Publicidad
La “esperanza” tecno-científica es parte del control creativo Opinión Créditos: Agencia Uno.

La “esperanza” tecno-científica es parte del control creativo

Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
Ver Más

Lo aparentemente simple e interesante del discurso de ese fragmento de la película, nos plantea varias cuestiones problemáticas en torno a lo que podría ser la crisis de las humanidades hoy en día, la cual se suplantaría, históricamente, por el intento de crecientes descubrimientos tecno-científicos. Pero, en este punto, hago una leve distinción entre lo tecnco-lógico y lo científico a propósito de la relación de ambos con las humanidades.


“¿Cómo especie, es el mundo un mejor lugar gracias a la ciencia y la tecnología? Compramos casas, navegamos en la Red, pero al mismo tiempo estamos más vacíos, más solos y más separados unos de otros, más que en cualquier época de la historia…” “Creo que buscamos un significado, pero qué significado? Tenemos trabajos autómatas, tomamos vacaciones, vamos al centro comercial y compramos a crédito cosas que creemos llenarán ese vacío de nuestras vidas” (Película Contacto, 1997).

Lo aparentemente simple e interesante del discurso de ese fragmento de la película, nos plantea varias cuestiones problemáticas en torno a lo que podría ser la crisis de las humanidades hoy en día, la cual se suplantaría, históricamente, por el intento de crecientes descubrimientos tecno-científicos. Pero, en este punto, hago una leve distinción entre lo tecnco-lógico y lo científico a propósito de la relación de ambos con las humanidades.

Una columna de Pablo Astudillo, publicada en este medio, hace unos días, plantea -a partir de una publicación en la revista Nature– que la ciencia ha perdido disruptibilidad, posiblemente por una contraposición entre la aplicabilidad y los posibles descubrimientos vinculados a la “curiosidad” (y yo agregaría, creatividad). En otra columna de Roberto Pizarro, también publicada en este periódico, se plantea, con más optimismo, el potencial epistemológico que acarrearía la tecnología hoy y lo por venir. Sin embargo, en esta última columna hay algunos errores producto de omisiones importantes, pues Pizarro menciona que la filosofía, hoy en día, no se ha ocupado seriamente de la investigación tecnológica, y esto es un error, pues solo basta mencionar a unos cuántos muy importantes y reconocidos en el tema como Simondon, Flusser, Stiegler, Hui, etc., los cuales, de una forma u otra han convocado epistemes no solo críticas al devenir tecno-científico, sino también la potencial relación entre mente, información (que devendría en informática), ecologías, memorias informatizadas y una notable, vasta y problemática cantidad de análisis filosóficos en torno a los procesos de era tecnológica, a través de la reflexión humanista de los alcances y los problemas (no solo los problemas). Lo que para Astudillo es una epistemología de las tecnologías, sería, en realidad un tipo de racionalidad tecnificada de la existencia, es decir, producción de saberes automatizados.

Volviendo a Astudillo, es interesante, y casi inevitable, hacer una relación con el arte contemporáneo, me explico. La falta de disruptividad primero la cambio por “inflexión histórica”, pues el término disruptivo puede aplicarse al corte completo de una secuencia y la aparición de algo de “la nada”, o sea Ex nihilo, lo cual es imposible en nuestras dimensiones de “reconocimiento” de existencia y continuidad (sea esta cambiante fuertemente o no). Entonces, la “inflexión histórica” que no se estaría dando, actualmente, en la creatividad y curiosidad científica sería análoga a la de la creación artística. Hace unos años reflexionaba en torno a esto último de manera local, pero el problema es mundial. Si bien existen grupos, colectivos, organizaciones e individuos que para dar mayores “alcances” de “aceleramiento” en lo que concierne a las artes de nuestro tiempo, estos vinculan lo estético con las distintas disciplinas que puedan concernir a los problemas o inquietudes que se estén abarcando (política, ciencia, tecnología, sociología, historia, ecología, etc.). Esto último, formalmente, es tomado, retroactivamente, de las vanguardias y neo-vanguaridias en lo que respecta a las estructuras de deslinde disciplinar y acercamiento a realidades múltiples donde lo estético, a través del arte (y aveces el rechazo de este término por los mismos artistas), se incorpora, directamente, con otros campos de la acción y el saber. Esta generalización también nos abre ramificaciones de oportunismo temático para intentar dar sustento tecnológico, científico o filosófico a los procesos y/o resultados. Pero bien sabemos que estas múltiples combinaciones solo nos están entregando diversidad de espectáculos, algunos más sofisticados que otros, o, en el mejor de los casos, los procesos “analíticos” actuales usando revisionismos historiográficos, donde también entran los montajes de continuidad técnica llevada a sofisticaciones tecnológicas actuales. Para muchos y muchas esto es lo contemporáneo. Tal vez, pero, en ese caso, lo contemporáneo no nos está entregando nuevos modelos ficcionales en las artes. Lo mismo ocurriría en la ciencia, según Astudillo tomando la publicación de Nature, solo que una de las diferencias sería, en parte, las exigencias empresariales y académicas en torno al encause de ciertas investigaciones con el fin de ser aplicadas lo “antes posible”. En relación a esto, es obvio que vivimos urgencias planetarias, pero la relación que puede tener esto con un supuesto capitalismo cognitivo productivista, donde entran en el mismo paquete exigencias de productividad de intereses económicos mezclados con la difusión de sus necesidades, generaría el principio del problema.

Lo que asevera Pizarro sería preocupante, pues es sabido que la complejidad, velocidad, calculabilidad y  predictibilidad de los sistemas informatizados han estado generando un “giro artificial de la episteme” en lo que concierne a los presupuestos de vida y las decisiones que se toman en ella, es decir, esa supuesta “nueva episteme” estaría conduciendo las voluntades, y estas volcando series de nuevas posibilidades en el pensar, pero a través de los principios de programaciones tendientes a un sistema epocal de estructura logística en la producción. No dialogar ese principio con un pensamiento no artificial, ni tecno-racional -desde la búsqueda fuerte del desconocimiento- no atraería nuevas aperturas en la creatividad. Ya mencioné unos cuantos filósofos que se han ocupado de estos temas. Por último, mencionaré a Sadin, que estuvo en el Congreso del Futuro en el 2020, al cual no le dieron mucha importancia en Chile por ser una especie de “aguafiestas” del “espíritu” de ese mismo congreso y su posible ingenuo optimismo generalizado que conlleva. El filósofo marcó una clara diferencia entre la exactitud y la verdad, donde la confusión de la predicción con la búsqueda de la verdad haría confundirlas haciendo de los sistemas técnicos los decidores de los actos “humanos”, marcando una nueva antropología dada por estos nuevos actos. Esto, a pesar de que la exactitud algorítmica cada vez más “acierta” con la realidad espacio temporal. El giro se estaría dando a partir de la sofisticación algorítmica, la cual estaría generando verdades, lo que sería para él la “doxa tecno-liberal”.

Entonces, la contraposición entre un impulsivo optimismo sobre el saber tecnológico en sí podría ser parte de las causas productivas en los efectos degenerativos en las oportunidades sobre lo desconocido, y la búsqueda a través de todas nuestras curiosidades y creatividades en lo que concierne, específicamente aquí, a la ciencia, la tecnología y las artes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias