Señor Director:
Más allá de las manifestaciones pacíficas y los desmanes, algo profundo ha cambiado en los últimos días, tal como las placas tectónicas que se desplazan y ya no tienen vuelta atrás. Por mi trabajo me ha tocado conversar con empresarios y ejecutivos, y se percibe una genuina toma de conciencia de que todos –Estado, empresarios y la sociedad civil– permitimos que la desigualdad llegara a niveles que no eran sostenibles como sociedad.
Pienso que hoy se están dando las condiciones para que hagamos las cosas bien. Esto parte por replantear el paradigma actual de las relaciones empleador-empleado, y comenzar a escuchar a los colaboradores para conectarse con sus necesidades, sus realidades y su día a día. Aunque se tenga dentro del gobierno corporativo a profesionales con MBAs y postgrados, en gran medida son el compromiso y “camiseta” de los empleados la garantía del éxito de una empresa.
Una iniciativa para intentar disminuir la desigualdad, y a la que aplaudo, fue la anunciada por Andrónico Luksic, según la cual ningún trabajador directo de Quiñenco y sus empresas ganará menos de 500 mil mensuales. Surgió también la iniciativa “Desafío 10X”, cuyo objetivo es disminuir la brecha salarial entre las compañías, y que hasta hoy sumaba más de 1.000 empresas.
Los cambios, claro, deben ir más allá de los factores higiénicos, pero hay que partir por ellos (tal cual nos enseñaron: si las necesidades básicas no están cubiertas, no se puede avanzar). En este contexto, relacionándolo con lo que plantea Ricardo Capponi en su libro “Felicidad Sólida”, tenemos que lograr que las personas salgan de la línea de la pobreza, solo así podemos aspirar a ser una sociedad con mejor calidad de vida y que dice relación con el bienestar emocional de los trabajadores.
Las crisis, al provocar un quiebre, abren grandes oportunidades para el cambio. Hoy tenemos esas oportunidades frente a nosotros. Lo esencial es que esos cambios no sean cosméticos sino quirúrgicos, y que sean elaborados tomando en cuenta e incorporando a la discusión a los involucrados y afectados, y no en una oficina a puertas cerradas. No repitamos desastres como el del ex Transantiago (actual Red Metropolitana de Movilidad), que fue diseñado por personas que nunca tomaron una micro.
Carla Fuenzalida
Directora Ejecutiva Lukkap Chile