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El pensamiento económico es antagónico a la crisis climática Opinión

El pensamiento económico es antagónico a la crisis climática

Pavel Castillo
Por : Pavel Castillo Economista y Gerente Comercial en CORPA Estudios de Mercado
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«Las alarmas son ensordecedoras y la evidencia es irrefutable» dijo el Secretario General de la ONU tras el informe del IPCC. Sin duda la agonía climática que estamos viendo es multidimensional y causada por nosotros, los humanos.

Uno de los tantos problemas que nos hizo llegar a este punto es el razonamiento económico, el cual, no es propicio para abordar este problema. Esbozaré algunas razones:

 

  • Los economistas tendemos a pensar de manera lineal las cosas ya que buscamos simplificar y aislar los efectos de las variables. Sin embargo, los ecosistemas no son lineales y llegan a puntos de saturación. Por ejemplo, un lago a medida que se va contaminando, irá disminuyendo la vida en su interior (quizás de manera lineal), pero llega un punto crítico en que deja de ser apto para la vida y todo muere. Ese punto es el que manejan los científicos al decirnos que no sobrepasemos los 1,5C° de aumento de temperatura. Pero nos cuesta entender la real dimensión de ese límite y ya estamos a menos de una década de ese momento según el IPCC.
  • Queremos tener una unidad de medida común para dimensionar los diferentes efectos, y caemos en lógicas absurdas y pueriles como tratar de dimensionar el daño económico del cambio climático (lógica que por lo demás no sirve dado el punto anterior). Incluso al hacerlo, no lo aplicamos correctamente, ¿cómo es posible que una mantequilla traída de Australia sea más barata que una hecha en Chile? Eso no pasaría si internalizáramos el costo climático. Debemos entender que aquí hablamos del único planeta que conocemos hasta ahora que alberga vida, no podemos ponerle un valor monetario a eso.
  • Implícitamente pensamos en la competencia y eso hace que parezca injusto que unos países tomen medidas contra el cambio climático y otros no. Aquí asoma el clásico problema del Free Ryder, ya que habrá países que hacen menos a costa de los otros, y tratamos de buscar mecanismos para evitar ese problema. Pero llevamos más de 3 décadas tratando de encontrar la fórmula perfecta sin resultados. Quizás tengamos que apelar a algo que no siempre nos gusta, pero es necesario para vivir en sociedad: la buena fe de las partes.
  • Pensamos que el crecimiento resolverá la mayoría de nuestros problemas como sociedad, y no vemos que en un futuro cercano será lo que probablemente nos traerá el mayor problema global de la historia que conocemos. El crecimiento no puede ser infinito en un mundo finito, y buscarlo a ciegas no tiene sentido, y menos en la situación actual.
  • Tenemos una noción pueril del ser humano, donde lo pensamos como un individuo racional y maximizador. El ser humano es mucho más complejo que eso y no solo tenemos una dimensión física, sino que también emocional, mental y espiritual. Que las personas más felices consuman menos no es casualidad, ya que la felicidad se encuentra dentro de uno y no en las cosas.

 

La pandemia nos enrostró que para mantener una buena economía debíamos tomar decisiones que los economistas no tomarían. Los países que realizaron cuarentenas totales y estrictas no lo hicieron para salvar la economía, sino para salvar a las personas, y paradójicamente, fueron los que mejor salvaron la economía.

Ahora toca el turno de ponerse los pantalones largos con la crisis climática, y que los políticos no nos escuchen (como economistas) al momento de tomar la decisión de salvar el planeta. Una vez que la decisión ya esté tomada, llámennos para ejecutarla eficientemente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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