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Se afirma la innovación geotecnológica en las relaciones internacionales Opinión

Se afirma la innovación geotecnológica en las relaciones internacionales

Mario Ignacio Artaza
Por : Mario Ignacio Artaza Cónsul General de Chile en Nueva York
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Para algunos observadores, estamos ya en una nueva etapa de la historia. Una en donde lo geotécnológico o “geotec” –como ya se le denomina por parte de innovadores, científicos y emprendedores en Silicon Valley y Shenzhen– asoma con una energía vertiginosa en la carrera desatada para avanzar en todo aquello que guarde relación con la eficiente implementación de la inteligencia artificial, la destreza robótica, ciudades inteligentes y la seguridad requerida para sus habitantes, el internet de las cosas, realidad virtual, transporte limpio, energías alternativas, inmunología, redes de telecomunicación y 5G, tecnologías de uso dual, incluyendo nanosatélites, entre otras herramientas y métodos, todas ellas de vital importancia para quienes apuntan a alcanzar, por medio de estos notables avances tecnológicos, una mayor superioridad y musculatura, en espacios que requieren de poder y, por ende, mayor influencia.


Como pocas veces en la historia, la República Popular China y Estados Unidos de América se encuentran frente a frente en una contienda desgastante e intensa, cuyos efectos ya impactan a escala global, incorporando en esta pugna lo político, estratégico, académico, científico y, por cierto, lo militar, financiero y tecnológico.

Para algunos observadores, estamos ya en una nueva etapa de la historia. Una en donde lo geotécnológico o “geotec” –como ya se le denomina por parte de innovadores, científicos y emprendedores en Silicon Valley y Shenzhen– asoma con una energía vertiginosa en la carrera desatada para avanzar en todo aquello que guarde relación con la eficiente implementación de la inteligencia artificial, la destreza robótica, ciudades inteligentes y la seguridad requerida para sus habitantes, el internet de las cosas, realidad virtual, transporte limpio, energías alternativas, inmunología, redes de telecomunicación y 5G, tecnologías de uso dual, incluyendo nanosatélites, entre otras herramientas y métodos, todas ellas de vital importancia para quienes apuntan a alcanzar, por medio de estos notables avances tecnológicos, una mayor superioridad y musculatura, en espacios que requieren de poder y, por ende, mayor influencia.

En esa línea, el presidente de StanChart, José Vinals, hace poco alertó sobre la posibilidad de que el planeta “se divida en dos, en una bifurcación del proceso de globalización”, con los efectos negativos que ello traería consigo sobre el crecimiento, desarrollo, comercio y conocimiento, a consecuencia de la accesibilidad, mando, control y utilización de tecnologías de punta.

Resulta difícil anticipar que, si acaso se llegara al término de una negociación mutuamente aceptable para los intereses y prioridades que persiguen en temas comerciales, sobre propiedad intelectual y el rol de empresas públicas las administraciones en Beijing y Washington D.C., el mundo no verá a ambos enfrentándose nuevamente por otras posiciones dispares, disputando liderazgos en todo aquello que sus líderes puedan llegar a considerar estratégico para el despliegue y la acción, ya sea en tierra, mar, los polos e incluso en el espacio, de sus respectivas banderas.

Por un lado, la República Popular China, mucho más asertiva, orgullosa y segura del camino que viene recorriendo durante las últimas tres décadas, hoy promueve su iniciativa de la franja y la ruta, logrando acuerdos con más de un centenar de países, empoderado ello a través del accionar en terreno del Banco Asiático de Inversión e Infraestructura (AIIB). Mientras, Estados Unidos se alinea con socios históricos para impulsar, no solo entre los países que conforman la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), lo que denomina “la visión del Indo Pacífico”, con –por ejemplo– Japón, que por décadas ha sido el principal motor financista de proyectos de infraestructura en Asia y en islas del Pacífico Sur, desplegando a la vez sus empresas y capital profesional para concretar lo que llama “infraestructura de calidad”.  

Tanto Washington como Tokio han indicado recientemente que el “Indo-Pacífico”, forma parte de sus respectivas políticas oficiales en orden a avanzar en tres pilares, siendo estos seguridad, gobernanza y asuntos económicos.

