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Réplica a columna que reclama cambios urgentes en la formación de las Fuerzas Armadas Opinión

Réplica a columna que reclama cambios urgentes en la formación de las Fuerzas Armadas

Marcelo Masalleras Viola
Por : Marcelo Masalleras Viola Investigador de Athenalab. 
M.A. Security Studies, Georgetown University.
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Nuestros oficiales y suboficiales del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, han sido capaces de comandar unidades multinacionales y desempeñarse en cuarteles generales con países desarrollados, participan en instancias de formación militar y civil en Chile y el extranjero —tanto como profesores como en condición de alumnos—, cumplen con las tareas que la Constitución, las leyes y las autoridades competentes les asignan, todo con una positiva evaluación. Lo anterior, no ha sido por que han tenido suerte o las circunstancias los han favorecido, si no que por que han llevado adelante su labor con una adecuada y desafiante formación profesional recibida en las escuelas institucionales.


Recientemente, en este mismo medio, el Sr. Sergio Vera publicó una columna titulada “Cambios urgentes en la formación de las Fuerzas Armadas”, en la cual realiza una serie de afirmaciones y críticas al sistema de formación de las Fuerzas Armadas que, estimo, no son correctas. Si bien, como cualquier proceso, el de formación de las instituciones de la Defensa es perfectible y es objeto de mejoras permanentemente, las calificaciones vertidas no se condicen con la realidad de las instituciones armadas.

En primer lugar, sin mayor evidencia, el Sr. Vera cuestiona el proceso de formación calificándolo como no “compatible con el contexto en que se desarrolla nuestra sociedad”, agregando críticas como que se inhibe la reflexión e indagación, se obstaculiza la creatividad o que el sistema de formación quedó “congelado desde los años 80”. Pareciera que lo que quedó anclado en el pasado es el diagnóstico realizado. Sobre esto, puedo afirmar que, habiendo sido producto de la formación militar de los años 1980 como oficial de Ejército, habiéndome desempeñado más de 30 años, la formación que hoy reciben los oficiales de las Fuerzas Armadas es mejor y más completa que la recibida entonces. No sólo en términos académicos —con una oferta educativa más amplia, profunda y de calidad— si no que, además, una preparación profesional militar actualizada, similar a lo que se enseña en escuelas militares en otras partes del mundo.

Después de haber cumplido funciones como docente e instructor en diversos institutos y unidades militares de Chile, así como como profesor en la Academia Militar de West Point del Ejército de Estados Unidos, puedo constatar con conocimiento y experiencia, que las materias, principios, prácticas y entrenamiento que reciben los futuros oficiales chilenos, no distan de aquellas que reciben los cadetes de la principal potencia mundial, adaptadas a las exigencias de la sociedad actual. En resumen, los contenidos, actividades, principios y estrategias de aprendizaje chilenos están lejos de ser obsoletos o desfasados, como se pretende presentar.

En segundo término, la columna también desliza una crítica al proceso formativo en cuanto a que las experiencias y el régimen interno resultan un obstáculo de crecimiento, en abierto cuestionamiento al sistema de vida de las academias militares (que por cierto se encuentran acreditadas bajo los mismos procedimientos y exigencias que cualquier institución de educación superior chilena). En este caso, puede que para algunos las demandas de la vida militar sean demasiado altas y exigentes, pero es indispensable notar que estamos hablando de escuelas de formación militar y no de institutos de formación para ciencias o artes. Cada actividad requiere y demanda distintas competencias propias de su función. No se escuchan críticas sobre que las escuelas de ingeniería exigen estándares demasiado altos en matemáticas y otras ciencias exactas, pues se entiende que son necesarias, no hay duda. Las Instituciones de la Defensa Nacional definen, con pleno apego a las leyes y reglamentos que las regulan, aquellas acciones y experiencias que mejor contribuyan a conformar las competencias, el carácter y valores que las identifican y que requieren para el ejercicio de su profesión.

