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La izquierda necesita otro partido: sobre la unidad del Frente Amplio Opinión

La izquierda necesita otro partido: sobre la unidad del Frente Amplio

Juan Pablo Orrego
Por : Juan Pablo Orrego Estudiante de Doctorado en Política, Universidad de Edimburgo Comunes
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Como Frente Amplio emergimos bajo una tesis política sustentada en la oposición hacia el modelo neoliberal chileno, la política binominal y el hermetismo de un sistema político reacio a integrar las demandas de la sociedad.


En contraste con la mayoría de los partidos emergentes que han populado el país en los últimos años, el Frente Amplio (FA) ha logrado consolidarse como un referente dentro de la política chilena. No obstante, los últimos resultados electorales, la alta fragmentación del sistema de partidos y la posible implementación de un umbral del 5% del voto para acceder a la Cámara Baja, no han hecho más que hacer visible una discusión largamente soterrada y necesaria relacionada con la eventual confluencia de Comunes, Convergencia Social, Revolución Democrática, Plataforma Socialista y Unir en un solo gran partido del FA. Sin embargo, la constitución de un partido frenteamplista puede representar tanto una oportunidad para recuperar parte de la amplitud inicial de la coalición como una respuesta defensiva que se conforme con reunir bajo una misma chapa a organizaciones que arrastran todavía múltiples falencias. 

La posible fusión de las organizaciones del Frente Amplio presenta beneficios evidentes. Converger en un solo partido permite concentrar el voto bajo una sola organización, evitando la dispersión y mejorando la electividad de las candidaturas frenteamplistas. Una eventual fusión debería además facilitar una mejor operatividad y mayor capacidad de intervenir en el debate público al contar con procesos más simples de toma de decisiones. Por último, una fusión permitiría a aquellos sectores identificados con el Frente Amplio, pero que no se identifican con alguno de sus partidos, contar finalmente con un espacio de militancia acorde con sus intereses. 

No obstante, sería faltar a la verdad no reconocer las múltiples falencias orgánicas y políticas que arrastramos como FA y que debieran ocupar la centralidad de cualquier discusión sobre una posible fusión de la coalición. Al  igual que ha ocurrido con varios otros partidos chilenos, la coalición todavía se caracteriza por contar con organizaciones frágiles, con una limitada inserción territorial y más pensadas para el despliegue electoral que para integrar las demandas ciudadanas dentro del sistema político. Por otro lado, el FA todavía cuenta con una limitada amplitud social, territorial y etaria, con una dirigencia compuesta mayoritariamente por profesionales jóvenes provenientes en buena medida de universidades tradicionales. A esto se suma una preocupante concentración de la presencia frenteamplista en las regiones del centro del país, particularmente en Valparaíso y la Región Metropolitana. En otras palabras, al Frente Amplio le falta todavía amplitud social y popular.

Sumado a lo anterior, como Frente Amplio emergimos bajo una tesis política sustentada en la oposición hacia el modelo neoliberal chileno, la política binominal y el hermetismo de un sistema político reacio a integrar las demandas de la sociedad. Dichas ideas, aunque laxas, fueron efectivas en el marco de un ciclo político marcado por una creciente movilización social y el declive del sistema de partidos tradicional. Sin embargo, con un contexto que ha cambiado diametralmente tras el acceso del Frente Amplio al gobierno, la inclusión del voto obligatorio, el ascenso de la derecha fundamentalista y la desmovilización social generalizada, una política basada en la mera impugnación y denuncia se vuelve anacrónica en la medida que no se traduce en transformaciones concretas. 

Más que continuar con la ya consolidada tendencia de seguir creando partidos dentro de la izquierda, el Frente Amplio tiene el potencial de avanzar en la dirección contraria. Sin embargo, la fusión del FA puede terminar como una maniobra defensiva si solo se conforma con reunir lo que es hoy la coalición bajo un único paraguas a través de un mero acuerdo administrativo entre cúpulas y no por medio de un debate que permita abordar la fragilidad organizacional del Frente Amplio, su todavía limitada amplitud social y una necesaria actualización táctica para enfrentar el nuevo escenario. La coalición puede aprovechar esta oportunidad y utilizar un eventual proceso de convergencia como una maniobra ofensiva que permita construir un partido que sea más de lo que hoy es el espacio. No obstante, sin la inclusión de la coalición en su conjunto, incluyendo a sus bases, adherentes e incluso al mundo independiente, difícilmente veremos un Frente Amplio que se haga cargo de sus propias falencias.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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