A la vez, mientras la República Popular China materializa potentes avances en sus programas espaciales, tales como el lanzamiento, desde una plataforma en el mar Amarillo, de un cohete Larga Marcha 11 que llevaba a bordo siete satélites, dos experimentales y cinco comerciales, todos ellos puestos en órbita; la exploración del cráter Von Kármán21​ (de 180 km de diámetro), con la sonda Chang’e-4; el módulo lunar Yutu 2 remitiendo información y fotografías desde el lado oscuro de la luna; el despliegue del sistema de posicionamiento satelital Beidou, el cual estará conformado por unos 35 satélites al 2020, y los preparativos para la puesta en órbita de su primer laboratorio espacial, con taikonautas a bordo a partir del 2022, Estados Unidos de América alista su programa Artemis, el cual apunta a desplegar en el 2024 astronautas en la luna, con la construcción de una base permanente en aquel cuerpo celeste, a estar operativa en el 2028.

El sector privado estadounidense no se ha quedado atrás en lo que se refiere al aire y el espacio, siendo encomendado por el Pentágono para concretar programas que le permitan no solo llegar a Marte, sino tener también un mecanismo permanente de movimiento de carga, despliegue de satélites, a través de contratos con firmas tales como United Launch Services (conglomerado formado por Boeing y Lockheed Martin); Orbital Sciences (de Northrop Grumman), Space X (satélites StarLink, de la empresa que formó Elon Musk) y Blue Origin (iniciativa de Jeff Bezos, mandamás de Amazon).

Tal como aconteció durante la Segunda Guerra Mundial y con el advenimiento de la Guerra Fría del siglo pasado, por medio de la exitosa prueba nuclear rusa, en agosto del 1949,  Washington ha incorporado con fuerza al sector privado en la búsqueda de soluciones tecnológicas que le permitan reducir vulnerabilidades y manejar alternativas a los múltiples desafíos que le plantea un Beijing prendido y en alerta, que, por ejemplo, deja atrás su espacio de comfort regional, posicionándose por medio de inversiones y en lo militar en África, con su primera base en el cuerno de ese continente, en Djibouti, o bien se convierte en uno de los principales proveedores, a más de 53 países, de material de defensa de última generación, producto de los esfuerzos de su programa “China 2025”, como son drones con la capacidad para transportar armamento, misiles y aviones de combate como es el JF-17, coproducido con Pakistán.

En lo marítimo, con la Marina del Ejército Popular de Liberación próxima a incorporar un segundo portaaviones, con un tercero en construcción, junto a nada menos que 15 destructores en los astilleros de Jiangnan Shipyard Group, y submarinos robóticos, Estados Unidos ha ido desplegando sus más modernas plataformas de combate áereo, el F-35 Lightning II y drones autónomos, entre otros materiales de última generación, algunos de los cuales están siendo comercializados entre aliados en la región.

Lo tecnológico también se hace presente en lo ártico y en lo antártico en la ecuación China-Estados Unidos, en el siglo XXI. Hace pocos días zarpó desde Shanghai el primer rompehielos construido íntegramente en los astilleros chinos Jiangnan Shipyard Group, el Xue Long 2. De 122 metros de eslora y diseñado para navegar durante más de 60 días, este se une al Xue Long, teniendo presente los planes que han surgido desde Beijing para incrementar la investigación y exploración en áreas de la geografía de nuestro planeta que son potencialmente ricas en cuanto a recursos minerales.

En su reciente visita a Moscú, uno de los temas abordados por los presidentes Xi Jinping y Vladimir Putin fue justamente el ártico, situación que es seguida con atención por los países que conforman la OTAN. Ya está en planificación la construcción de una pista aérea en la Antártica por parte de la República Popular China, próxima a su base Zhongzhan y cerca de la base rusa Progrés II. En el continente antártico, China apunta a contar con 5 bases operativas, siendo la llamada “Gran Muralla” vecina de la chilena “Presidente Eduardo Frei Montalva”, ambas ubicadas en la isla Rey Jorge, con Punta Arenas sirviendo como una eficiente puerta de entrada para lo logístico.

Así, lo Geotec se está haciendo presente en el tablero global de acciones. La inactividad o el ser un espectador ante lo que se está inventando, financiando y produciendo, quién y cómo se están desplegando nuevas tecnologías, dónde y por qué con una notoria celeridad, junto a su accesibilidad, ya no resulta ser una opción lógica ni posible.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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