Pues bien, la vida militar es dura y debe preparar a soldados, marinos y aviadores para enfrentarse a los ambientes más complejos y agresivos en los que una persona puede desempeñarse, como es la guerra. Qué duda cabe, al presenciar las imágenes que recibimos desde Ucrania, que la preparación de nuestras Fuerzas Armadas debe dar cuenta de las exigencias de las operaciones militares actuales, donde la pérdida de vidas y destrucción de bienes son la tónica y en las que oficiales y suboficiales deben liderar a sus unidades para obtener la victoria con carácter, conocimiento, capacidad de análisis y decisión. Coincido con el Sr. Vera que el proceso educativo militar debe propender a la reflexión, creatividad y discernimiento, pero disiento determinantemente en que dichas características se encuentren ausentes, si no que están insertas en los procesos formativos castrenses actuales. Es cierto, la vida militar no es para todos, pero eso no significa que se deba adaptar a los requerimientos particulares. No se trata de justificar conductas puntuales y aisladas que puedan ser cuestionables dentro de los procesos, pero, en ningún caso resulta apropiado generalizar, desacreditándolos sin mayores fundamentos.

En tercer lugar, se afirma que los sistemas de formación están “confluyendo en una dirección muy peligrosa” que inevitablemente “terminará por poner en riesgo a las instituciones de la Defensa Nacional”, propias de “un sistema con una burocracia aplicada sin la necesaria reflexión”. La verdad, es que tanto adjetivo empleado a lo largo de la columna llama la atención y tiende a percibirse más como una posición personal que como una observación de la realidad. No se debe confundir disciplina y obediencia, muy necesarias, por cierto, con rigidez, falta de flexibilidad, de discernimiento o de creatividad como se plantea en la columna. Los oficiales y suboficiales, que son justamente el producto de los cuestionados procesos de formación, dan muestra de lo contrario, actuando ante diversas situaciones —ya sea en apoyo a la comunidad ante desastres, en ejercicios o misiones de paz en el extranjero o en tareas de orden interno dispuestas por el gobierno de Chile— de manera adecuada. Al menos, eso es lo que piensa la mayoría de los chilenos y aquellas fuerzas armadas extranjeras con las que deben operar.

Las Fuerzas Armadas y su personal se encuentran a lo largo de todo el territorio nacional y conviven e interactúan permanentemente con las autoridades y personas de su entorno, obteniéndose una relación positiva, basada en la confianza de que están capacitadas para cumplir con su deber. Si fuera como plantea el Sr. Vera, estaríamos frente a innumerables cuestionamientos sobre el quehacer y desempeño del personal de las instituciones militares, considerando que han estado desplegadas en distintas funciones por más de tres años. Pero no ha sido así, si no todo lo contrario.

Por último, si bien los procesos de educación están en permanente evaluación y son objeto de mejoras, las características de la profesión militar demandan personas formadas en el carácter, la disciplina, templanza, justicia, honor, cumplimiento del deber, patriotismo, junto con capacidad de análisis, reflexión, pensamiento crítico, flexibilidad, creatividad, empatía y liderazgo. Este es lo que demanda la sociedad y el desafío de las instituciones de la Defensa, donde el espíritu colectivo y trabajo en equipo son características evidentes y diferenciadoras.

Nuestros oficiales y suboficiales del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, han sido capaces de comandar unidades multinacionales y desempeñarse en cuarteles generales con países desarrollados, participan en instancias de formación militar y civil en Chile y el extranjero —tanto como profesores como en condición de alumnos—, cumplen con las tareas que la Constitución, las leyes y las autoridades competentes les asignan, todo con una positiva evaluación. Lo anterior, no ha sido por que han tenido suerte o las circunstancias los han favorecido, si no que por que han llevado adelante su labor con una adecuada y desafiante formación profesional recibida en las escuelas institucionales.

Al final, la mejor calificación sobre la formación y desempeño de las Fuerzas Armadas y de sus integrantes, la hacen los propios chilenos y, hasta ahora, las instituciones de la Defensa gozan del mayor reconocimiento por parte de sus compatriotas y la confianza de las autoridades de las cuales dependen jerárquicamente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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