gestación. Ya lo he dicho en otras ocasiones: en la actualidad, no necesitamos nuevos TLC, pues no tenemos la capacidad ni los recursos o las instituciones para gestionar o gerenciar de manera satisfactoria la “agenda comercial” que tenemos. Salgamos rápidamente del “impasse” en que estamos con el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, demos vuelta la página del TPP11 y, en lugar de entrar en un nuevo “frenesí de negociaciones”, hagamos una pausa para ordenar y reflexionar sobre la política de relaciones económicas internacionales y comerciales. Tengo en mente algunas tareas y actividades prioritarias.

Para empezar, entiendo que hay acuerdos que nunca han sido realmente evaluados, y una parte de ellos lo ha sido solo a medias o tiempo atrás. Más importante, entiendo también que hasta ahora no se habría realizado –a nivel oficial– una evaluación exhaustiva del impacto que ha tenido la apertura comercial sobre nuestra economía y la estructura productiva nacional, así como sobre las regiones y sus áreas rurales, la distribución del ingreso y las gigantescas desigualdades que aún existen.

Sin una evaluación actualizada, difícilmente podremos tener una política de relaciones económicas internacionales y comerciales que incorpore las necesidades actuales de Chile, y que, al mismo tiempo, tome en consideración la rearticulación de la economía y la geopolítica globales. Tarea prioritaria. Hagamos un alto en el “frenesí”, y empecemos por entender qué tenemos y cómo estamos.

Sin esta evaluación, tampoco sabremos realmente cuán efectiva ha sido la utilización de los instrumentos comerciales de los acuerdos actualmente vigentes y de las oportunidades comerciales que ofrecen esos mercados a nuestros exportadores. A partir de mi experiencia en algunos de los principales mercados, puedo adelantar parte de la respuesta: no, no “estamos sacándoles el jugo” a los actuales TLC y a las oportunidades existentes en los respectivos mercados. A lo largo de los años, las actividades de apoyo a, y promoción de las exportaciones, se han vuelto rutinarias, repetitivas, y enfocadas en solo un puñado de productos y en unos pocos grandes eventos realizados en los principales centros urbanos de los países en que se realizan estas actividades y, por lo general, abandonando el resto de las regiones y ciudades.

Incluso así, los grandes gremios y empresas han logrado exportar exitosamente. Sin embargo, aun cuando los pequeños exportadores y las pymes no fueron “abandonados”, tampoco fueron parte importante de la estrategia exportadora o priorizados y, así, su contribución a las exportaciones, en especial de pequeños empresarios rurales y de regiones, es reducida y poco estable. En particular, en este caso se “conjugan”, negativamente, las inadecuadas estrategias de exportación con instituciones que no estaban preparadas para enfrentar las realidades y desafíos del comercio internacional actual. En Chile, la institucionalidad de apoyo a las pymes está “dispersa” en diversos servicios públicos, no es fácil de identificar y es difícil acceder a la ayuda que ofrecen.

En resumen, el apoyo que reciben los emprendedores de menor tamaño y pymes no es realmente efectivo, realidad que ha sido documentada en otros estudios (“Radiografía de la Realidad de las PYME Exportadoras”, Subrei, enero de 2022). Por ello, sugiero la creación de una Ventana Única Pyme Exportadora, que reúna físicamente y en formato electrónico –en un solo lugar– todo el apoyo requerido para exportar con éxito y de manera estable (por ejemplo, apoyo en temas de capacitación, logística, finanzas, inteligencia de mercado y contactos de importación).

Más en general, tengo la convicción de que parte importante de la institucionalidad que debería servir de apoyo a nuestro comercio exterior es anticuada y/o poco efectiva. No tengo mayor preocupación por las exportaciones de metales y minerales. Dudo que la institucionalidad actual sea una gran barrera para las grandes empresas mineras. Pero sí deberemos pensar en el futuro del litio. Sí me preocupa mucho el sector silvoagropecuario y alimentario, el “sector estrella”. Su institucionalidad –en especial nuestros servicios de inspección sanitaria, junto al de Aduanas– está trabajando al límite y está sobrepasada. No obstante, al parecer, todavía seguimos promoviendo el muy famoso lema de “Chile Potencia Alimentaria”. Pero el Ministerio de Agricultura, que liderará los temas sectoriales domésticos en este ámbito, y que también debería hacerlo en el internacional, no tiene los recursos, ni las capacidades y/o las competencias para hacer lo último. Tengo la impresión, además, de que históricamente tampoco ha existido la motivación para hacer este trabajo.

Asimismo, la coordinación de Minagri con la Subrei y con ProChile, así como con otras instituciones o servicios que también tienen actividades en el ámbito alimentario (por ejemplo, Transforma Alimentos, de Corfo, o Fundación Chile) no es de las mejores. Francamente, Ministerio de Agricultura y los temas agroalimentarios NO están en la “primera línea”, a pesar de creernos una Potencia Alimentaria. Creo que se necesita un Minagri renovado y empoderado, capaz de liderar doméstica e internacionalmente el desarrollo futuro del sector agroalimentario: un nuevo Ministerio de la Agricultura, Alimentación y Pesca, por ejemplo. Pero esto implica también ajustes y renovaciones importantes en la Cancillería (Subrei y en ProChile) y en Economía (Subsec. de Pesca y Corfo).

Admito que no conozco bien el resto de la institucionalidad que apoya a otros sectores de nuestra actividad comercial, Economía, por ejemplo, pero sospecho que no está en mejores condiciones y que también requiere importantes “actualizaciones”. Tenemos numerosas tareas pendientes antes de pensar en nuevas negociaciones y TLC fuera de Latinoamérica. ¡Adiós, TPP11!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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