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Mérito, esfuerzo y posición: Trinomio emocional para una disputa ideológica en el marco de Admisión Justa

Por: Héctor Opazo


Señor Director:

Durante la próxima semana debería comenzar la tramitación del proyecto Admisión Justa, a través del cual la administración del Presidente Sebastián Piñera Echeñique busca reincorporar el desempeño académico como factor de selección en los colegios nacionales. Para facilitar su debate en el congreso, la Ministra Marcela Cubillos ha anunciado la división de la propuesta en dos proyectos: primero, la restitución de la selección por mérito en los liceos de alta exigencia desde el séptimo básico y asegurar el ingreso de al menos 50% de escolares vulnerables (30% prioritarios y 20% preferentes), y segundo, modificar los criterios del Sistema de Admisión Escolar (SAE) para incluir a los niños provenientes de SENAME y a estudiantes con necesidades educacionales especiales como primera prioridad en la designación de cupos.

La división del proyecto Admisión Justa no es azarosa, pues existe un declarado interés en mantener y potenciar un sistema fundado en la libertad individual como factor central de “éxito”, a la vez que los grupos privilegiados han jugado al bloqueo y la creación de casos basados en incidentes durante los últimos 29 años. Se puede vislumbrar que esta nueva embestida no será excepcional y lo novedoso (y preocupante) de este último intento es la peligrosa construcción en el imaginario colectivo de que la educación de calidad es un “recurso” limitado y finito al cual no se puede acceder por la injusticia de el actual modelo “justo”.

La discusión del proyecto Admisión Justa se centra en el mérito individual y la capacidad del sistema de “recompensar el esfuerzo” no plantea el desarrollo de un modelo justicia curricular, educativa y social, que obligaría a la administración pública actual (y futura) a entregar garantías para el desarrollo de un sistema educacional que impulse el desarrollo y bienestar pleno de todos y todas. Tampoco esta reforma ha planteado el desarrollo de pedagogías, experiencias y/o metodologías educativas que impulsen auténticos “proyectos de vida” en el nuestros estudiantes chilenos. Una reforma verdadera será el educar con propósito para desarrollar un modelo educativo que reconozca e impacte en el compromiso personal (no en el esfuerzo) para que nuestros estudiantes logren algo que tenga un significado personal (en lo individual) y con una clara contribución al mundo (en lo comunitario) hoy y mañana.

La administración del Presidente Piñera centra la discusión de todas las modificaciones en el trinomio mérito-esfuerzo-posición, aún cuando en nuestro país los cambios y mejoras se han construido gracias al acuerdo y cooperación entre ciudadanos y colectivos, más no desde la postura riesgosa de crear una ilusión engañosa de autosuficiencia individual como única respuesta del logro. El gobierno no toma en cuenta que la cooperación mutua y el compromiso académico-comunitario para solucionar conflictos permitirá al país estimular un efecto virtuoso en el sistema educativo nacional, no solo desde la perspectiva de la solución de problemas contingentes, sino para imaginar los futuros desafíos del país.

El plan de comunicación pública de la Ministra Cubillos ha entendido que las emociones de padres y madres son reacciones a las consecuencias apreciadas en este evento, las cuales distribuídas en la realidad y con ello se está preparando las respuestas apropiadas respecto a la meritocracia en Chile: el bajo nivel ingreso bajo y/o el bajo nivel de educación es signo de falta de habilidad, incompetencia y/o flojera, mientras que un ingreso alto y un alto nivel de educación son indicadores de inteligencia, ingenio y trabajo duro.

Expresiones vertidas por los tweets de la campaña “Mi esfuerzo vale”(p.e. ¿Es justo decirle a un niño que su empeño de años no vale nada? Devolvamos el valor al esfuerzo; El talento se reparte en todos los barrios por igual; ¡A democratizar la elite! Promovamos las vías rápidas de movilidad social) intentan impulsar una discusión desde la autoestima y la emocionalidad ciudadana, y establecer grupos binarios de “ganadores” y «perdedores» en la carrera meritocrática nacional, con el claro fin de influir en la inclinación de apoyar al “status quo” y aceptar la desigualdad de nuestra sociedad y las nociones de responsabilidad individual como única explicación del logro y bienestar.
Lo que también es un hecho interesante es el protagonismo de personas con una posición social privilegiada que se autodenominan defensores de los débiles, cuando es desde estas posiciones de privilegio social donde se observa [1] mayor tolerancia con la desigualdad de ingresos económicos, en comparación de aquellos con una posición social vulnerada y que [2] sus actitudes hacia la desigualdad de ingresos están influenciadas por mitos que legitiman la desigualdad en la sociedad. No nos olvidemos que en nuestra meritocracia nacional, los ingresos y la posición social se asignan en base a la creencia que ello será posible por el esfuerzo y por la capacidad individual, mientras que los criterios como los antecedentes familiares, el medio ambiente y el territorio no revisten importancia protagónica.

La promesa de una meritocracia engañosa y conflictiva que intenta impulsar el gobierno es preocupante pues intenta armar un modelo justicia basado la desigualdad de resultados para re-posicionar a los estudiantes, y desde allí, alcanzar una perniciosa igualdad de oportunidades basada en la diferenciación y la exclusión.
Robert Aumann y Thomas Schelling, premios Nobel de Economía 2005, explicaban que en situaciones de conflicto es necesario un auténtico comportamiento de cooperación entre los ciudadanos para que cualquier sociedad prospere. Hoy más que nunca la cooperación entre los distintos grupos interesados (p.e. padres, madres, estudiantes, docentes, organizaciones de la sociedad) debe permitir dialogar de forma genuina para defender los avances realizados y asumir el impulso en establecer un modelo curricular justo, una escuela justa y un país socialmente justo.

Héctor Opazo
Director del Laboratorio de Aprendizaje Basado en la Comunidad (ABC Lab) de la Universidad Católica Silva Henriquez

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