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Crisis migratoria: se acabó el tiempo Opinión

Crisis migratoria: se acabó el tiempo

Alberto Soto Valenzuela
Por : Alberto Soto Valenzuela Colaborador de AthenaLab.
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Cuando a los extranjeros que desesperanzados abandonan sus países y esperanzados llegan a nuestras fronteras solo les podemos ofrecer miseria, incertidumbre e inseguridad, y lo anterior se comienza a contagiar a los propios chilenos, entonces el proceso migratorio debe ser fuertemente controlado, decididamente desincentivado y potencialmente interrumpido.


Esta semana el canciller Van Klaveren declaró que, en términos de absorción de migrantes, la capacidad de Chile está “agotada”. En ese sentido, recordó que este no es el primer flujo migratorio que recibe el país, pero es de los primeros “que se ha visto asociado en algunos casos a fenómenos de criminalidad organizada”. Es orientadora la declaración del canciller, y debiese ser una luz que ilumine el accionar de todas las instancias que de alguna forma u otra se muestran, inexplicablemente, vacilantes y hasta complacientes con el fenómeno migratorio que afecta seriamente a nuestro país. El problema es gravísimo y pudiese agravarse aún más.

No puede ser más claro que cuando un país pequeño como Chile (similar en población a Guatemala) se satura de inmigrantes, entonces sus servicios públicos, educacionales, de transporte y habitacionales no son capaces de dar respuesta a las necesidades mínimas de los forasteros. Adicionalmente, la situación comienza también a afectar, inaceptablemente, la calidad de vida de los propios chilenos, lo que es muy visible hoy, y hace rato ya. Por tanto, la ocasional inacción o actitudes contemplativas de todos los actores de la sociedad involucrados, para dar cuenta efectivamente del problema y con la mayor celeridad, se evidencia realmente desconcertante y completamente cuestionable.

Todo lo anterior, se encuentra sumado a las complicaciones derivadas de una delincuencia común percibida como alta, el terrorismo, el crimen organizado y transnacional, fenómenos que se entremezclan con el desborde migratorio; que saturan al Ministerio Público, el Poder Judicial, cárceles y policías, y que ponen a prueba nuestro garantista marco legal. En este contexto de crisis, también es justo mencionar que no se debe estigmatizar a los millones de extranjeros que ya viven en Chile y que, en su mayoría, son un aporte para el potencial desarrollo del país.

Cuando a los extranjeros que desesperanzados abandonan sus países y esperanzados llegan a nuestras fronteras solo les podemos ofrecer miseria, incertidumbre e inseguridad, y lo anterior se comienza a contagiar a los propios chilenos, entonces el proceso migratorio debe ser fuertemente controlado, decididamente desincentivado y potencialmente interrumpido. De lo contrario, estamos obrando como un Estado cuya irresponsabilidad traspasa el límite de lo práctico y se transforma también en un tema moral, que inevitablemente será juzgado con severidad por los propios connacionales, en las instancias correspondientes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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